Ellas le pusieron rostro y sabor al Jueves Santo, a través de los manjares que preparan para vender en esta ocasión
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Mercedes Bluske
(Verdadcontinta-marzo/2018) Cual guardianas de la ciudad, en lo alto de la calle General Trigo, y a los pies de San Roque, se encuentran ellas esperando a los feligreses para hacer que su andar sea más sabroso.
Sus rostros son familiares, pues siempre tienen una sonrisa y una palabra amable para regalar a quienes en su quehacer diario, pasan por su lado, observándolas trabajar en silencio. Coincidencia o no, todas son mujeres y todas provienen del barrio Abaroa.
Eladia Fernández y Florentina Cardozo llevan 30 años apostadas en la cima de San Roque, con sus canastas llenas de una amplia variedad de masas típicas y con sus rostros sonrientes, marcados por una mirada pícara.
La iglesia es su segundo hogar y allí, ellas se sienten como en casa. “Buenas tardes señorita”, dice a la periodista, como quien da la bienvenida a su casa. Acto seguido, dibuja una sonrisa en su rostro.
La iglesia, que es su lugar de venta, no sólo es decorada con rosas pascua y hojas de palmera en Semana Santa, sino que el encanto de las fieles vendedoras pinta un paisaje especial, haciendo que el templo sea uno de los predilectos de quienes se disponen a hacer las siete estaciones.
Ellas, sin duda alguna, son la octava estación; la parada que todos esperan para descansar los pies y disfrutar de la gastronomía regional.
“Nos vinimos a vender al mismo tiempo”, cuenta Florentina, quien forjó un fuerte lazo de amistad con su colega y vecina de venta.
Mientas bate las claras con un poco de azúcar para poder agregar aquella fina capa blanca de fondant característica de las empanadas blanqueadas, Eladia habla de su oficio.
“Horneo todo el día, especialmente el Jueves Santo, para salir a vender en la tarde”, dice mientras mira de reojo sus creaciones reposadas en las canastas que están a su alrededor.
Aunque Semana Santa, es una época esperada por ambas amigas por las ventas, en medio del negocio intentan no dejar de lado la fe.
“Vienen mis hijos y nos vamos turnando para ir a visitar iglesias”, cuenta Eladia quien además, cuando puede, se “escapa” a alguna de las procesiones.
Ambas mujeres, pese a ser del barrio Abaroa, conocen San Roque como la palma de su mano, y no dudan en regalar una sonrisa o una palabra cálida a los vecinos de la zona, que se volvieron sus propios amigos.
A escasos metros de Florentina y Eladia, se encuentra Nelly, quien con mirada tímida y sonrisa nerviosa, cuenta cómo es su rutina.
“Un vasito de aloja doña Nelly”, debe ser una de las frases que más escucha a lo largo de día Nelly Caro Velásquez, quien vende refrescos en la esquina la iglesia San Roque hace ocho años.
Mientras arropa entre sus brazos a una pequeña de cuatro meses, Nelly cuenta que la aloja de cebada, aloja de maní el pelón y la linaza, son los productos más solicitados por los feligreses que, mientras realizan las estaciones, no dudan en hacer una parada gastronómica para deleitarse con los sabores tradicionales de Tarija.
Su jornada empieza todos los días a las seis de la mañana, con la preparación de sus bebidas, y concluye a la siete de la noche, con la esperanza de haber vendido todo lo que había dispuesto para el día.
El Jueves Santo no es la excepción, aunque ese día suele preparar unos litros extra, con la esperanza de que la venta vaya mejor, debido al flujo de personas que se aproximan a la iglesia.