Como en la película del italiano Roberto Benigni: La vita è bella de 1997, donde el personaje saca lo mejor de sí, en los momentos más críticos, despertando sonrisas en su niño, así, 20 años atrás, Nilo Soruco en una situación similar, cambiaba el destino de miles de personas.
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Mercedes Bluske Moscoso y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta-abril/2018) “Al optimismo de mi cantar encarcelado”, así la califica a la cueca La vida es linda, el autor tarijeño Nilo Soruco Arancibia (1927-2004+), cuya letra surgió en una etapa compleja, en aquellos difíciles años 70.
Al escucharla a fondo, sale una sonrisa y quizás una coqueta lágrima, pero de felicidad, pues con una letra tan sencilla, nos da un vuelco completo a nuestra perspectiva de vida.
¿Pero cómo surge esta canción? El lugar donde fue escrita es el menos pensado para una letra tan optimista o esperanzadora, es todo lo contrario… es un sitio cerrado, pequeño y frívolo, donde los únicos sonidos que se sienten no son de los acordes de una guitarra, sino de gente que es torturada.
El lugar es una cárcel, la de San Pedro en la ciudad de La Paz, son los años 70 y está Bolivia a la cabeza del entonces coronel Hugo Bánzer Suárez (1926-2001+), quien subió por un golpe de Estado.
El autor Nilo Soruco Arancibia, en ese entonces, era dirigente sindical de los profesores y además, miembro activo del Partido Comunista (PC), ambas etiquetas podían haberse convertido en su boleto a la muerte.
El contexto no es de los mejores y es precisamente, que un grupo de paramilitares, arresta a Nilo, aduciendo el delito sedición. Primero fue llevado a las oficinas de la Dirección de Orden Político (DOP), cerca de la plaza Murillo.
Ahí, el profesor y músico fue torturado con el fin de que “cante”, los nombres de los integrantes del Partido Comunista, de los dirigentes sindicales y que diga los planes que tenían.
Soruco no soltó una sola palabra, lo que generó que le torturen aún más, hasta desmayarlo de dolor.
En una ocasión, le sacaron las uñas de los dedos y posteriormente, le pusieron una guitarra en sus manos. “¡Ahora toca!”, le ordenaron los militares, que pareciera que gozaban del dolor ajeno.
Al no lograrle sacar palabra alguna con el dolor físico, utilizaron nuevas técnicas, torturar a sus allegados. Fue su hermano menor José Soruco, su “yunta” en las luchas sindicales, a quien apresaron y torturaron en el cuarto de al lado.
“Querían que al escuchar los gritos de su hermano, pueda decir los nombres de sus camaradas”, cuenta su hija, Sonia Soruco Verdún, al agregar que ni así, ni sufriendo en lo más hondo de su alma, iba a renunciar a sus principios.
Es en este contexto, entre la vida, la tortura y la muerte, que surge quizás una de las canciones más dulces del folklore nacional.
Inspiración
En medio de este aterrador momento, es que surge la pregunta de cómo escribe la letra de la canción.
La musa que inspiró esta letra tiene nombre y es Virginia Cadima, una joven de unos 18 a 19 años, que se encontraba locamente enamorada de su pareja, quien de un momento a otro, le dijo algo que la terminó por destrozar emocionalmente.
“Me voy lejos, la relación no puede seguir”, fueron las palabras de su novio, que la quebraron en ese momento.
Ella con este golpe, había tomado la decisión extrema de suicidarse.
Virginia, era la mejor amiga de Zemlya Soruco, hija de Nilo.
La decisión estaba tomada y su amiga desesperada.
Los allegados de la joven enamorada, trataban de no dejarla sola, para que no se suicide. El problema de la muchacha, llegó a los oídos de Nilo, en una visita que le realizó su hija en la cárcel de San Pedro.
“¡No puede ser! ¡No puede ser!”, le dijo Nilo, “dile que no haga eso, que tiene todo por delante, ella es joven, la vida es linda, decile que le voy a componer una cueca para ella, pero que no se mate”, le dijo a su hija.
Ella trató de evitar lo peor, mientras en la oscura celda, en medio de los gritos de quienes eran torturados y sin saber si él estaría vivo al día siguiente, compuso la cueca.
“Amar es vivir, odiar es morir, la vida es linda muchacha no llores, volverá el amor”, dice uno de los estribillos de la cueca que no solo lograría salvarle la vida a Virginia, sino alegrar a miles de personas que escucharían en diferentes versiones esta canción a lo largo de los años, incluso después de su muerte.
Con el pasar del tiempo, Nilo fue exiliado en 1973, y se salvó del fusilamiento, gracias a una valiente acción de su esposa, María Olga Victoria Verdún Cossío, quien se animó a contarle personalmente su caso al coronel Loayza, entonces a cargo de la DOP.
Virgina pudo ver la cueca compuesta exclusivamente para ella y sin duda alguna, le sacó una sonrisa, pero especialmente, le cambió la visión de vida que tenía, al entender que una letra de este tipo, había sido escrita por alguien que sufrió tres veces más que ella.
Posteriormente, pudo comprender que el amor de pareja va y viene. El joven que la había dejado, al parecer se había enlistado en la guerrilla y no la había abandonado por otra mujer como ella se imaginaba.
Lo poco que se sabe, es que Virginia vive actualmente en la ciudad de Potosí, con una familia establecida.
La canción fue y es cantada por diferentes artistas; mientras que el legado de Nilo Soruco no morirá jamás, pues la vida, sí, la vida es linda…
La cueca en la actualidad…
Ya sin Nilo en este mundo terrenal, puede verse en una de las versiones de esta canción realizada por la intérprete tarijeña Esther Marisol, en su videoclip promocional efectuado por la productora Chapakao, la representación de esta historia, en la que aparece Varinia Gumiel Soruco, su nieta, como una de las actrices, escenificando la visita de su tía Zemlya en la cárcel de San Pedro.
En otra versión del año 2016, aparecen representantes del folklore boliviano y argentino en un videoclip que en sus primeros meses superó los 30 mil visitantes. Artistas locales como David Chalup, Hugo de la Fuente, entre otros hacen una interpretación diferente de esta cueca, pero con la misma esencia.
La canción fue interpretada a lo largo de los años por reconocidos intérpretes y grupos como Los Canarios del Chaco, Los Cantores del Valle, Esther Marisol, Cecilio Mealla, entre otros de