Son más las limitantes, pero las bandas tarijeñas con sus propios recursos se crean espacios, empezando a destacar en el plano nacional
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Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta-Mayo 25/2017) Como a los destacados deportistas tarijeños, así les va también a los músicos, especialmente aquellos que escogieron el género del rock, sin espacios pero con un talento único.
En el deporte, los atletas se encuentran con villas abandonadas o canchas en pésimas condiciones, y en la música, la situación es similar pero con más agravantes, por lo menos con los que hacen rock.
Los espacios para mostrar su arte se reducen entre dos o tres boliches donde permiten este tipo de movida, aunque, ahí no encuadran todos los géneros, sólo los más comerciales o considerados “aceptables” por una sociedad todavía cerrada en adaptarse a otros tipos de escenarios culturales.
Quienes hacen metal la tienen más difícil, ellos deben salir a zonas periurbanas o crear festivales en el área rural al estar casi prohibidos por las juntas vecinales de tener sus espacios en zonas residenciales.
“Los incentivos por instituciones en Tarija no existen, es una realidad que el músico debe afrontar día a día”, dice Christian Michel Ávila, vocalista de la agrupación de hard rock Lokotos.
Michel dijo que uno de los problemas existentes con los músicos es que los locales que abren sus puertas para ofrecer música en vivo de este estilo, son constantemente asediados por las juntas vecinales, de manera que las multas municipales van cayendo una tras otra, hasta que terminan cerrando.
“¿Por qué no actúan de la misma manera con los karaokes y las discotecas? ¿Acaso no se consume alcohol indiscriminadamente ahí también?”, cuestiona Alexis Abán, un empresario en gastronomía, pero fanático del rock, quien ve el asedio constante de las juntas de vecinos como de la institucionalidad a quienes promocionan este tipo de música.
Sobre este tema, el presidente de la Federación de Juntas Vecinales, Edwin Rosas Urzagaste, indicó que a pedido de los vecinos realizan una serie de solicitudes de clausura de centros nocturnos, pero sin clasificar si en el local tocan rock o cumbia.
La razón de lanzar solicitudes de este tipo es por el hecho de velar por la tranquilidad de una familia. Si los vecinos son perjudicados por el fuerte ruido, se convierte en un motivo para tomar algún tipo de determinación en este sentido.
Rosas agregó que las nuevas normativas municipales son bastante complejas, por lo que es costoso hacer cerrar un local, pues deben pasar previamente una serie de advertencias, descartando que tengan incidencia directa para conseguir la clausura de este tipo de boliches. “Estamos viendo esto de la ordenanza, porque es muy complicado para hacer clausurar un local”.
En la Dirección de Ingresos de la Alcaldía indican que los locales donde realizan las denominadas “tocadas” de rock, no siempre cumplen las condiciones básicas de seguridad como de salubridad, además, que al ser casas o cuartos adaptados para este sentido, el sonido trasciende molestando el sueño de los vecinos.
Sin embargo, en un paseo por las zonas donde se aglomeran diferentes centros nocturnos en el centro de la ciudad, el equipo de Verdad con Tinta pudo comprobar que discotecas, karaokes u otros locales de música bailable, tampoco cumplen con la propagación del ruido, afectando prácticamente a todo el vecindario.
Otra situación que pudo comprobarse es la cantidad de menores de edad en estado de ebriedad que asisten a estos centros de música bailable, pero los propietarios sí cuentan con los respectivos permisos.
“No hay una cultura de apoyo al músico local, desde el plano institucional hasta el sector privado que teme apostar por los talentos propios, prefieren invertir en gente de afuera que según ellos les garantice ganancias”, observó la periodista Ana Cordara.
“Siempre es difícil para las bandas encontrar un lugar donde tocar, porque la gente al ser prejuiciosa no quiere ese tipo de tocadas en sus locales”, dice Lourdes Rojas Gutiérrez, una periodista que es fiel seguidora del género rock, quien se encuentra con pocas opciones para salir los fines de semana de acuerdo a sus gustos.
Lugares tradicionales para conciertos de rock como el “ex Torito” terminan por cerrar sus puertas por la presión social.
Uno de los pocos espacios que queda para este tipo de música es Gino Tinto en el barrio El Molino. El rock alternativo tiene un poco más de espacio como Xoxo o Pizza Pazza o The Dubliner.
“El mayor problema es el estigma que siguen teniendo muchas personas, que si tocas en una banda o vas a este tipo de eventos, sí o sí te drogas, eres agresivo o directamente te tachan de una mala persona”, contextualiza Lourdes sobre la realidad de esta “movida” en Tarija.
En la mayoría de los casos, este tipo de eventos son realizados en domicilios particulares, con rústicas ambientaciones. El equipo de Verdad con Tinta se internó en una de las denominadas “tocadas”, donde el “mosh” es la danza por excelencia.
En realidad, no es nada complejo realizarlo, aunque uno debe estar preparado físicamente para un fuerte desgaste; si se tiene el pelo largo el resultado es positivo, pero si uno va bien peinado, puede terminar en un desastre estilístico tras largas descargas de adrenalina.
Por encima de encontrar una pareja, ahí toma más valor la energía del participante. “Lo más importante es disfrutar de la música y el ‘mosh’ que te permite descargar todas esas energías acumuladas, es una forma de liberarte”, expresa Carola Carranza Miaramendi, una fanática de este género.
Contratos
Otro problema constante es la contratación de los artistas de este género en los pocos locales o eventos de este tipo que realizan. Los contratos son bastante bajos, los mismos que apenas sirven para cubrir el costo del sonido.
“Es más por amor al arte”, dice el vocalista de la agrupación Budok, Roberto Trigo, sobre las presentaciones que realizan y las ganancias que obtienen por las mismas.
Daniel Subirana de Electroshock lamentó que los contratos en determinados locales no miden la trayectoria de la banda con pagos bastante bajos y altas exigencias. “Hay un local en Tarija con el que ya hicimos una cruz, donde no trabajaremos más”, lamentó el músico.
Otros locales ofrecen la ganancia compartida en la venta de entradas o “cover”. Para colmo, la misma cultura del tarijeño hace que parte del entorno social exija ingresar gratis, en lugar de dar el espaldarazo que el músico necesita.
“No es un hobby, uno ensaya en la semana, pero el entorno no entiende esta realidad”, criticó un guitarrista.
Al rockero se le considera rebelde, algo que también juega en su contra a los amantes de este género, según aprecia Lourdes Rojas. “Hay gente que sigue este género de música sólo por moda, no por apoyar al crecimiento del mismo, sino para aparentar ser una persona ruda», apuntó.
Sin importar el estilo de música que a uno le guste, cada persona es única, por lo que la ropa o los implementos no son un factor que determine si es buena o mala, algo que cuesta entender a la todavía cerrada sociedad tarijeña.
Pie de foto
Pocos son los espacios para la exhibición del rock en la ciudad de Tarija