El encuentro inolvidable entre una madre y su hija, es parte de los relatos de fe que envuelven esta festividad religiosa


Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta-agosto/2018) Un pueblo, un monte y una iglesia. La vida de Chaguaya, un pequeño poblado del municipio de Padcaya es regularmente tranquila, con muy poca circulación de personas por sus angostas calles, con el viento que sopla fuerte haciendo volar alguna hoja.
En lo más alto del poblado se levanta el santuario, con su patio y pasillos vacíos; en su interior la imagen de ella, en un ambiente sereno, pero especialmente lleno de paz.
Solo falta una semana para que la situación de un giro de 180 grados en el lugar que pasará a estar copado por una multitud, el ruido de los vehículos, los vendedores y el eco del cansancio de los peregrinos.
Medios nacionales destacan que a lo largo de la festividad de Chaguaya llegan hasta unos 200 mil peregrinos de diferentes partes del país e incluso del exterior, especialmente el norte argentino.
Dicen que la fe mueve montañas, y los creyentes católicos que se encomendaron a la virgen, están seguros de que esta frase es cierta.
Para esta celebración no hay prestes, no hay bailes, no hay fiestas con alcohol. A diferencia de otras festividades nacionales el verdadero motor de esta festividad es la fe.
Por este motivo, cada vez son más las personas que se encomiendan a la virgen María desde el santuario de Chaguaya, pidiendo especialmente por salud.
Cientos son las historias de milagros relacionados con la virgen de Chaguaya.
Verdad con Tinta mediante una campaña realizada por nuestra página de Facebook, invitó a los usuarios a compartir historias ligadas con algún milagro a la virgen de Chaguaya.
A continuación, te presentamos las historias más emotivas compartidas en nuestra página de Facebook.

La imagen de la virgen de Chaguaya.
El milagro para una madre
“No soy tarijeña y no conocía la historia de la virgen de Chaguaya, pero un día hace años, dije en público ‘si pasa tal cosa, me voy a Chaguaya caminando’”, inicia su relato Guely España Llanos, una madre de dos niños, quien de pronto se vio conmovida por lo ocurrido tras su promesa.
Pasó lo impensado para ella como sus allegados. “¡Un milagro!”.
“En un corto tiempo pasó ese algo que pedí, en una época que no era de visita a Chaguaya, así que desesperadamente busqué información sobre la virgencita”, cuenta.
Los familiares le hicieron recuerdo de la promesa, por ende buscó cómo cumplirla, llegar a Chaguaya a pie, hacer el peregrinaje.
Esta mujer de Sucre llegó a Tarija hace 18 años en busca de mejores oportunidades laborales, pero la vida le tenía previsto otros planes, donde encontraría mucho más que un trabajo, hallaría el amor. En Tarija se casó y tuvo a sus hijos.
Cuando se le cumplió el milagro, no estaba en época de la festividad y al no conocer el camino, era peligroso que fuese sin compañía cuando no había caminantes por este camino.
“Aparecieron miles de obstáculos, y llegué hasta las lágrimas por mi desesperación de cumplir mi promesa, por que la virgencita me había cumplido un milagro”, refirió.
“Soy sincera, lo veía imposible, capaz por eso prometí algo que sabía que no pasaría”, dice todavía incrédula por lo ocurrido.
“No te aflijas, la virgen te concedió un milagro y ella sabe de tu voluntad por cumplirlo, pero ahora es imposible por la época, espera que llegue agosto, hoy anda en auto a escuchar misa y pídele de corazón que te permita cumplir lo prometido”, le dijo la madre al ver la desesperación de Guely.
Y así fue. Llegó agosto y pudo cumplir la promesa. “Amé ese momento”, dice al recordar el primer año de peregrinaje en que se rindió a los pies de la imagen de la virgen de Chaguaya.
“El siguiente año repetí mi caminata, la segunda vez me costó mucho, pero con lágrimas en los ojos llegué y creo que nunca me cansaré de agradecerle a la virgencita”.
Por eso, cada año en agosto, ella emprende rumbo por el camino del peregrino.
¿Cuál fue la promesa? El milagro fue el más grande, el más sencillo y único…sentir el calor de un retoño.
La niña de Guely estaba diagnosticada con autismo, por lo que gran parte de su vida la dedicó a los cuidados de ella, sin tener tiempo entonces para trabajar.
“Yo le pedí a la virgen que mi hija dijera mi nombre”, esa fue la promesa que hizo la madre, incrédula de que ese momento podría llegar. “Si lo decía yo iría a Chaguaya”.
La niña no formulaba palabra alguna, pero llegó un momento inolvidable. Pasaron apenas unos días de aquella promesa y de pronto… “Guely”, pronunció la niña.
“Lloré de emoción corriendo y saltando por toda la casa”, dice la madre todavía emocionada.
Ese fue el primer paso de una mejora gradual. “Ahora mi hija está en sexto de primaria, se rehabilitó un mundo, tanto que ya puedo trabajar y hacer mi vida casi normal”, resalta Guely que actualmente trabaja en la oficina de Impuestos Nacionales.
Cuando ella se dedicaba solo al cuidado de sus hijos, su esposo fue quien se encargaba de apoyar económicamente a la naciente familia.
La mujer que tiene ahora 39 años, ansía con volver a postrarse ante los pies de la imagen de la virgen de Chaguaya, aunque cada año siente que es más complicado.
“Quisiera de corazón, volver por lo menos una vez más, espero conseguir compañía y visitarla nuevamente”, culminó el relato, tan mágico como el milagro que vivió.
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Mercedes Bluske
