De pronto, el destino de dos estudiantes de la Carrera de Medicina se conecta con el de un niño; a los tres, la vida está por cambiarles
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Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta-julio/2018) Gonzalo, de 13 años, sale de su casa abrazado de su tío y con la mano izquierda dentro del bolsillo del pantalón. Está nervioso y se le nota en la actitud.
Aquel niño al que todos describen como inquieto y juguetón, está envuelto en un manto de timidez y ansiedad porque en tan solo minutos, la vida que hasta ahora conocía, podría cambiar por completo.
“Cómo está”, dice mientras estrecha la mano de Alejandro, con su mano derecha. La izquierda permanece en el bolsillo, a buen recaudo, y su mirada está puesta en el piso la mayor parte del tiempo.
Mientras Alejandro Bluske, un estudiante de la Carrera de Medicina que lo auscultará ingresa a su vivienda ubicada en el barrio Abaroa, Gonzalo no puede evitar apartar su mirada del suelo, para reposarla con curiosidad sobre el maletín que lleva el futuro médico.
“En esta casa, en este momento, vamos a hacer historia”, dice uno de los presentes en el patio de este domicilio, mientras los tíos, primos y la madre de Gonzalo, se sientan alrededor de la mesa que está a la intemperie, para ser testigos de aquel especial momento.
Y la historia tiene esa curiosa forma de ser escrita mientras nadie la ve, en los lugares menos pensados.
Y sí, aquel momento era historia. Se escribía un pequeño fragmento en la historia de la medicina moderna, sustentado en el hecho de que aquella pequeña ciudad de Bolivia estaba recibiendo su primer prótesis hecha con impresora 3D, y una de las pocas en el país.
Gonzalo Jesús nació con una malformación en la mano. Su palma no se desarrolló totalmente, al igual que sus dedos, los que se quedaron como pequeños muñones de carne que no superan el medio centímetro.
“Solo tiene la mitad de la palma”, dice Eulalia, su madre, mientras observa cómo el joven estudiante de 21 años, calza el implante que se sujeta en la muñeca de Gonzalo.
El ansiado día ha llegado. El destino permitió que Alejandro y Gonzalo se junten para iniciar un largo camino que les cambie por completo la vida.
Es un domingo invernal, aunque los rayos de sol disimulan el leve viento frío que pasa por la ciudad de Tarija. Una mesa, bancas y sillas, esperan al joven estudiante de Medicina y sus acompañantes. Alrededor, los familiares ansiosos observan todo el procedimiento.
Alejandro saca su pequeño bolsón y de ahí, sale la mano impresa en 3D a la medida del pequeño Gonzalo.
El joven pone todos los elementos a su disposición y le coloca la prótesis al menor, mientras un impaciente silencio invade a todos los presentes.
Dentro de ese bolso hay dos pequeñas pelotas de goma, el joven las saca y le pide a Gonzalo que trate de agarrarlas con su prótesis.
Primer intento…no pasa nada. El rostro de Gonzalo refleja lo mismo que el de sus familiares: un poco de desazón. “Tranquilo”, le dice Alejandro al explicarle que debe mover los músculos de su muñón para apretar la pequeña pelota.
Segundo intento…nada. Vuelve con fuerza el silencio a todos los presentes.
Tercer intento…se empiezan a mover los dedos, pero la pelota resbala, por lo que el futuro médico decide ajustar la tensión en los hilos que activan los dedos de la prótesis.
Cuarto intento…sujeta la pelota y salta la primera lágrima de emoción de Eulalia Valverde, la madre.
Gonzalo es incentivado por todos sus familiares a sujetarla una y otra vez, realizando la misma maniobra con la segunda pelota. Conforme pasan los minutos, el niño le toma confianza y ya las sujeta de diferentes ángulos.
Como logre sujetar la pelota, podrá hacerlo con vasos o cualquier otro objeto. Su vida empieza a dar un giro de 180 grados y, entre su tos, a causa del causa del resfrío que lo aqueja, trata de ocultar la emoción por vergüenza a los extraños.
Quienes no contienen la emoción son los familiares, la madre, el tío, los primos, hasta el pequeño hermanito de tres años, con un remolino de emociones mezcladas entre risas y lágrimas.
