Tranquilidad. Esa es la razón por la que cientos de personas llegan a la ciudad de Tarija, especialmente a sus alrededores en el área rural. Para Ernesto Guevara de la Serna (1928-1967+) no fue la excepción, especialmente si estaba en su mente un plan de rebelión.
“Estamos seguros de nuestra revolución, y parece que esa fe ha trascendido a nuestros hechos como a nuestra capacidad de defensa”, declaró Guevara el 22 de febrero de 1964 en una entrevista en La Habana, Cuba, con la periodista norteamericana Lisa Howard (1930-1965+) de la cadena ABC News.
Esas declaraciones fueron el preludio de un desenlace fatal para ambos: la periodista se suicidó un año después y el Che sería ejecutado en Bolivia, a tres años de ese encuentro.
Ernesto Guevara en aquella entrevista fungía como ministro de Industrias de Cuba, pero su pensamiento estaba afuera, quería seguir con la revolución más allá de los límites cubanos. En realidad él, en su mente, no veía frontera alguna.
Un año después de esa entrevista, el “Che”, -apodo que se ganó en Cuba por su característico acento argentino- se fue de lleno a una expedición al Congo, en África, para apoyar a un grupo marxista. El contexto con el que se encontró no era el esperado, por lo que se criticó así mismo, tomando esta mala experiencia como un aprendizaje para su gran emprendimiento, cuyo inicio estaba en el llamado corazón de Sudamérica…Bolivia.
El Che llegó el 3 de noviembre de 1966 a la ciudad de La Paz con la identidad falsa de Adolfo Mena, un comerciante uruguayo calvo de 46 años.
De ahí en adelante la historia es por demás conocida hasta el día de su ejecución, un 9 de octubre de 1967, en La Higuera, Santa Cruz, cuando tenía 39 años.
Al escarbar la historia puede encontrarse que el plan del Che de ingresar por territorio boliviano venía de unos años antes del ingreso de “Adolfo Mena” a La Paz.
El proyecto se venía estructurando, por lo menos desde hace unos tres años atrás.
¿Qué pasó en el tiempo de incógnito del Che? ¿Qué actividades realizaba?
Hay una parte del rompecabezas del recorrido del Che por Bolivia, que no está del todo completo.
Se sabe que estuvo en La Paz por primera vez en el año 1953, quedándose unas semanas en esa “pequeña ciudad” como la calificó en su momento, en medio de la aventura que había emprendido con su amigo, Carlos “Calica” Ferrer.
El ingreso oficializado por los libros de historia sería en noviembre de 1966, ya con el fin de la guerrilla, pero al parecer, habría entrado antes con otras identidades.
Para adentrarnos un poco más en la historia, visitamos el batallón Eustaquio Méndez de la ciudad de Tarija, mismo que está a cargo de la administración del puesto militar de Emborozú, donde estaría la casa del Che.
Un soldado con un antiguo máuser acompaña al periodista hasta las oficinas de la división que se encuentran al fondo; ahí espera bien uniformada la subteniente, Noemí Acarapi Damian, quien es oficial de relaciones públicas e historiadora de este batallón.
En el lugar de la entrevista hay mucha historia. A sus alrededores se encuentran las instalaciones donde concentraron los militares del Regimiento Pisagua, para salir a la Guerra del Chaco (1932-1935).
La oficial de 26 años no había nacido cuando Ernesto “Che” Guevara fue ejecutado, pero su dedicación por la historia, la empujó a realizar un ensayo sobre el paso de Guevara por Tarija.
Precisamente, la casa del Che, como se la llama en la actualidad, es parte del puesto militar Coronel Luis Arce Pacheco, el cual depende del batallón Eustaquio Méndez desde el año 2005.
Este puesto militar pertenecía anteriormente al Regimiento Padilla, cuando fue expropiado a favor de las Fuerzas Armadas de Bolivia.
“La ubicación del puesto militar adelantado en la localidad de Emborozú a 5 kilómetros de la carretera Tarija-Bermejo es ideal, porque sienta soberanía sobre el territorio nacional, teniendo control sobre una ruta de primera clase y sobre el puente fronterizo internacional de Toldos”, indica textualmente un informe de las Fuerzas Armadas.
“El sitio es estratégico porque ahí se está cerca de los hitos”, acota la subteniente.
Los militares que resguardan este sitio, duermen dentro de una casa de piedra, la que cuenta con tres cuartos y una pequeña galería.
En estos ambientes fueron acomodadas las angostas camas de los conscriptos que operan en el lugar, quienes los mantienen bien cuidados.
El verde de la zona envuelve a la casa blanca, donde el zumbido de los mosquitos como el calor húmedo, pueden ser difíciles de aguantar si no se está acostumbrado.
Pero volvemos unos 117 kilómetros más al norte, en el templado atardecer de la ciudad de Tarija, donde la joven subteniente Noemí Acarapi, da un nuevo vistazo a su ordenador para recabar los datos solicitados.
Más allá del sitio estratégico para los militares, ¿qué de particular tiene este puesto?
Pues que esa es la famosa “casa de piedra”, que en la jerga popular sería conocida como la “Casa del Che”.
La estructura fue levantada a finales de los 50 o principios de los 60, siendo el primer propietario, Luis Alberto Ortiz.
