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Mercedes Bluske Moscoso y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta/diciembre2017) Las voces de las víctimas de feminicidio no fueron del todo apagadas, pues un grupo de mujeres grita por ellas, exigiendo igualdad y especialmente; justicia
“En Tarija necesitamos mostrar algo realmente fuerte para darnos cuenta de lo que nos está pasando como sociedad”, dice Alba Van der Valk Tavera, quien es vocera del colectivo ciudadano Ni una Menos, que empieza a tomar fuerza en el departamento.
Alba se toma serenamente un café, y más que una entrevista, ella prefiere conversar, charlar sobre la realidad que están viviendo las mujeres en Tarija, siendo ella una de las testigos de los casos más desgarradores.
Los nombres de las víctimas los cita como si fueran de un familiar suyo, pues le duele tanto como a una madre, cuando se entera de un nuevo caso. El último de ellos ocurrió en Huancoiro, en el municipio de San Lorenzo.
“Ni bien me enteré de la noticia me imaginaba a ella en el cerro”, dice afligida al pensar en la víctima.
Conforme va contando los casos en los que están apoyando a las diferentes familias, empieza a cambiar aquel sereno semblante con el que recibió al equipo de Verdad con Tinta.
Ana, Daniela, Katy, Bertha, Olga, Gerónima, Isidora, Dayana, Delina, son parte de los nombres que rondan por su cabeza. La mayoría son niñas o adolescentes, cuyas voces fueron apagadas por hombres violentos que en su momento se creyeron dueños de sus vidas.
Respira hondo, toma un sorbo de café y la simpática mujer vuelve a mirar al periodista a los ojos, dando con cabalidad las fechas de las muertes de las víctimas como el estado de sus procesos.
La claridad de sus ojos se refleja en su alma cuando responde del porqué decide ser parte de este colectivo, pues requiere el uso de tiempo y también de dinero. “Nos quedan Bs 23 de la última marcha”, dice con una tímida sonrisa.
“No conozco una mujer que no haya sufrido algún tipo de violencia”, responde contundentemente.
Recuerda que desde niña vio situaciones de violencia, que para la gran mayoría de la sociedad son normales. “Que no puedas salir tranquila del colegio o de una fiesta sin que te piropeen o te digan cualquier cosa, eso es acoso y es un tipo de violencia”.
Explicó que no es lo mismo que un hombre consiga un cargo en una oficina que una mujer. Cuando la mujer asciende en un cargo es víctima de acoso sexual por los superiores o en determinados casos, o también es víctima de acoso laboral, mayoritariamente.
Pocos son los que destacan el logro profesional, pues se impone el chisme y el morbo, denigrándola, acusándola de dar favores personales a cambio del puesto, una situación bastante normal por estos lares, donde incluso las mismas mujeres se encargan de desprestigiar a sus compañeras.
Tarija en sí es un departamento donde el machismo está presente en las calles, en los hogares, aunque esta realidad es al mismo tiempo ignorada por los pobladores. Incluso por las mismas mujeres.
Pero existe para Alba una razón aún más fuerte para asumir este reto: ella es madre. No quiere que este tipo de casos sigan dándose en la sociedad, pues de seguir así, cada mujer queda expuesta, incluyendo sus hijas. Las hijas de todas.
En un momento de la entrevista vuelve al caso de Huancoiro, donde violaron y estrangularon a una adolescente de 16 años. Alba recuerda que en una hoja fue anotando los números de contactos que les puedan facilitar con el fin de llegar a la familia que vive en una zona de difícil acceso.
Aquella hoja se quedó en la mesa de su cocina, cuando volvió, la vio, e inmediatamente la destrozó y la echó al basurero.
“¡Te das cuenta!, esa hoja con los datos de tan horrendo crimen, estaban en la misma mesa donde comparto con mis hijas”, dice sin poder contener las lágrimas.
Se limpia el rostro, guarda silencio por unos segundos y con la suavidad característica de su voz, dice que así de paradójica es su actividad, pero tiene un fin que no piensa dejarlo, aunque tenga que digerir más tragos amargos.
Van der Valk es socióloga de profesión, y desde su mirada, percibe un problema profundo que se magnifica mientras más se aleja del área urbana para adentrarse en lo rural.
Recuerda el caso de violación y posterior asesinato de un menor de 13 años en La Talita, municipio de Bermejo, lugar en el que insólitamente, se registraron en tres años anteriores otros tres feminicidios.
La falta de políticas instituciones en la lucha contra la violencia, es una muestra de lo que se vive en las provincias.
En la ciudad de Tarija tuvieron que ver mucho las plataformas de defensa de los derechos del sector para la creación de la Secretaría de la Mujer y la Familia, aunque todavía queda camino por recorrer, especialmente en la justicia.
“Nosotras no somos objetivas, porque nos ponemos del lado de la familia de las víctimas”, aclaró Alba, indicando que la objetividad la deben tener los policías, los fiscales y los jueces, aunque esta situación no siempre es así.
La retardación de justicia, los favoritismos y el poder económico son factores que juegan en contra de las familias de las víctimas que deben mendigar por los pasillos de la Policía, los tribunales y la Fiscalía.
Pese a todas estas trabas, tres juicios en este año llegaron a una sentencia condenatoria con la pena máxima de 30 años para los acusados, quedando dos todavía en proceso, siendo un logro para este movimiento ciudadano.
De los cinco casos de feminicidio, llama la atención de este colectivo, que en tres de ellos, las víctimas habían denunciado anteriormente a sus agresores, sin ser tomadas en cuenta por las instituciones a cargo, tanto Policía como Fiscalía. Esta indiferencia costó el caso, pues los resultados fueron fatales.
Es por eso que esta organización sigue en pie ¡Ni una menos es un grito de interpelación!, asegura.
Alba se prepara para irse y al abrir su cartera para acomodar el cuaderno, saca su monedero, que resalta por tener la figura al medio de la mexicana Frida Kahlo Calderón (1907-1954), uno de los símbolos de la lucha femenina en el plano internacional.
Termina la conversación y le da el último sorbo a su café, tan amargo, tan fuerte como la realidad que le toca afrontar diariamente, pero su fin es claro como la taza de té que está al frente, esperando que los próximos días sean mucho más dulces.
1500 dólares por audiencia
Este es el monto que debe invertir cada familia de las víctimas de violencia por audiencia. Este es uno de los motivos por los que la mayoría de los casos se quedan estancados o sin el seguimiento de la parte afectada.
Los pagos a los abogados llegan a ser el costo más alto.