“Es una emoción grande”, responde Eulalia al equipo de Verdad con Tinta, segundos antes de romper en un llanto de emoción.
El padre no pudo ser testigo del mágico momento, porque pese a ser un domingo, debe trabajar como taxista para cooperar con la mantención del hogar.
¿Estás feliz?, le pregunta una de las visitantes a Gonzalo… “Sí”, responde tímidamente el niño.
La madre cuenta que una de las aficiones de Gonzalo es precisamente la bicicleta, al contar que diariamente va a una cercana “bicicletería”, para ayudar al propietario en diferentes tareas.
Él ya maneja bicicleta, según cuenta la madre, pero con la mano ortopédica, esta tarea será más sencilla, al igual que las labores que desempeña en la bicicletería.
“Es hiperactivo, hace de todo, no se limita con nada, ahora nomás que está resfriado que lo ven así”, agrega Eulalia, ya sonriente, mientras sostiene entre sus brazos a Lucas, el menor de sus 5 hijos.
La familia vive un domingo singular, único, podría decirse, en el que todos se juntan alrededor de Gonzalo para ver los avances de sus movimiento al recibir esta prótesis, que se convierte en una nueva oportunidad.
Encuentro con el destino
Todo está escrito…por lo menos eso dicen los creyentes, y entre los familiares de Gonzalo, piensan que una mano desde arriba fue amoldando este encuentro.
Alejandro y Fernando Gallardo, ambos estudiantes de Medicina en la Universidad Privada del Valle en Cochabamba (Univalle), trabajan en la implementación de prótesis impresas en 3D, mismas que bajarían notablemente el costo para aquellas personas que las necesiten.
Sin embargo, para hacer las pruebas necesarias, ellos requieren personas que necesiten las mismas y se presten para usarlas experimentalmente.
“Ambos salen beneficiados”, dice el padre de Alejandro, Rodolfo Bluske.
Ante esta necesidad, los jóvenes abrieron una página en Facebook con el nombre del proyecto, “Miracle”, donde hicieron los anuncios buscando personas que puedan prestarse a probar estas prótesis.
Familiares y allegados de ellos compartieron también las publicaciones, y precisamente uno de los tíos de Gonzalito, rápidamente tomó nota para contactarse con los innovadores bolivianos.
El tío del niño, Fabián Gómez, consiguió hablar con Alejandro a través de las redes sociales, haciendo que el proyecto inicie su rumbo.
“Es increíble lo que uno puede lograr si usa bien las redes”, resalta Fabián.
Mediante mensajes se fueron contactando y enviando las especificaciones que pedían los estudiantes. Los innovadores empezaron a trabajar la mano en 3D en base a esas medidas.
Conforme el proyecto avanzaba, el niño mediante su tío, les envió un video agradeciéndoles por su labor.
“Fue emocionante verlo por primera vez”, cuenta Alejandro, tras recordar esas primeras imágenes.
Pero el destino tenía preparado el encuentro que se dio el pasado domingo en ese barrio de sinuosas y estrechas calles de la ciudad de Tarija, donde está la casa de Gonzalo.
Cuando se da el encuentro, el tío le da unas palmadas en la espalda a Gonzalo, como una muestra de su cariño.
El hombre que hizo el contacto trabaja como taxista al igual que el padre de Gonzalo.
Para la madre del menor, este hombre es más que un amigo, en realidad es uno más de esta numerosa familia, como un ángel caído del cielo.
Con este primer encuentro, Gonzalo deberá probar la mano ortopédica y pasar toda la información a los jóvenes, de forma que ellos vayan tomando nota para concluir hasta fin de año, una definitiva, incluso si el menor quiere, con el color de su piel.
“Puedes escoger el color que desees”, le dice Alejandro, al indicarle que no es obligatorio que sea un tono de piel, puede ser de el color que él quiera.
“Lo que pueden hacer las redes”, dice una vez más Fabián, al momento de la despedida, tras ejercer el rol de cupido. Aunque no flechó precisamente a una pareja de enamorados, sí flecó al destino.
Esta historia no termina acá, al contrario, inicia sus primeros trazos, pues la misma puede cambiar el curso de cientos de vidas en Bolivia.