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Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta-julio/2017)
Invierno ¿Qué es lo mejor de esta temporada? Sus cielos descubiertos y sus gigantescas lunas, por lo menos, desde una óptica muy personal de quien escribe, pero no muy lejana de lo que piensan cientos de personas, especialmente el guía de la jornada, Pável Balderas Espinoza, técnico del Observatorio Astronómico Nacional de Santa Ana.
Una fresca brisa, el sol al descubierto y un guía que se toma su día libre para abrir las puertas de este centro científico al equipo de Verdad con Tinta.
“El mejor cielo está aquí”, dice con una ligera sonrisa Pavel, quien cumple 34 años de servicio en este centro. Toda una vida, toda una pasión.
Balderas es el encargado de hacer el recorrido por los principales puntos del Observatorio que comprende unas 3 hectáreas que fueron donadas por la familia Kohlberg.
Precisamente, el terreno está rodeado por el paisaje de la campiña tarijeña con las principales bodegas alrededor. “La familia en su totalidad se mostró presta a darnos los terrenos siguiendo el legado de don Julio Kolhberg, para que sea un lugar dedicado a las ciencias”, recuerda Balderas.
El recorrido empieza con la observación del pequeño equipo para el servicio de la hora. Es una radio de onda corta, osciloscopios, dos relojes de alta precisión de cuarzo, dos relojes electrónicos con pantalla digital, mismos que están apagados, pues quedó fuera de tiempo, no por fallas en precisión de los datos, sino porque es de los años 80’, cuando todavía no se conocía el internet.
Balderas con su uniforme compuesto de un chaleco y una gorra caqui con el logo de la institución, lo mira con nostalgia, literalmente, retrocediendo en el tiempo con su mente.
Es hora de seguir, el camino transcurre por el salón principal, ubicado cerca de la entrada, ahí están las maquetas del observatorio. El sitio está adornado con recortes artesanales de estrellas y planetas, sirviendo para reuniones o exposiciones.
En las oficinas que siguen a su lado, se encuentran guardados pequeños telescopios que son utilizados para el trabajo de investigación, como también de educación, generalmente son llevados a la ciudad para una serie de exhibiciones, o a las instalaciones de la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho (UAJMS) de la que depende este centro.
El primer gran telescopio se encuentra a unos metros, pueden verse árboles ornamentales y rosales alrededor de los caminos.
“Tenemos amplias áreas verdes y se ha querido respetar las especies nativas como el churqui y chañares que se mantienen bajos con poco follaje para evitar que obstaculicen la visibilidad del cielo”, explica.
Todos estos trabajos también son realizados por los técnicos del Observatorio que entre risas, se hacen llamar por momentos como “todólogos”.
Incluso, atrás puede verse un pequeño garaje o taller donde se encuentra el jeep de la institución, uno de los años 80’, que es una y otra vez reparado por los técnicos del Observatorio que le tomaron un cariño especial.
“No queremos vehículos modernos ni nada por el estilo, lo que necesitamos es el aporte económico para proyectos de envergadura científica”, refiere con relación al presente de la institución.
El ingreso para ver el primer gran telescopio, hace volar la imaginación como si uno estaría entrando en una de esas naves de las clásicas películas de los 60’ o 70’ como, El Planeta de los Simios.
Se ingresa por una pequeña puerta para apreciar la cubierta del astrógrafo de expedición, el primer equipo instalado en el año 1982. En las paredes se encuentran las antiguas placas fotográficas, pues en ese entonces no existía la imagen digital.
De pronto, el piso empieza a moverse en forma circular, tomando por sorpresa a los periodistas, generando un pequeño susto y unas posteriores sonrisas.
Con este primer telescopio, los rusos hicieron seguimiento e investigación a los movimientos del cometa Halley.
El recorrido continúa con el telescopio reflector Zeiss 600, con una instalación más grande y más allá de la vista del mismo equipo, el paisaje que se ve desde ahí es cautivante, pues está envuelto por la campiña.
Este telescopio es utilizado especialmente para el público, desde ahí se hacen observaciones de la Luna, Júpiter, Marte y Saturno. También son observadas las súper novas o explosiones estelares.
El guía lleva al equipo al espacio del reflector Zeiss 600 II. Este nuevo telescopio está instalado y en funcionamiento, con el que realizan observación como registro de basura espacial.
Las imágenes son de película, pero reales.
El paseo termina con el planetario, cuyo pasillo de ingreso tiene una pequeña muestra de los planetas, las constelaciones, las galaxias y un simpático traje de astronauta para posar en la foto de la posteridad.
Adentro del planetario pueden recrearse los cielos del pasado y del futuro, difícil de explicar en palabras, pues con solo alzar la mirada, las constelaciones juegan con la mente del visitante.
El sitio permanece activo, con un bajo presupuesto que no sobrepasa los Bs 500 mil anuales, para un sitio científico de este tipo y un equipo de hombres apasionados en lo que hacen.
La Gobernación de Tarija asegura que este sitio no cerrará y que hará los desembolsos correspondientes, pero hasta la fecha, todo sigue congelado.
La Universidad Autónoma Juan Misael Saracho, de la que también depende por normativa, también afirma que hizo los trámites respectivos para efectivizar el pago de la Gobernación.
Ante la falta de presupuesto, incluyendo sus mismos sueldos, los trabajadores decidieron parar con las visitas de las personas, lamentando que hay olimpiadas científicas cuando este es un sitio perfecto para la preparación de los estudiantes.
Su presente es inestable, pero sus trabajadores tienen una postura bien marcada.
“Así dejen de enviar recursos y no den más presupuesto, vamos a seguir aquí, no lo vamos a dejar”, confesó Balderas.
Balderas toma un respiro, le salen unas cuantas lágrimas, guarda silencio y vuelve a responder. “Pasamos por diferentes momentos difíciles, pero salimos adelante”, fue en ese momento que recordó el antiguo jeep de la institución, con el que alguna vez hicieron una huelga, las increpaciones que sufrieron, en fin, momentos difíciles que se repiten en una sociedad, en la que el tema científico todavía no es prioridad.
Indicó que ya se dio alguna vez una situación de estas características, donde los seis trabajadores y su director, Rodolfo Zalles Barrera, ante la falta de recursos, vieron alternativas de trabajo, pero se daban tiempo en las noches para ir al observatorio, adentrarse en su silencio y seguir operando en lo que les entusiasma.
“Seguiremos, esto nunca cerrará”, afirmó entre lágrimas Balderas, en una carrera entre mil oscuras noches, o quizás una más.