(Verdadcontinta-septiembre/2018) A simple vista, Li Ming y su esposa Yin Lan, lucen como dos ciudadanos más que no tienen nada que esconder. Están sentados en un banco, esperando pacientes la llegada de sus familiares, a quienes reciben con una gran sonrisa. Les han traído el almuerzo en bolsas plásticas: dos porciones de arroz con pollo. Yin Lan se pone de pie de inmediato y pide que le desajusten los grilletes. Han pasado casi tres horas y el juez boliviano que lleva la causa contra Ming y Lan por tráfico de vida silvestre no aparece. La audiencia se suspende por sexta vez.
Li Ming y Yin Lan son dos ciudadanos de origen chino con carné de identidad boliviano. El 23 de febrero de 2018 fueron aprehendidos en una pollería, de Santa Cruz de la Sierra, en posesión de 185 colmillos de jaguar, tres pieles del felino, partes de otras especies de animales, una pistola calibre 22 y una elevada suma de dinero.
Luego de un exhaustivo seguimiento de dos meses, las autoridades de la Gobernación de Santa Cruz, de la Policía Boliviana y el Ministerio Público realizaron un operativo conjunto que terminó con la captura de la pareja. Un caso sin precedentes considerado como el golpe más duro contra la biodiversidad de Bolivia.
Entre 2013 y 2018, unos 171 jaguares fueron masacrados en los bosques bolivianos, en la que se considera una de las peores matanzas desde los años setenta, cuando estos animales eran perseguidos por su piel. Hoy estos felinos son víctimas del mercado asiático que demanda partes de este animal, aunque ahora lo que más ansían son sus colmillos. Es así que hasta la fecha las autoridades han incautado de manos de contrabandistas chinos un total de 684 colmillos de jaguar. Todos ellos extraídos de los bosques de Bolivia. De esta cantidad, 119 fueron decomisados por autoridades de aduana en el aeropuerto de Beijing, en China. En la mayoría de casos, estos colmillos eran camuflados entre llaveros, collares, cajas de chocolate o de vino para eludir a las autoridades.
Este es el escenario al que se enfrenta hoy el felino más grande del continente americano.
Colmillos para la medicina tradicional china
Por muchos años, el tigre asiático fue perseguido y cruelmente cazado para ser utilizado en la medicina tradicional china. La depredación de este felino fue tal, que las autoridades se vieron obligadas a prohibir, por ejemplo, el uso de sus huesos en 1993. Sin embargo, esto no frenó la venta ilegal de ciertas partes del animal ni de productos derivados. Tampoco eliminó la creencia del poder mítico y la fuerza de este felino, y de sus cualidades para curar dolencias crónicas, enfermedades, reponer la energía vital del cuerpo y hasta funcionar como un poderoso afrodisíaco.
A esta lista de bondades medicinales que se le atribuyen al tigre asiático, hay que sumarle el uso de algunas partes del animal como amuletos religiosos para la buena suerte y como símbolos de estatus, fuerza y poder, para aquellas personas que las exhiben en collares.
A pesar que expertos en medicina de occidente tienden a desconocer el poder curativo que tienen las partes del tigre, en China, Taiwán, Corea del Sur, Vietnam y en los barrios chinos de Europa y América del Norte, las tiendas de medicina tradicional siguen comercializando productos derivados de este felino.
Pero considerando que los tigres se encuentran en peligro -con una población estimada en apenas 3.200 ejemplares – la demanda asiática se ha visto obligada a buscar un sustituto y ha encontrado el reemplazo perfecto en los jaguares. La presión, por lo tanto, se ha canalizado a los 173 000 jaguares que se estima habitan el continente americano, según un estudio publicado en marzo de este año.
Richard Thomas, de la organización Traffic, indicó que integrantes de su equipo han recibido también información sobre el ingreso de los colmillos y garras de jaguar al comercio ilegal para reemplazar las partes del tigre asiático.
