En el departamento de Tarija 8.076 personas viven con algún tipo de discapacidad
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Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta-julio/2018) La accesibilidad para personas con discapacidad, entendida desde el punto de vista arquitectónico, resulta visible a nuestros ojos y fácilmente podemos evidenciar que aún queda un largo camino por recorrer en ese sentido.
Sin embargo, la accesibilidad comprendida como inclusión social, presenta barreras mucho más grandes que la falta de rampas en edificios públicos y privados o más profundas que un par de baches en las aceras.
“Sabemos que hay barreras arquitectónicas, pero también mentales, que son las actitudinales”, dice María Eugenia Viera Pereyra, quien actualmente es jefa de la unidad especializada para personas con discapacidad, respecto a la forma en que la sociedad reacciona ante alguien con algún tipo de discapacidad.
“Discapacidad son todas las barreras que ponemos nosotros”, agrega. Para ella, los prejuicios y la indiferencia que muestra la sociedad hacia estas personas, son la imitación o el impedimento más grande.
Según contó María Eugenia, diferentes personas acuden a la oficina con quejas respecto al transporte, por ejemplo, los usuarios aseguran que los taxistas y micreros, al verlos en silla de ruedas, no quieren frenar para llevarlos.
“Muchas veces es porque no quieren bajarse a ayudarlos, y otras es porque como las personas con discapacidad tienen descuentos, no les conviene económicamente”, explica la profesional a la cabeza del Centro de Atención Integral para Discapacidad- CAID-, dependiente de la Gobernación.
En el ámbito de la salud, también encuentran falencias, pues las personas con discapacidad presentaron quejas asegurando que en el hospital y en muchos otros centros, no respetan la atención preferencial que tienen por ley.
Según Viera Pereyra, recibieron reclamos de personas que pese a su estado, hicieron fila durante “horas” para recibir una ficha, y al final, no fueron atendidos porque el personal estaba de paro o porque se acababan las fichas.
“Podemos tener una ciudad súper adaptada, pero si las personas no lo están, no avanzamos en nada”, hace hincapié, reforzando la idea que para mejorar la accesibilidad e inclusión, debe hacerlo la sociedad, no solo las infraestructuras.
Restaurantes, instituciones públicas, privadas y demás, son manejados por personas que no tienen conciencia de que en la ciudad también hay personas con discapacidad que quisieran hacer uso de sus instalaciones, pero se ven imposibilitadas porque nadie pensó en incluirlos.
No existen rampas, los baños son diminutos y el personal no está capacitado para tratar a una persona con discapacidad.
Ante esta realidad, el CIAD realizó un taller sobre el buen trato a las personas con discapacidad al personal de Administración de Aeropuertos y Servicios Auxiliares a la Navegación Aérea (Aasana).
“Buscamos romper con lo actitudinal para quebrar con las barreras arquitectónicas”, explicó la joven profesional sobre el objetivo del taller.
Durante aquella jornada, se dieron cuenta que en los baños, pese a que tienen el letrero para personas con discapacidad, no cabía una silla de ruedas.
Como en este caso, en otros lugares la norma no es cumplida.
La señalética es solo una referencia, pues detrás de los carteles y rampas, no hay un verdadero beneficio o comodidad para las personas con discapacidad.
En lo laboral la situación es similar. “Hay gente con discapacidad que es muy profesional, y no es tomada en cuenta”, dice en cuanto a la inclusión en este ámbito, la cual pese a existir una ley, no se cumple.