Nelson Pandorga
8.
Nélido Real arregló tumbas durante décadas en el Cementerio General. Ayer por la tarde, acompañado de una reducida comitiva, reingresó por tiempo indefinido a su lugar de trabajo. “Aquí sigue trabajando, Nélido Real”, podría decir su epitafio. ¿Quién cambiará tus flores? ¿Quién antes de amanecer mantendrá para siempre acicalada tu tumba, Nélido Real? Nacemos llorando porque con el primer hálito se nos regala también universalismo abisal del tiempo, es decir las consecuencias de la traición / y la ansiedad y la medida de los días. La estatura de los recuerdos y los desvelos, el desembarco cotidiano y eterno de los atardeceres, el continuo desplazamiento rumbo al desbarrancadero. Desde lejos, aguardando atentos nuestro trastabillar final, seguro nos observan, los seres gaseosos. Seguro nos estudian.
Se complicó el tema de la muela del juicio pero mi odontólogo es un dulce. Dos días de no hacer nada, me recetó, junto con unas pastillas. Supiera que llevo en eso ya seis meses… Me viene bien la prescripción. Por la mañana leeré sin apuro, por la tarde un tanto menos todavía me apuraré. ¡Gelatina y sopa de pollo no, que me pongo loco! Cómo me rompieron la comisura. Mejor me acomodo una sublingual.
“Esa siempre más puta que lesbiana… el domingo llegó en estado lamentable a las 8 de la mañana, parecido al tuyo, que llegaste rato después”. “A veces se pierde y vuelve al rato, con un sobre de 30 pesos, eructando a picacha”. “¿Viste el mono orejudo con el que enamora ahora tu Gordibuena?”. “Es un tipo que ama la poesía pero no es correspondido”. “Es como ponerle triple chapa a una puerta de venesta, ese nunca va cambiar”. “Este pueblo está tan lleno que ya no hay ni donde ir a enomorar”. “Ya deberías llamar a la señora que limpia”. “Me dio miedo ese taxista tan perfumado”. “Yo he dau la idea… ejecutala vos”. Y las niñas perdiendo los juguetes en los árboles, y Dj Tieso periclitando hacia el fango desde la tarima, de geta, culo punta. (Vómito). Tan solo el beso de despedida de un pato, la rendija de una puerta sostiene a la tarde. Luego el silbido eléctrico, la espada con filo de sombra rasgando el cielo de lo que ya no será. Verano, esplendor y caída del imperio chapaco.