Lo dicho por Traffic se confirmó el 18 de marzo de 2015, cuando las autoridades del aeropuerto de Beijing detectaron a un empresario chino, con negocios en Bolivia, tratando de ingresar al país 119 colmillos de jaguar. Estos fueron camuflados en cajas de vino cuidadosamente embaladas. Por este delito ambiental, el empresario chino de nombre Li fue condenado por la justicia china a cuatro años y medio de prisión por contrabando de vida silvestre. Además, tuvo que pagar una multa de 7826 dólares.
En Bolivia, los ambientalistas y expertos esperan que las sanciones sean más drásticas, aunque confiesan que no confían en la justicia boliviana ni en la sanción que le impartirá a los traficantes por el delito ambiental cometido.
Las mafias de colmillos que operan en el Beni
En el mercado de la ciudad de Trinidad, capital del departamento de Beni, no hay que dar muchas vueltas para toparse con un puesto de venta de partes de jaguar. En uno de ellos, el comercio de artesanías se combina con el de fauna silvestre. Y en los estantes se exhiben sin reparo, y a la vista de todos los interesados, dos cráneos que por su tamaño parecen de jaguares juveniles. Cada uno de ellos conserva intactos todos sus colmillos.
– ¿Tiene colmillos más grandes? –le preguntamos al vendedor, quien no responde hasta quedarse solo en el puesto.
– Sí, venga acá – dice susurrando.
Tarda segundos en abrir un viejo cajón para extraer tres colmillos de jaguar. Son bastante grandes, de unos ocho centímetros cada uno. Coloca un mantel de plástico transparente en la mesa para protegerlos y los acomoda con cuidado.
– ¿Cuánto valen estos?
– 100 dólares cada uno. Fíjate que son más grandes que los que están en los cráneos.
– ¿Tendrá unos 10 colmillos armados en collares?
– Claro. Te los puedo preparar, pero hasta mañana por la tarde.
– ¿Puedo sacarles una foto a estos tres de aquí?
– ¡No! Después me aparecen con su ‘’paco’’ (policía) al lado.
– Es delicado, ¿no?
– No, la pena máxima son tres años y puedo salir con medidas sustitutivas, pero me hacen perder mi tiempo. Y al “pendejo” que me haga eso voy y le planto ¡Pa! su tiro. Ahí sí voy a ir preso por 30 años.
Durante el recorrido por diferentes puntos de Trinidad, pudimos confirmar la venta ilegal de cuatro cráneos y 26 colmillos de jaguar. Los colmillos se ofrecen a 100 dólares cada uno, aunque en la China pueden llegar a costar entre 1500 y 5000 dólares.
Para Marco Antonio Greminger, encargado del proyecto de apoyo a la conservación de la fauna silvestre de la Gobernación del Beni, la Ley N° 1333 del Medio Ambiente debería ser más drástica para estos casos, ya que hoy las sanciones no superan los seis años. “Si encuentran vendiendo colmillos de jaguar a alguien, este reconoce su culpa y se le somete a un juicio abreviado, en el cual no le van a dar más de tres años y no irá a la cárcel. Entonces lo único que hará será ir a firmar un libro y luego seguirá con su negocio ilegal, que genera bastante dinero”, explica Greminger.
El tráfico de especies silvestres mueve millonarias sumas de dinero en el mundo. Un informe de la Iniciativa Global contra la Delincuencia Organizada Transnacional calculaba ya en el 2014 que el comercio de especies silvestres a nivel mundial movía alrededor de 19 mil millones de dólares anuales. Y a esto se suma otro reporte que coloca al tráfico de vida silvestre en la lista de las diez actividades más lucrativas del mundo, junto con el tráfico de armas, drogas y la trata de personas.
El jaguar es una víctima más de este negocio ilegal. Hoy se encuentra en estado vulnerable (VU), según el Libro Rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia, pero los científicos temen que el escenario para este felino se vuelva más complicado. Por el momento, la población de esta especie en Bolivia, según un nuevo estudio publicado en el journal científico Plos One, se calcula en los 12 845 ejemplares, es decir, ocupa el cuarto lugar, después de Brasil, Perú y Colombia.
