Pasaron de producir en el pequeño horno de su casa, a ser propietarias de un emprendimiento con maquinaria industrial
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Mercedes Bluske Moscoso
Había una vez un par de hermanas que iban todos los días al mercado de abasto de su ciudad para elegir los mejores tomates, para deshidratarlos en el pequeño horno de su casa y crear un producto que les cambiaría la vida. No es el comienzo de un cuento de hadas, sino el principio de una historia de ‘emprendedurismo’ llena de avatares pero, sobretodo, de bemoles.
María Rebeca y Estefanía Ferreira Ponce son las jóvenes protagonistas de la historia de Verona Gourmet, una pyme que se consolida en el mundo de las conservas, tras un peñascoso comienzo.
“Emprendedoras por accidente”. Así es como definen su ingreso en el proyecto de tomates deshidratados que las convirtió en ganadoras del concurso Incubadora de Empresas, y propietarias de un negocio que se abre puertas con paso firme a nivel local y en las principales ferias nacionales.
“Yo estaba en la facultad, era estudiante de la Carrera de Agronomía”, comienza el relato de Rebeca, de 25 años. Aquella jornada la muchacha asistió a clases para dar un examen y se encontró con la noticia de que el mismo había sido suspendido para que todos pudieran asistir a una charla que darían en su facultad respecto al concurso de Incubadora de Empresas. “Yo no tenía interés, así que me senté al final del auditorio para seguir estudiando”, cuenta con picardía.
Sin embargo, un par de ejemplos sobre emprendimientos en agronomía fueron suficiente para desviar su mirada de los libros. “Como tenía un pequeño huerto y producía hortalizas, me llamó la atención”, asegura.
Con la idea germinada en su cabeza, Rebeca volvió a su casa y no dudó en comentarle los pormenores a su hermana Estefanía, quien con su mismo entusiasmo y juventud, le propuso apostar por algún proyecto que les permitiera unir sus conocimientos y trabajar juntas. La gastronomía y la agronomía eran su único caballo de batalla y su única certeza.
“La idea era que yo pueda producir algo de mejor calidad y que ella pueda transformarlo”. Y así surgió la idea de los tomates deshidratados.
“Yo los había probado de una señora que trajo de Santa Cruz, pero ella los hacía para su familia”, dice tomando la palabra Estefanía, la más joven de las hermanas, con solo 23 años.
Para Estefanía el producto tenía las características adecuadas no solo por el sabor, sino por las costumbres de Tarija, donde las “picaditas” con jamones, quesos, vinos y demás productos de la región, ocupan un lugar importante en todas las mesas.
“Como a mí me gusta cocinar, siempre tenía ganas de agregar un toque de sabor con los tomates deshidratados, pero nunca los encontraba en Tarija”, dice Estefanía mientras mira los dos frascos de Verona Gourmet sobre la mesa. Aquella carencia en el mercado fue la señal clara de que apostaban por el nicho correcto dentro de las conservas, pues el mundo de los escabeches y las mermeladas, resultaba muy común.
“Mi hermana tenía Bs 200, y con eso compramos nuestros tomates, aceite y demás insumos para las primeras pruebas”, cuenta la mayor de las hermanas.
Con la aplicación ya encaminada, los requisitos completos y Bs 200 invertidos en los principales insumos, las hermanas afrontaban un reto mayor: preparar una receta de tomates deshidratados, digna de concurso.
“Sabía que me gustaba el sabor, pero no tenía una receta ni una fórmula”, agrega Ponce Ferreira, recapitulando en su memoria aquel tiempo al que describen como “una locura”.
Sin embargo ya no había vuelta atrás, ya estaban dentro de los 21 proyectos finalistas y debían responder ante los organizadores del concurso, o quedar descalificadas.
“Hicimos las primeras pruebas con una receta que encontramos y el resultado era horrible”, cuenta Estefanía recordando entre risas aquella primer experiencia frente al horno.
“Incomible”, se limita a decir Rebeca, escondiendo una carcajada. El problema era que en un par de días debían presentar su producto y no quedaba tiempo para más errores. Aquella noche Estefanía se amaneció en la cocina, hasta que finalmente terminó con un producto que le parecía aceptable.
“La desperté a mi hermana para que pruebe el resultado final, y el sabor era otra cosa”, cuenta la joven de cabellos dorados. Con el producto listo para aquella presentación, los días siguientes se los tomaron para perfeccionar la receta hasta obtener los sabores más sofisticados del tomate.
“Fue difícil”, reconocen. No solo debían afrontar el estrés del concurso, sino que ambas tenían materias y responsabilidades en la universidad. Además, al no contar con equipos de deshidratación, las jornadas de producción frente al horno de su cocina, se hacían interminables. “Teníamos el horno de mi casa encendido como una velita las 24 horas del día”, cuentan las hermanas, quienes tenían turnos media jornada cada una para producir.
Aunque mucha gente las desanimó a lo largo del proceso, y ellas mismas no querían elevar sus expectativas respecto al concurso, finalmente quedaron entre las 3 finalistas. Así, su pequeña inversión se tradujo en un premio de Bs 21.000, con el que pudieron profesionalizar un poco más su emprendimiento.
“Compramos un horno industrial, pusimos las condiciones de acuerdo a las normas en nuestra pequeña fábrica y nos sacamos un préstamo del banco”, cuentan evidenciando el compromiso y la responsabilidad que asumieron, pese a que sus inicios en el mundo de las pymes, como ellas describen, fue “por accidente”.
A su corta edad, saben en valor del trabajo, el peso de las responsabilidades y el esfuerzo de los sueños, pues nada de lo que consiguieron fue fácil.
“Hasta endeudarnos fue difícil, porque ningún banco nos quería prestar plata, quieren que seas rica para prestarte”, dice irónicamente Estefanía.
El producto está en el mercado desde hace aproximadamente un año, y aunque tuvieron que parar su producción durante un tiempo a causa de la construcción de la pequeña fábrica, Verona Gourmet planea un retorno que no dejará indiferente a sus seguidores.
Tal fue su éxito, que aún no logran dar abasto a su demanda. “En las ferias que participamos, se nos suele acabar el producto en un día, por lo que queremos aumentar nuestra producción, pero con pasos seguros”, explican.
A futuro, las jóvenes empresarias buscan hacerse cargo de toda la cadena productiva, por lo que en un pequeño terreno que tiene su familia, están construyendo un invernadero para producir sus tomates y garantizar su materia prima a lo largo del año.
“Así no dependeremos de productores que muchas veces nos fallan, y podremos controlar la calidad del producto”, expresa Rebeca, quien al ser ingeniera agrónoma, busca darle un toque ecológico a sus productos, utilizando solo conservantes naturales y evitando lo más que se pueda el uso de agroquímicos en su invernadero.
Verona promete ser un referente de los sabores y productos de Tarija y el mercado ha demostrado estar listo para este tipo de productos gourmet. Si quieres probar la magia de los tomates deshidratados, puedes encontrarlos en La Rotisería, los principales supermercados de la ciudad o simplemente haciendo tu pedido en su página de Facebook, Verona-Gourmet.