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Nelson Pandorga
1.
“Seguro esta noche, loco, no falles… ya va acabar el año”. Guiña el ojo, manda un beso: en el índice la flecha, en el pulgar el arco. Son las tres de la tarde del 3 de enero. El aire acondicionado enfría los culos que quedan en la vagoneta con los trajes de baño todavía húmedos. “¡Hermoso Corana, llenito de gente! ¿O era Tolomosa?”. Conservadora-chorizos-Paceña-Karpil. En la Hilux de hace 10 años suben la Ballivián, atraviesan la Domingo Paz, están en San Roque. “¿Subo esta calle?”, “Sí, estoy alojado justo antes de la Cochabamba, todas las mañanas me despiertan las campanas de mierda a las 11”. El eterno retorno de las voces del verano, por cada par de genios una miríada de opas. No hay alfombra roja. “San Roque, San Roque – remonta las gafas de sol el humo del cigarro en el retrovisor- ¿dónde andará torciendo tu Quijote?”.
Elena bosteza y la barba se le espesa, se ha rapado la cabeza. Boliche, manga corta, lenguas largas y ojotas. Verano del amor, ya llegó tu profesor. Los ojos negros de la noche exudan vino y limonero, ningún ser viviente es inmune a la oscura frescura de enero. Ayer una moza del campo / -ánfora de greda / colmada de soles y lluvias: / ¡olor de la tierra!, /amancaya rosa que invertida es una / lírica pollera-, / no quiso conmigo / bailar a la rueda / porque van diez años / que dejé mi tierra.