Perú: mafias arremeten contra la población de jaguares en Iquitos
A carne ahumada, así huelen los pasillos del mercado Belén de la ciudad amazónica de Iquitos, capital del departamento de Loreto en Perú. No es un aroma a carne de vaca, de pollo o de cerdo. El olor es muy distinto. Se impregna en la ropa, en el pelo, flota en el ambiente. Desde una esquina del mercado una señora grita a voz en cuello: “¡Hay carne!”. Y aparece frente a nosotros el menú del día: carne de sajino (chancho de monte), carachupa (tatú), venado y lagarto. El menú solo sorprende a quienes visitan por primera vez este espacio. Mientras tanto, una anciana levanta un trozo de carne de venado y le pide a la vendedora que le despache cinco kilogramos. Decenas de miradas fijas y desconfiadas siguen cada uno de nuestros pasos.
Más adelante, un hombre nos ofrece seis tortugas vivas que tiene en un balde azul. Junto a él, una mujer intenta dominar a un diminuto mono tití que chilla descontroladamente, tiene la pata atada a una silla y se desespera mientras su dueña le ofrece un trozo de fruta.
De pronto una boyé (boa constrictor) disecada aparece en escena. “Ven joven, si quieres te la envuelvo bien para que la pases por el aeropuerto”, indica la vendedora.
– Me han dicho que usted tiene colmillos de jaguar.
– Tenía pero los he vendido todos. Pero cuando bajen las aguas del río me van a traer más. ¿No le interesa comprar pieles?
La mujer nos guía hacia lo que parece ser un almacén. Cruzamos una puerta de madera color azul y en el interior aparecen de golpe dos pieles de jaguar. Pide 200 soles (61 dólares) por cada una de ellas.
– ¿Cómo puedo transportarlas para viajar?
– Si quieres vamos donde un señor que conozco que te puede cortar la piel en pedacitos, te cobra 50 soles (15 dólares). Y sale bien acomodadito para que lo puedes llevar en tu maleta.
– ¿Y dónde puedo obtener los colmillos?
– Debes irte a las tiendas de artesanías, allí tienen.
En medio de esta escena cotidiana en el mercado Belén, las vendedoras comienzan a sospechar de nuestra presencia y el policía que nos escolta nos indica que es mejor retirarnos.
Le preguntamos a Pedro Pérez, biólogo experto en fauna silvestre e investigador del Instituto de Investigaciones de la Amazonia Peruana (IIAP), por qué es tan complicado controlar este tráfico de especies silvestres. Nos explica que existen las leyes creadas para fiscalizar esta actividad pero que no se están aplicando, sobre todo porque es muy complicado para las autoridades controlar esta venta ilegal de fauna silvestre en los mercados. «Cuando ha ingresado una autoridad, toda la gente vendedora se une y arma un gran problema y no le deja salir», explica Pérez.
Volvemos a indagar sobre la venta de partes de jaguar, esta vez en los puestos de artesanías de la Asociación de Artesanos ‘’Anaconda’’, área cercana al centro de Iquitos. En varios de ellos les ofrecen a los visitantes productos hechos con colmillos de jaguar, collares y hay quienes prefieren mantenerlos ocultos, fuera de la vista del público.
– Si deseas colmillos más grandes aquí en Iquitos, ya hay compradores seguros que
pagan 100 dólares – dice una vendedora.
– ¿Y quiénes los compran?
– Los chinos. Ellos los están comprando.
Los colmillos más grandes pueden costar entre 250 y 300 soles (76 a 91 dólares), y los más pequeños entre 100 y 150 soles (30 a 45 dólares).
En uno de los puestos, una mujer ofrece un cráneo de un jaguar juvenil a 350 soles (105 dólares) y señala que para el día siguiente puede preparar un ‘’precioso’’ collar con los cuatro colmillos.
