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Por Mercedes Bluske Moscoso
(VerdadconTinta-enero2018) En la presentación de su último libro, la escritora boliviana habló sobre las historias que la motivaron a escribir y los desafíos que conlleva
Aunque Tarija suele ser un destino poco usual para las presentaciones de libros, para Verónica Ormachea Gutiérrez, la pequeña ciudad fue el destino perfecto, pues para ella, es importante que la lectura y la cultura no queden atrapadas en la red del eje central.
Bajo esa premisa, la presentación de Los Infames y el re-lanzamiento de Los Ingenuos, sus dos últimas obras, fue realizada en la afamada librería Gisbert, que recientemente abrió su sede en Tarija.
Verónica llega a la librería y de forma natural empieza a derrochar gentileza y simpatía. La entrevista no empieza hasta que termina de saludar a los vendedores y representantes de la librería, pues le gusta conocer al personal que tendrá en sus manos a sus pequeños tesoros, sus libros.
“No me trates de usted”, dice con voz risueña con aquel típico tono paceño, mientras se termina de acomodar en la silla, satisfecha por haber conversado con cada uno de los trabajadores del lugar.
Verónica es fresca, sencilla y llena de energía. Es difícil mantenerla en un solo lugar por mucho tiempo y tiene la capacidad de realizar diferentes actividades al mismo tiempo. Características dignas de las personas hiperactivas.
Su currículum es muestra de aquellas actividades en las que, poco a poco, va canalizando su energía. Es escritora, periodista y politóloga, aunque asegura que lo suyo son las letras.
“Me identifico mucho más con la literatura, porque es un género más completo que cualquier otro”.
La literatura también le permite seguir en contacto con sus otras dos profesiones, pues su género predilecto es la novela histórica, que en la mayoría de los casos, toca temas políticos y siempre requiere de investigación periodística para recabar información sobre hechos históricos.
Aunque la novela es su género favorito, su primer libro fue una crónica en la que narra, nada más y nada menos, que el secuestro del empresario y político, Samuel Doria Medina.
“Un día le pregunté si podía escribir una serie de artículos sobre lo que le había sucedido, y él me propuso que escribiera un libro”, cuenta aún sorprendida.
La crónica cuenta las dos caras de aquella historia desde la voz de los principales involucrados: Samuel Doria Medina y los militantes del Movimiento Revolucionario Tupaj Amaru (MRTA), del Perú.
Aquel primer libro fue la punta de un profundo iceberg dentro del mundo de la literatura, en el que se inclinaría por un género más complicado: la novela histórica. “Ahí me di cuenta que también podía escribir ficción”.
El dato:
“Es difícil escoger un libro como mi favorito, porque se han escrito muy buenos. Hay algunos que me han impactado como La Metamorfosis de Kafka; La Peste de Camus; Crimen y Castigo, de Dostoyevski y la obra de Leo Tolstoy”.
Entre infames e ingenuos
Lejos del mundo de la crónica, en la que debía apegarse al relato de los hechos por parte de los protagonistas, Verónica asegura que el proceso para escribir una novela no requiere de inspiración, sino de transpiración
Los Ingenuos, su primer novela histórica, está basada en la Revolución de 1952, un periodo de la historia de Bolivia que siempre está presente en su vida, no solo por lo relevante que fue para el país, sino porque sus padres fueron exiliados en aquellos tiempos.
“Yo soy hija del exilio”, agrega con voz serena y pausada, mientras explica que ella nació en Nueva York a causa de ello.
Aquellos años de revolución en Bolivia se tradujeron en su primer libro. “No existía la novela de la Revolución del 52. Esta fue la primera novela que se escribió sobre el tema”.
Por su parte, Los Infames, su último trabajo literario, tiene como personaje principal a Mauricio Hoschild, uno de los barones del estaño.
El libro cuenta cómo aquel hombre, cuyo nombre aprenden los niños en la escuela, salvó la vida de más de 10.000 judíos gracias a la falsificación de pasaportes que les permitía llegar a Bolivia, huyendo del cruel destino que les deparaba en los campos de concentración.
Para Ormachea, la literatura es pura satisfacción y sus más dulces recuerdos están ligados a ella. “Perdón, estoy llorona”, dice intentando controlar las lágrimas que van brotando de sus ojos. Verónica se emociona al recordar las palabras de una profesora cochabambina, que le aseguró que sus alumnos habían adquirido amor por la lectura gracias a sus libros.
“No me interesan ni los premios ni nada, yo creo que ese fue el aporte más grande que yo he hecho”, dice mientras limpia las últimas lágrimas que empapan sus mejillas.