Tras hacer los estudios de la zona, aparece Santiago Mamani Choque, quien terminaría comprando este inmueble. Pero el comprador era solo un intermediario, en realidad la casa no sería habitada por una persona o una familia, sino por jóvenes armados de diferentes nacionalidades, la mayoría argentinos.
Al ser Emborozú un pequeño poblado, rápidamente se corrió la voz de los extraños habitantes de esta casa.
Un jeep llevaba a los nuevos habitantes hasta la residencia. Según uno de los informes de inteligencia de las Fuerzas Armadas, entre sus ocupantes estaría Ernesto “Che” Guevara.
“Convivía con la población de Emborozú y mantenía una buena relación, proporcionándoles ayuda médica, permitiendo que los guerrilleros fueran llegando clandestinamente, utilizando la propiedad como su centro de operaciones para sus actividades subversivas”, refiere el informe al que pudo tenerse acceso.
De manera similar, la subteniente responde brevemente que el Che pasaba por este lugar y era querido por los habitantes, a quienes brindaba apoyo médico.
«El Che paseaba con su jeep por la plaza».
Para aprovisionarse, los guerrilleros debían trasladarse hasta la ciudad de Tarija, pues en kilómetros a la redonda no había tiendas ni proveedores.
Es ahí, que en la pequeña Tarija de antaño, también se empezaba a comentar sobre los extraños extranjeros que frecuentaban la ciudad.
“El Che se paseaba en su jeep por la plaza”, dice con una ligera sonrisa un hombre de unos 70 años.
En contraste, el coronel retirado, Julio Rendón Ríos, quien fuese comandante del batallón Padilla que estaba cargo de este puesto militar en Emborozú, el Che nunca estuvo en ese sitio.
“Nunca estuvo en Tarija, peor en la casa de piedra”, explica Rendón, aunque sí reconoce que un foco guerrillero afín al Che se instaló en aquella época en la zona.
“Se establecieron y entrenaron en Sidras para crear un foco subversivo en el norte argentino, en Ledezma, en Orán, pero fueron aniquilados por la Gendarmería”, describe.
Efectivamente, el Che tenía un objetivo claro en el sur y para eso, había adquirido esta casa en la localidad de Emborozú, en el municipio de Padcaya del departamento de Tarija.
El objetivo inicial era armar una escuela de guerrilla en Bolivia e incursionar por las venas de su país natal, al que había dejado para perseguir una revolución.
Tras la muerte del Che y el posterior allanamiento a esta casa, los militares iniciaron una investigación para saber si la persona que ocupaba este inmueble, era el mismo Che Guevara.
Con las fotos en mano, los militares iban mostrando las imágenes a los aldeanos, señalando al barbón Guevara. “¿Este es el hombre que andaba por acá?, preguntaban.
Las respuestas fueron que sí, la mayoría lo reconoció, situación que está plasmada en el informe de inteligencia de la época.
El carácter fuerte del Che tenía un descanso en este lugar acogedor por su atrapante paisaje.
El nombre de chapa por el que supuestamente se habría hecho pasar el Che para camuflarse en los húmedos bosques tarijeños, era Carlos Bayer.
Uno de los testigos de aquella época es don Hilarión Zenteno, quien ronda los 100 años, siendo uno de los que ayudó a construir la casa con materiales del lugar.
“Hay túneles”, dice un vecino de Emborozú. En el pueblo a este puesto militar lo denominan como la casa del Che.
En el allanamiento a la propiedad, los militares efectivamente encontraron túneles, armas y anotaciones. Cuando los uniformados llegaron ya nadie la habitaba.
Volviendo al 2018, al caminar por la calle de tierra del pequeño poblado, tratando de esquivar los fuertes rayos del sol, los vecinos salen rápidamente a ver quiénes son los foráneos que los visitan, como ocurriese unos 51 años atrás.
No importa la edad, al preguntarles, todos señalan hacia la casa de piedra que le perteneció al Che.
¿No podría usarse turísticamente? Es una de las preguntas realizadas a la historiadora militar sobre la casa, quien rápidamente contesta que este espacio es un sitio estratégico para la soberanía nacional, por lo que no puede ser utilizado para cualquier otro fin.
El sueño del Che se cortó antes de lo previsto, no pudo emprender ese camino por el sur que lo lleve de retorno a su país para derrocar al Gobierno de facto de Juan Carlos Onganía (1914-1995+), llevándose consigo cientos de respuestas al aire.
De pronto, suena la corneta para dar el primer parte de la jornada, es de mañana, apenas se va el alba, la neblina invade parte del lugar y los militares salen disparados de la casa de piedra.
Tras dar el parte, los conscriptos empiezan a efectuar diferentes tareas Los nuevos se encargan de la limpieza, desempolvando las ventanas de la simpática casa, otros dan retoques en la pintura.
La historia de la casa de calamina de Ñancahuazu es por demás conocida y difundida, pero la propiedad ubicada más al sur, guarda entre sus túneles un arsenal de secretos.
Está prohibido el ingreso de civiles a estos ambientes, por eso, las silenciosas paredes guardan consigo los secretos revolucionarios, aquellos que se quedaron hace más de 50 años entre la casa de piedra, el río y las montañas.