En otra de las tiendas, un vendedor revela que debido a la alta demanda de colmillos, existen personas que adaptan los dientes de lobo marino (Arctophoca australis ssp.) para hacerlos pasar como si fueran de jaguar. “Los chinos llevan mucho los colmillos del otorongo, es como si fuera oro para ellos”, dice el hombre, mientras saca de una bolsa un cráneo de jaguar.
Esta es solo una escena de cómo operan los traficantes de partes de jaguar en diferentes mercados de Iquitos. Allí vendedores, turistas y algunos ciudadanos chinos se las ingenian para burlar los controles de las autoridades y una pena de cárcel no menor de tres años ni mayor de cinco años, según el Código Penal del Perú, por vender y comprar colmillos, garras, cráneos y pieles de jaguar.
«El tráfico de los colmillos de jaguar está teniendo un mercado bastante atractivo para el comercio. Entonces, al existir este mercado hace que la oferta y sobre todo la demanda de estos productos vaya creciendo», explica Dustin Silva, de la Dirección Ejecutiva de Flora y Fauna Silvestre, de la Autoridad Regional Ambiental (ARA) del Gobierno Regional de Loreto.
Silva indica que la demanda por los colmillos y otras parte del jaguar, puede a la larga generar un impacto en la población total de este felino en el Perú –estimada en 22 210 individuos, según un estudio científico reciente. Y a este escenario hay que sumarle un factor muy importante: que los jaguares se reproducen solo una vez al año.
Dada la problemática en Iquitos, uno de los retos que enfrenta la ARA de Loreto es fortalecer el control y fiscalización del tráfico de vida silvestre en los puertos fluviales. «Si bien existen puertos de control y aduanas, la magnitud de puertos en la Amazonía, hace que los controles sean mucho más difíciles», expresa.
“Como unas perlitas quedan esos colmillos”
Buscamos la versión del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) para preguntarles si están al tanto de esta situación en Iquitos, si tienen algún plan en marcha para combatir la venta ilegal de partes de jaguar en esta región, pero hasta el cierre de este reportaje no recibimos una respuesta.
Gabriela, una vendedora de pieles y colmillos de jaguar de una comunidad cercana al río Amazonas, en Iquitos, que pidió mantener en reserva su identidad, le explica a sus compradores cómo deben hacer para ocultar los colmillos de las autoridades. «Nosotros agarramos las hojitas sequitas y les envolvemos, bien envueltitos, bien bonito. Y les enseñamos que ellos tienen que esconderlo en medio de la ropa. Varias veces ya hemos hecho pasar así, porque si los encuentran les quita la aduana».
Gabriela confirma que ha crecido la demanda por las partes del jaguar en esta ciudad de la Amazonía peruana. «El año pasado nos faltó colmillos. Y cada grupo que entró semanalmente me preguntó si tenía colmillos. Hace una semana entraron los ‘chinitos’ y me preguntaron si tenía más colmillos para vender».
Esta comerciante ilegal de pieles y colmillos de jaguar señala que la aparición de compradores chinos en la zona es cada vez más frecuente. «A los chinitos les encanta, porque cuando tú los lavas quedan bien blanquitos, como unas perlitas quedan esos colmillos».
De acuerdo a un reporte del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), durante el período 2000 – 2015 se registró un único decomiso de 38 colmillos de jaguar en el Perú. Los que fueron hallados en unos almacenes de Lima, la capital de Perú, en marzo de 2015.
Rosa Vento, especialista de la Iniciativa Tráfico y Salud de la Vida Silvestre de la Wildlife Conservation Society (WCS) de Perú, agrega que se realizaron 34 decomisos más relacionados al tráfico de partes de jaguar en ese mismo periodo. Se confiscaron 9 cráneos, 14 pieles y 11 animales vivos. «Esto significa que es necesario seguir fortaleciendo los esfuerzos para educar y sensibilizar a la población sobre las implicaciones del tráfico ilegal», dice Vento.
