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Mercedes Bluske Moscoso y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta- agosto2017) Miguel Wiñazki inició haciendo crónica deportiva en la difícil década de los 70, cuando veía desaparecer a compañeros de la prensa, quienes eran perseguidos por la sanguinaria dictadura que ocupó la mayoría de los países sudamericanos en esa época, en su caso la Argentina.
“Fueron los años más difíciles para el periodismo”, recuerda con tristeza.
Al ingresar la democracia a la Argentina en 1983, los gobiernos usaron otras artimañas para desacreditar el trabajo de los periodistas, pero especialmente, por conseguir el silencio de los mismos.
Uno de los casos que más le marcó en su vida fue el embargo en el Gobierno de Carlos Saúl Menen (1989-1999).
Cada Gobierno tenía sus formas de atacar a la prensa, el de Menen utilizaba la presión judicial. “Te procesaban de todo”, acota.
Wiñazki, por sus trabajos de investigación llegó a tener más de 19 procesos en su contra.
“Fue una época bastante difícil para mí, no tenía sueldo para comer, porque no podía cobrar, tenía todo embargado”.
Recuerda incluso la ironía de las autoridades que lo procesaban. Cuando se encontraban en la calle o en algún evento social, lo saludaban regularmente y hasta destacan su labor periodística. “Pero si vos me estás procesando”, les decía y le respondían, “son cosas de la política”, entre risas. “Era de no creer”, dice todavía sorprendido, mientras se agarra la cabeza.
Los sueldos de Wiñazki y otro periodista, fueron embargados por orden de una juez para pagar la indemnización que le otorgó la Sala 1 de la Cámara Civil a Zulemita Menem, la hija del expresidente Carlos Menem, por el “daño moral”, causado a la primera dama en sus notas de prensa.
Ambos periodistas habían sacado dos notas que detallaban supuestas irregularidades en su carrera como alumna de la Universidad Argentina de la Empresa (Uade) y de la Universidad de Belgrano.
Pasaron los años de Menen y tras una corta transición, llegó el kirchnerismo, con los ataques basados en la desacreditación, usando los medios ultra oficiales, los movimientos sociales afines y especialmente, la nueva tendencia de las redes sociales de internet.
Con la experiencia de su trabajo en prensa, el periodista, Miguel Wiñazki, asegura que un medio puede subsistir y evitar la publicidad estatal, obviando así el “chantaje” de los políticos; sin embargo, esta situación en ciudades o regiones más pequeñas, es más difícil o hasta casi imposible.
Puso como ejemplo medios como Clarín, La Nación o Infobae en la Argentina que demostraron que pueden subsistir sin la publicidad estatal, dando un mayor margen para hacer un periodismo de investigación.
“Obviamente que hay condicionamientos por algunos intereses personales, pero tienes más margen”, aseguró.
Cuando la información es buena, “esta perfora todo los intereses” y termina por salir, por más limitantes que pongan los mismos propietarios.
En ciudades pequeñas, esta situación puede ser un poco más compleja, pues la economía se mueve en base al dinero estatal y las pocas empresas privadas que existen, dependen de la institución pública.
“Son pequeños feudos, donde puedes tener en cinco minutos al gobernador en la redacción si sacaste algo que no le complace”, compara.
Esta situación él la vivió en Argentina y cree que puede repetirse en otros países, con medios bien establecidos con una mayor libertad de contenidos en las mayores concentraciones urbanas y otros condicionados, en regiones con menor población.
“También depende mucho del éxito del medio”, refirió en cuanto al prestigio que el mismo pueda ganarse para establecerse y hacerse fuerte, pese a los ataques que pueda tener de autoridades de turno.
La experiencia de San Luis
Basado en su experiencia, Wiñazki compartió una anécdota a su paso por la provincia de San Luis, en Argentina, donde tuvo un corto paso por la pequeña sala de redacción de la capital.
“San Luis era un feudo”, dice de forma tajante, sobre la forma en la que los gobernantes manejaban la ciudad a su antojo.
Desde hace 34 años, la provincia es gobernada por una sola familia, los Rodiguez Saá. Durante el paso de Wiñazki por el diario de San Luis, vio al gobernador ingresar a la sala de redacción, con el diario en la mano, acusando de “traidores”, a quienes osaban escribir algo en su contra.
“¿Traidores por qué?”, se pregunta hasta la fecha Wiñazki. “¿Porque denunciaron una verdad?”, se vuelve a cuestionar.
“Renuncié y me renunciaron”, agrega respecto a su trabajo en el diario, el cual solo duró 28 días, porque su visión del periodismo, no se correspondía con los intereses de aquella pequeña redacción.
Para él, la mejor forma para hacer periodismo, es sin publicidad del Estado, algo que se logra solo consiguiendo suficiente éxito, a través de investigaciones y reportajes responsables.
Le tocó trabajar posteriormente en la revista Noticias, ya en Buenos Aires, es ahí, donde mostró a su jefe todos los datos recolectados en la universidad de San Luis, por estudiantes que le habían pasado sobre los casos de corrupción en aquel lugar.
“Veo un desfalco de 300 millones de dólares el año 1995”. Al mostrar todo este material, el editor de la revista se muestra admirado, incluso le preguntó qué famoso vivía en aquella región, al existir tanto dinero.
En este caso, había una serie de intereses, incluso del empresariado nacional, por eso su editor en Buenos Aires, le dijo que escribiera sobre el caso, pero en una columna que le había reservado.
“Él me pidió una columna y terminé escribiendo un libro”. El libro se llama “El Adolfo” y fue publicado el año 2002.
Para publicar este libro que le costó una investigación de más de cinco años, tuvo que mendigar por las editoras, en una que le rechazaron, le dijeron que el trabajo era excepcional, pero tenían miedo de publicarlo. “Me quería matar”, dice el periodista recordando todavía aquel momento.
El libro tardó, pero salió a la luz pública y tuvo fuerte repercusión en la Argentina, siendo uno de los más vendidos. “La noticia cuando es buena perfora”, recalca al hacer notar que de una u otra forma, saldrá por más obstáculos que tenga.