Un olor, una inmensa sensación de tranquilidad en pleno centro caótico de la ciudad, ahí entre esas paredes se guarda lo más valioso de la ciudad: su historia.
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Mercedes Bluske Moscoso y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta/abril 2018) Miles de historias rondan las paredes del convento franciscano de Tarija, cuyas primeras piedras se pusieron un 18 de mayo de 1606.
Sus pasillos, su bodega, su campanario, el templo y especialmente aquella biblioteca guardan cada paso del crecimiento de la ciudad de Tarija, ahí está anotado cada suceso detalladamente, sin una coma suelta.
Su historia se remonta al 4 de mayo de 1606, cuando el pueblo de Tarija reunido en cabildo, pidió a la Audiencia de Charcas un convento franciscano.
El día 18 del mismo mes iniciaron los trabajos, que poco después fueron suspendidos por falta de consentimiento del Patronato regio.
Nació como “recoleta”, convento de estrecha observancia con actividad, sobre todo, litúrgica y espiritual.
La reducida construcción conventual, dedicada a Santa María de los Ángeles, se ubicaba entre la calles La Madrid y Daniel Campos, lo restante de las dos manzanas de terreno, desde la Colón y Bolívar, era huerta.
En 1618 se le retiró la característica de “recoleta”, por lo cual resultó ser convento de periferia con escasa capacidad de personal religioso en el conjunto colonial de Charcas.
La actividad religiosa se ejercía en un espacio precario, una capilla interina en la esquina de La Madrid y Daniel Campos.
Desde 1627 a 1645, se construyó el primer templo. Su arquitectura era en cruz latina, con crucero, presbiterio y nave hasta la actual puerta de Santa Bárbara. El Colegio de Propaganda Fide.
El 3 de abril de 1754, el comisario general Francisco Soto y Marne creaba el Colegio de Propaganda Fide de Tarija; y el 4 de octubre de 1755, a los misioneros llegados desde Ocopa, Perú, se les entregaba las pocas cosas de la ermita franciscana.
La nueva denominación implicaba que los frailes de Tarija tuvieran prioritariamente una acción misionera y un número crecido de hermanos. Resultó ser el “cuartel general” de los franciscanos en el sudeste de Bolivia.
Se inició con la construcción conventual, que usufructuaba poco de la precedente situación excepto en los términos de ubicación.
Se amplió el templo, se perfilaron dos claustros centrales, uno para los servicios y otro abierto hacia la huerta; en 1773 se construyeron las oficinas, que extendían el espacio conventual hasta la mitad de la cuadra Colón y Suipacha. En 1783 se edificaron la enfermería y la biblioteca.
En 1793 se ubicó la escuelita franciscana en la cuadra Colón-Suipacha e Ingavi-Bolívar. Los “fabriqueros” o arquitectos conventuales fueron Don José Hurtado de Saracho y el P. Antonio Oliver.
A partir de 1780, la complementación de ambientes, específicamente: enfermería y biblioteca como el embellecimiento del templo estuvo a cargo del hermano Fray Francisco Miguel Marí.
Con este número especial, te mostramos algunas partes de la historia local que dejaron su huella y que quizá quedaron empolvadas u olvidadas con el pasar del tiempo.
Historias que en su momento tuvieron a todo el pueblo movilizado o pendiente con la repercusión de los mismos.