Buscamos la versión del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) para preguntarles si están al tanto de esta situación en Iquitos, si tienen algún plan en marcha para combatir la venta ilegal de partes de jaguar en esta región, pero hasta el cierre de este reportaje no recibimos una respuesta.
Lo cierto es que nuestra visita a tres mercados de Iquitos muestra que el problema sigue vigente y la demanda en ascenso. En solo siete días constatamos la venta de 44 colmillos de jaguar, cuatro cráneos, cinco pieles y unas 70 garras, productos que confirman la muerte de 24 jaguares. Sumado a ello, un gran número de vendedores no solo afirmó haber tenido productos derivados de jaguar a la venta, sino que pronto los cazadores llegarán con más partes del felino, en cuando el nivel del río baje.
Brasil y el mercado de pieles
Thais Morcatty es una bióloga brasileña que se ha sumergido en el mundo del tráfico de vida silvestre. Ella investiga este tema como parte de su tesis doctoral, que desarrolla con la Universidad de Brookes en Oxford, Reino Unido, y nos cuenta que en los últimos cinco años se han realizado por lo menos 30 decomisos de partes de jaguar en Brasil. Lo que implica la muerte de 50 ejemplares.
“Eso parece poco, pero no lo es. Porque lo que hemos logrado ver hasta el momento es, con certeza, una parte muy pequeña de lo que realmente está ocurriendo, ya que es un comercio extremadamente escondido”, indicó.
Morcatty también reveló que lo que más se incauta en Brasil son las pieles, lo que confirma que aún existe una demanda importante en el mercado ilegal. ‘’Tenemos evidencia de un comercio, inclusive internacional dentro de nuestro territorio’’, dijo la investigadora.
En Porto Jofre, oeste del Estado de Mato Grosso, conversamos con Carlos Souza, un pescador que todos los años llega hasta ese destino, desde el Estado de Pará, en busca de la paz que le brindan las aguas de esta cálida región del pantanal. Este hombre nos mencionó que aún recuerda con pesar el caso de Sally, un jaguar que fue encontrado muerto el 29 de marzo de 2014 en el río Cuiabá. El hecho movilizó a la población local e incluso se llegó a ofrecer una recompensa de 2.000 dólares para descubrir a los autores del crimen.
Al caso de Sally se sumaron la muerte de otros jaguares que fueron abatidos ese mismo año en la región. Según las autoridades, estas muertes fueron causadas por traficantes de droga que usan los ríos Cuiabá, Paraguay y Pirigara para transportar cocaína entre Bolivia a Brasil.
«No fue la gente local que mató a Sally. En el Pantanal brasileño, las personas cuidan mucho a los jaguares, porque son un beneficio para el turismo», afirmó Souza. Esta región concentra 11 jaguares por kilómetro cuadrado, lo que se considera como la mayor densidad poblacional del felino en todo el continente, un hecho que ha permitido el desarrollo del ecoturismo.
La investigadora brasileña resaltó que cada jaguar es muy importante para el bosque, ya que al ser un predador que ocupa un área bastante grande (entre 50 a 300 km2 de bosque húmedo tropical, para encontrar sus presas), se encarga de controlar la población de otros mamíferos, especialmente especies de herbívoros y frugívoros. Y que el retirar tan solo un individuo de una población puede ocasionar un desequilibrio en un área grande del ecosistema y un impacto en la funcionalidad del bosque, explicó.
Víctimas de la falta de alimento
Para el biólogo Pedro Pérez, la percepción que tienen las comunidades en el Perú respecto al jaguar es bastante negativa. ‘’Si encuentran un felino lo balean’’, explica. ‘’Primero yo te mato antes que tú te vengas encima y me comas. Esa es la manera de pensar y una idea generalizada en casi todas las comunidades’’.
