Artesanías y pequeños platos criollos, llenaron los detallados bazares colocados en la zona norte de la Llajta
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Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta-julio/2018) “¡Lleve su suerte sin blanca!”, gritaban casi al unísono los niños, unos bien vestidos de chapaquitos, otros con sus respectivos mandiles, esta vez, la imagen no es del barrio El Molino o Juan XXIII, donde fueron realizadas el pasado fin de semana las mini ferias de Santa Anita; los gritos vienen en realidad de unos cientos de kilómetros más arriba, en el centro del país: Cochabamba.
¡Rosquetes, hay ropita a cinco, zapatitos y cangrejitos por la fiesta de Santa Ana”, ofrece a los visitantes, Alicia Figueroa Barrancos, vestida de chapaquita, parada sobre una silla.
Al interior del local Los Leños Sabor Chapaco en la zona norte de la ciudad de Cochabamba fue realizada la tradicional festividad de Santa Anita, organizada por los propietarios de este local gastronómico junto con los residentes tarijeños, explicó a Verdad con Tinta, uno de los administradores, Manuel Figueroa Velasco.
“¿Cumpita qué está vendiendo?”, le pregunta uno de los organizadores a un simpático chapaquito con su sombrero y poncho rojo; “chirriadas, pepitas de leche, blanqueadas, masitas dulces, gelatina de pata, aloja de maní y linaza”, responde el niño, con una cabal descripción de su bazar.
“Tengo gelatinita mágica, sándwich de pavitas y donitas”, responde otra niña vestida con su floreada blusa tradicional.
“Tengo algunos juguetes”, dice otro niño vestido cuasi como el Chaqueño Palavecino, con el bazar a punto de cerrar la caja.
“Yo tengo blanqueadas”, sale al cruce otro pequeño vendedor llamado Alex, quien está bastante abrigado, pero no pierde el tono del evento con su sombrerito de chapaco.
Otra niña ofrece empanadas blanqueadas, gelatina de patas y muestra su bazar de suerte sin blanca. Esta primera ronda se cierra con los tamalitos que ofrece otra simpática señorita, mientras cae el sol en el atardecer cochabambino.
Así, unos 21 niños participaron de esta actividad de Santa Anita en la Llajta con unos 25 puestitos, donde los residentes compartieron un momento inolvidable, reavivando las tradiciones, además de hacer felices a los más importantes de la casa: los niños.