(Verdadcontinta-septiembre 2017) Existen decenas de referencias e historias inspiradas en el oso andino, aunque su mitología está fuertemente arraigada a la cultura andina, este animal permaneció alejado del imaginario de las primeras civilizaciones que habitaron el territorio nacional.
¿Por qué el oso andino no aparece en la cultura?, es la gran incógnita que intentó resolver durante un tiempo la bióloga Ximena Vélez-Liendo, quien dedicó su trabajo a la preservación de esta especie.
Las vasijas, los cántaros y los vasos ceremoniales hechos por los habitantes de las culturas incaicas e inclusive preincaicas, tenían característicos diseños con formas simétricas y otras con elementos copiados de la naturaleza, como animales.
“Si vas a cualquier museo, puedes encontrar figuras de animales: jaguares, pumas, serpientes, murciélagos, pero no encuentras al oso”, aseguró Ximena, quien explicó que en los restos arqueológicos de aquellas culturas que habitaron en Bolivia, no aparece el oso, pese a que el animal ya habitaba en la zona desde hace miles de años.
De acuerdo a un estudio realizado por la bióloga Susanna Paisley, la ausencia de los osos en la cultura se debe a que éstos eran considerados dioses por las culturas preincaicas que, al ser colonizadas, fueron prohibidas de venerarlos y de realizar cualquier tipo de representación en la que pudieran aparecer.
De acuerdo a Paisley, esta podría ser la razón por la que el oso no fue encontrado en restos arqueológicos de aquellas civilizaciones.
Sin embargo, contrariando aquella teoría de Paisley, existe un mito que data de la época incaica que asegura que los incas habían construido muros defensivos en la zona para frenar los ataques de los guaraníes.
Los incas creían que el jucumari se les aparecía para alertarles mediante gritos, que los indios guaraníes se acercaban para realizar un asalto.
Por su parte, la cosmovisión andina, especialmente de la cultura aimara, también podría explicar la ausencia de un animal tan grande como el oso, dentro de las expresiones culturales de la época.
Para las culturas andinas la “Pachamama” tenía un rol muy importante dentro de su cosmovisión. Su presencia en el cosmos se realizaba a través de tres instancias: el “kaypacha”, como el presente; el “ukupacha”, como el pasado y el “jananpacha” como el futuro. La correspondencia psicoanalítica sería: consciente, subconsciente y supra consciente.
El jananpacha es la tierra de arriba, lo superior, el cielo, es el ámbito del sol, la luna y las estrellas. Kaypacha es la tierra del medio, donde habita temporalmente la Pachamama que pasa por los tres planos. Por último, el “Ukupacha” corresponde a las profundidades de la tierra, el inframundo.
En aimara el oso andino es denominado ukumari que, según los expertos, etimológicamente significa “ser de las profundidades”.
De acuerdo a esta cosmovisión, aunque los tres “pachas” forman parte de un todo, no se pueden mezclar sus elementos entre sí, porque se rompería la armonía y el equilibrio.
De esta forma, como el oso aparentemente pertenecía al ukupacha, no podía ser representado a través de dibujos o vasijas en el kaypacha.
Según Velez-Liendo, los primeros registros del jucumari dentro de la cultura boliviana, serían de la época de la colonización.
El jucumari y la diablada
El jucumari juega un papel importante dentro de la diablada, la danza que simboliza la lucha del bien contra el mal.
El jucumari es el mediador de la pelea entre los ángeles y los diablos, tomándose la libertad de realizar travesuras de todo tipo y alegrar a la gente. El oso andino representa la fertilidad y es quien abre paso a los bailarines entre la multitud, invitando a los espectadores a bailar.
Para Ximena, la presencia del oso en la danza de la diablada tiene origen en la fuerte representación andina de la misma. A su vez, la presencia del animal se relaciona con el Ukupacha, también conocido como Alax Pacha en aimara, ya que el jucumari sale del inframundo, de la profundidad de las minas, para hacer sus travesuras durante los días de la fiesta.
Según el potosino, Juan José Toro Montoya, quien es Premio Nacional de Historia del Periodismo, el oso andino fue incluido en las últimas décadas en la diablada desde los años 70, como una referencia al minero que sale del socavón cubierto de minerales.
“Los personajes fueron agregados recientemente, fruto de la estilización de la danza”, aseguró el historiador, quien además agregó que en un principio, la danza estaba integrada únicamente por los diablos, el arcángel Gabriel y la China Supay, “no aparecía ni el cóndor”, que en la actualidad es uno de los principales símbolos de esta danza tradicional.
“El jucumari te va a robar”
Sin duda alguna una de las leyendas más conocidas del jucumari, es aquella que relatan los abuelos a los nietos, asegurando que el oso roba a hombres y mujeres para llevarlos a su cueva con el fin de tener hijos con ellos.
En el caso de las mujeres, el jucumari las embarazará y en el caso de los hombres, ellos serán quienes preñen a la osa.
Aquella leyenda es tan fuerte, que trasciende fronteras. En los cinco países donde habita esta especie, los habitantes repiten a viva voz “cuidado con el oso, porque te va a robar”.
En Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, el mito está fuertemente instalado en el imaginario social, especialmente en las poblaciones rurales que son las más cercanas al hábitat del jucumari.
La experta Ximena Vélez- Liendo, asegura que esta historia está muy enraizada, sobre todo, en pueblitos en los que la gente nunca ha salido a otro país.
“En cierta forma se cree que hay alguna conexión con la colonia, cuando llegaron los españoles, porque en España pasa lo mismo con los osos pardos”, explicó la bióloga respecto a que en ese país europeo, se cree que estos animales roban a las mujeres.
A modo anecdótico, Ximena contó al equipo de Verdad con Tinta que el día que se votó para aprobar el proyecto de ley que busca proteger al jucumari, nombrándolo patrimonio natural, una de las diputadas votó en contra, argumentando que el oso “roba a hombres y mujeres”.
Si bien el proyecto de ley fue aprobado con nueve votos contra uno, esta historia refleja la fuerza que tiene la leyenda del jucumari en el país.
Lejos de lo anecdótico, la historia de “El Hijo del Oso”, según la tesis de la bióloga Susanna Paisley, es uno de los elementos vitales de la cultura andina. Según esta historia, tras nacer el hijo del oso con el hombre o la mujer, este es mitad humano y mitad animal.
El hijo ayuda a escapar a su padre humano de la cueva para llevarlo a la aldea. Generalmente, el oso termina siendo asesinado por los aldeanos.
Por su parte, el hijo debe lidiar con sus instintos animales y generalmente sufre la amenaza de ser atacado por el pueblo, pero siempre termina convirtiéndose en el héroe de la historia, tras realizar alguna labor digna del perdón de los aldeanos.
Según Paisley, entre los relatos más antiguos de esta historia, se encuentra el escrito por Fray Reynaldo de Lizarraga en Cochabamba, Bolivia en 1590. “Por Cochabamba hay osos muy grandes que persiguen a las mujeres; cuando ellas los ven, no prestan resistencia alguna”, dice el fragmento.