Y agrega que la raíz del problema está en la venta excesiva de carne de monte en Iquitos, unas 345 toneladas cada año.
A los jaguares les está costando encontrar en el bosque a sus presas naturales. “Si no encuentran sus presas ellos van a ingresar a los lugares donde están criando ganado y cerdos. Entonces ahí entran en conflicto con los humanos’’, indica el experto del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP).
Para Rafael Hoogesteijn, director de la iniciativa Conflicto Felinos-Ganado del Programa Jaguar de la organización Panthera, la cacería como represalia frente a los ataques de los jaguares al ganado, está más presente en las áreas en las que la caza ha bajado la abundancia de presas naturales.
Gabriela, la vendedora de colmillos y pieles, sostiene que en su comunidad le temen a los jaguares, ya que los consideran animales feroces. ‘’Cuando nosotros le vemos ya no le dejamos vivo. Es un animal bien feroz acá. Mayormente son los varones los que le cazan’’, dice.
Pero Pedro Pérez, que lleva años investigando a esta especie, explica que estos felinos le temen más a las personas y que las probabilidades de un ataque son muy bajas. ‘’Quizás en ciertas circunstancias pueden atacar, pero estas circunstancias son pocas. Normalmente ellos se alejan, se van. Nunca hemos tenido problemas con un otorongo’’.
Alguien quien conoce muy bien de estos conflictos es Bruno Fernando Boehme, un ganadero que vive en el municipio de Trinidad, departamento de Beni. Bemes afirma que ahí al igual que en otros departamentos de Bolivia en donde se practica la ganadería, el conflicto entre el jaguar y el hombre es algo grande y los ganaderos tienen muchas pérdidas. «En la mayoría de los casos la solución es matar al tigre (como se lo conoce en el país). Pero es una pena. Y existe esa creencia de que es un enemigo natural», expresa.
Me entrevisto con una de las personas a la que algunos ganaderos de Beni llaman para que les solucione su conflicto con el jaguar. El cazador, quien pidió no ser nombrado, se vanagloria de haber matado 28 jaguares, además de otra alta cantidad de pumas (Puma concolor).
“La primera vez que cacé un jaguar fue porque fui sorprendido y el prácticamente me atacó”, me indica. ‘’De una forma que casi muero y por muy poco me salvé. Y así creé un poco de rabia por este animal’’. El cazador afirma que ese resentimiento lo arma de valor al momento de salir al acecho del jaguar y apretar el gatillo.
– ¿Qué hace luego con los restos del jaguar cazado?
– La cabeza y la piel son un trofeo para el cazador. Aunque ahora, las garras, cabeza y piel son vendidas a los extranjeros, como son los chinos. Ellos pagan un buen precio, entre 2.000 y 3.000 bolivianos por los cuatro colmillos (entre 287 y 430 dólares). Y hoy en día la gente anda en busca de eso.
El reino del jaguar en desaparición
El hábitat del tercer felino más grande del mundo tenía una distribución amplia en el continente americano, pero hoy su territorio histórico se ha reducido en un 46%.
Un estudio en el que participó Rafael Hoogesteijn, además de otros investigadores, determinó que el área de distribución del jaguar en Latinoamérica está afectada, sobre todo, por la pérdida de hábitat. La transformación de bosques en cultivos de soya y otras grandes cosechas de agricultura intensiva a gran escala, el establecimiento de pastizales para ganadería y minifundios, son algunas de las principales causas de este problema que afecta a la población de jaguares.
Para Peter Olsoy, uno de los autores de un estudio científico que ha cuantificado los efectos de la deforestación y la fragmentación en las poblaciones de jaguares, los corredores utilizados por estos felinos para conectarse entre ellos son los más impactados. El estudio calculó la tasa de deforestación en las Unidades de Conservación de Jaguares (JCU –por sus siglas en inglés) y en los corredores entre los años 2000 y 2012. Los resultados de esta investigación indicaron que los JCU perdieron 3 778 000 hectáreas y que los corredores perdieron 4 597 900 de hectáreas de bosques en 12 años.
