El noreste argentino fue el escenario en el que Ernesto Guevara de la Serna pretendía instalar un foco guerrillero en el país fronterizo. Tras el éxito de la revolución cubana, el médico, político y militar, buscaba liderar una revolución en su Argentina natal.
Los periodistas José Luis Alcázar, Humberto Vacaflor Ganam y Juan Carlos Salazar, quienes hacían la cobertura de la guerrilla de Ñancahuazú, en una de sus investigaciones rescatan que un grupo liderado por el periodista revolucionario Jorge José Ricardo Machetti, hombre de confianza del Che, se instaló en la región de Emborozú, en el departamento de Tarija, para dar inicio a la misión.
Un par de militares cubanos, bajo las órdenes de Guevara, había comprado una pequeña finca en la zona en 1963.
Por ese entonces, Emborozú, era una pequeña aldea, pero tenía las condiciones propicias para formar un pequeño ejército: no era un lugar al que se podía acceder fácilmente, su paisaje selvático ofrecía un camuflaje natural y, lo principal, estaba cerca de la frontera con Salta, lugar en el que el Che pretendía empezar la revolución. Tarija solo era un lugar de paso. Una escuela para su pequeño ejército.
El mismísimo Regis Debray, un intelectual francés que fue tomado como rehén por el Ejército boliviano durante la guerrilla, confirmaría que “la estrategia del Che no tenía a Bolivia como objetivo”.
Sin embargo, ante la necesidad de una revolución interna que pudiera poner fin al mandato golpista del general René Barrientos Ortuño (1919-1969+), pocos de los reclutas bolivianos sabían que la verdadera intención del Che era iniciar la revolución en Argentina.
El comandante primero, nombre de guerra con el que los combatientes identificaban a Ernesto Guevara, construyó una pequeña casa en la zona en la que se preparaba su ejército.
La pequeña casa estaba cerca de la carretera. La idea era que funcionara como almacén de víveres y como fachada, para justificar la entrada o salida de gente; pues la escuela se encontraba internada unos kilómetros adentro, en una cañada selvática.
Los militares, quienes ahora tienen la casa bajo su custodia, aseguran que inclusive tenían un pequeño jeep con el que se desplazaba por la zona.
Y aunque las carreteras han cambiado, aún se puede imaginar con facilidad al Che conduciendo por medio de aquella selva, intentando pasar desapercibido y fumándose un habano mientras el calor más la humedad de las matas, lo remontaban a los sofocante días de la revolución cubana que lo inspiraba para encarar una nueva revolución en su tierra, Argentina.
La llegada de 1964, marcó el inicio de un nuevo ciclo de lucha. Los treinta guerrilleros que se habían graduado ese año de Ñancahuasu, y que estaban a la cabeza de Machetti, cruzaron la frontera con las armas en las manos; con los ideales bien plantados en la cabeza para dar inicio al combate en Argentina.
Sin embargo, la incursión no salió como esperaban.
“En un mes, la Gendarmería eliminó al grupo tomando presos a 14 de los 30 combatientes”, señala el libro La Guerrilla que Contamos.
Los 16 combatientes restantes murieron de hambre o fusilados. Machetti, el comandante segundo, no corrió mejor suerte.
“Se cree que murió deambulando en la selva de Orán”, refiere la misma fuente bibliográfica.
Su muerte afectó profundamente al Che, pues los unían lazos políticos, ideológicos y personales, según escribiría posteriormente el oficial de inteligencia cubano, cuyo alias era Ulises Estrada.
La guerrilla continuó con su labor de preparación, aunque de los errores cometidos en 1963, y que costaron la vida a gran parte de los guerrilleros, poco aprenderían.
Ciro Bustos, un izquierdista argentino simpatizante del Che, llegaría a Ñancahuasu, en 1967. El fin de su visita era discutir con Guevara aquel proyecto argentino que planteaba la guerrilla. Pero contrario a lo que se quería, Bustos fue sorprendido el 23 de marzo de ese año por el primer choque frontal con el Ejército boliviano.
Este error sería el principio del fin de la revolución del Che, pues el suceso imprevisto terminó por revelar la presencia de Guevara en Bolivia con un grupo armado que pretendía permanecer en secreto.
La escaramuza, lejos de lo que se pretendía, centró la atención a Ñancahuasu provocando que el gobierno boliviano enviara a militares a la zona, declarara estado de sitio y aislara al Che como a sus combatientes del país, pero especialmente del mundo.
La casa de calamina en Ñancahuazu era el centro de operaciones del grupo guerrillero.
Lo único que había logrado en esos cuatro años el pequeño ejército, era un nuevo fracaso. Con los años, los historiadores coincidieron que la figura del Che como estratega militar, era solo un mito construido entorno a su imagen.
El periodista José Luis Alcázar, que en aquel entonces se encontraba realizando la cobertura de la guerrilla, asegura haber sido testigo de dos facetas del Che: una durante la guerrilla y otra en los años posteriores.
“En 1967 me conmovió, porque desnudó a la Bolivia pobre, analfabeta, abusada por el poder central”, continúa, “en ese entonces me pareció justa la lucha de esos guerrilleros, porque entendíamos que luchaban por una Bolivia más justa”.
Pero aquella imagen cuasi utópica del Che, pronto se fue desmitificando, según explica Alcázar. “Conforme pasaron los años, nos informamos que él no había llegado a Bolivia para liberarla, sino para utilizarla como un puente y escuela que forme una columna armada, con el fin de desembarcar en Argentina, su patria”, concluye el periodista, autor de Ñancahuasu, la Guerrilla del Che en Bolivia.E