Olsoy explica que los corredores incrementan la diversidad genética, reducen la endogamia y ayudan a asegurar la supervivencia a largo plazo de la especie. Por lo tanto, la deforestación en estas áreas vitales para estos grandes felinos puede aislar poblaciones y llevarlos a la extinción.
La pérdida de hábitat que describe Olsoy en su estudio coincide con el avance de la deforestación en Bolivia y Perú. Según datos del Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP, por sus siglas en inglés), la pérdida de bosques en la Amazonía peruana durante el 2017 alcanzó la cifra de 143 425 hectáreas.
En el caso de Bolivia, según los Indicadores Ambientales de la División de Estadísticas de las Naciones Unidas (UNSD), el país se encuentra en séptimo lugar entre los 10 países con mayor deforestación a nivel mundial. Su superficie boscosa se redujo en 8 031 000 millones de hectáreas en un lapso de 25 años (1990-2015). En tanto que las cifras de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT), revelan que tan solo en 2016 se deforestaron más de 325 058 hectáreas de bosques.
San Carlos: donde cantan los jaguares
Después de contemplar un mágico atardecer amazónico, nos embarcamos en una navegación por el río Machupo, en el municipio de San Ramón, Beni, Bolivia. Luego de cinco horas, y casi a media noche, el motor del bote sufre un desperfecto y nos deja varados en medio de un río en el cual habitan caimanes negros (Melanosuchus niger) de hasta cuatro metros, capaces de voltear nuestro bote con facilidad. Van 30 minutos y Hairo, nuestro guía, no logra repararlo. Cuando intentamos alumbrar con las linternas, decenas de avispas se vienen directo a nuestra cara. Por un momento, nos preparamos mentalmente para pasar la noche en el bote.
Pero Hairo logra solucionar el desperfecto. Continuamos nuestro viaje, y luego de navegar otras cinco horas llegamos finalmente a San Carlos, una estancia ganadera de 5.160 hectáreas en donde se encuentra la Reserva Ecológica de Vida Silvestre ‘’San Carlos’’, un lugar en donde los jaguares están seguros de la cacería y el tráfico de colmillos.
Nicholas Mcphee es un australiano que desde niño siempre le apasionaron los grandes felinos. Vive en Bolivia desde el 2014 y hasta ahora ha tenido 80 encuentros con jaguares salvajes. A diferencia del cazador que entrevisté, que sale a buscar jaguares armado con un rifle y balas listas para aniquilarlos, Nick –como le dicen sus amigos– sale a buscarlos con una cámara fotográfica, esperando obtener fotos y videos que enseña a los turistas que lo contactan por medio de su organización, Nick’s Adventures Bolivia.
– ¿Cómo inició tu pasión por los jaguares?
– Siempre me han encantado los grandes felinos como el jaguar. Son como fantasmas, son animales muy difíciles de ver, inclusive muchos biólogos que pasan su vida en la selva nunca los han visto antes. Entonces siempre ha sido algo bastante especial para mí el poder verlos.
– ¿Cuál ha sido tu encuentro más especial?
– La primera vez. Fue en el Parque Nacional Madidi, aunque solo fueron cinco segundos pero luego de buscar durante 11 días fue algo increíble. Lo vimos sobre la ribera del río antes de que ingrese al bosque. Desde ese momento solo quise volver a verlos una y otra vez. Y aprender más sobre ellos.
La organización de Nick y la Fundación para la Conservación de los Loros en Bolivia (CLB), son dos instituciones aliadas que están promoviendo un proyecto pionero en Beni que por medio del ecoturismo está ayudando a la conservación de bosques y a compensar las pérdidas de ganado por el ataque de los felinos en la estancia San Carlos. Parte de los ingresos obtenidos en los tours, ayudan a que la estancia compense sus pérdidas ocasionadas por ataques del jaguar al ganado. ‘’La idea detrás de este proyecto es demostrar que los jaguares se pueden convertir en un beneficio y no únicamente en un problema. Que los ganaderos pueden coexistir con el jaguar y vean que existen alternativas que solo matarlo’’, explica Nick.
Por medio de los tours en San Carlos, Nick busca que las personas aprendan más sobre el gran felino. ‘’La mayoría de las personas que vienen nunca antes han visto un jaguar salvaje. Entonces les hacemos conocer que estos animales no son unas ‘máquinas asesinas’ y que no se comen a las personas todo el tiempo’’, comenta el ex marine que alguna vez estuvo en Afganistán.
Un estudio elaborado por el investigador Enzo Aliaga y el especialista en turismo sostenible Marcelo Arze, indicó que un jaguar vivo puede generar hasta cuatro veces más dinero a la economía boliviana por turismo, que lo que generaría su caza ilegal. Ya que un cazador obtiene un aproximado de 400 dólares por sus cuatro colmillos, pero vivo representa unos 116 dólares por ingresos por turismo. Entonces, considerando su expectativa de vida de entre 12 y 15 años, y con el flujo actual del turismo en el país, se podría generar unos 1.514 dólares.
Cae la noche en el bosque de San Carlos y en medio de la penumbra escuchamos los bramidos de un jaguar, o ‘canto’ como le dicen los pobladores locales. Primero, el sonido es distante, pero luego de un rato, lo escuchamos más cerca, como a unos 200 metros del campamento. Nick me explica que los jaguares machos realizan este tipo de bramidos principalmente en la Amazonia, con el fin de hacer notar su presencia y resguardar su territorio ante otros machos, o cuando intentan llamar la atención de alguna hembra.
Ciudadanos chinos vinculados al tráfico ilegal
En un lapso de dos años, entre 2015 y 2017, ingresaron a Bolivia 28 800 ciudadanos chinos. Estos datos, proporcionados por la Dirección Nacional de Migración, confirman además que el 70 % de este grupo llegó por motivos de turismo, alrededor del 25% por motivos no precisados o porque regresaban al país, y un 4 % por motivos de trabajo.
El embajador de China en Bolivia, Liang Yu, señaló en una entrevista con el diario el Deber que “en la actualidad aproximadamente 60 empresas chinas operan en Bolivia, y el valor de contrato de los proyectos alcanza casi 7 mil millones de dólares”. Y precisó que el dinero es invertido, principalmente, en la construcción de carreteras, de plantas industriales de azúcar, y en el aprovechamiento de recursos como el potasio y el litio. El diplomático señaló que Bolivia es el socio comercial más importante que tiene la China en la región.
Pero esta alianza comercial no viene libre de condiciones. Tal y como lo indica el artículo 2 del Decreto Supremo N° 2574, del 3 de noviembre de 2015, las empresas contratadas deben estar “conformadas con capital mayoritario provenientes de personas naturales o jurídicas de la República Popular China, que se encuentren constituidas en su país de origen o en el territorio del Estado Plurinacional de Bolivia”.
Para la bióloga especialista en conservación y manejo de vida silvestre, Ángela Núñez, esto explica la llegada de ciudadanos chinos a Bolivia y el incremento de la caza ilegal de jaguares, así como la creación de redes de tráfico ilegal.
Lo dicho por la experta, además, se confirma en la sala de audiencias que juzga a Li Ming y Yin Lan por el delito de destrucción o deterioro de bienes del Estado y la riqueza nacional, según el Código Penal boliviano. Esta norma establece una pena de uno a seis años de prisión. Y, dada la gravedad del hecho, las autoridades y representantes de la sociedad civil han pedido que se aplique la pena máxima.
Y así, mientras la aletargada justicia boliviana avanza a su propio ritmo, en algún lugar de las selvas sudamericanas una bala que sale disparada a toda velocidad acaba de abatir a un jaguar aterrorizado, al que cazadores insensatos le arrancarán sus colmillos.
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