Gabriel cumplió 32 años hace un mes, y tiene mucho por celebrar. Mirando atrás, a su corta edad, su camino está plagado de pequeños triunfos personales y grandes éxitos literarios.
La primera vez que probó el dulce sabor de la victoria fue el año 2008, cuando con tan solo 20 años, obtuvo el primer lugar en el concurso juvenil de reportajes “Miradas Jóvenes” gracias a su trabajo “El sumo protector de Choqueyapu”.
Aquel sería el primer galardón de muchos otros que le seguirían, siete para ser exactos, entre los que se encuentra el IV Premio AXS “Libro Digital” en 2010, el II Premio de Novela Juvenil aquel mismo año, el I Premio Nacional de Literatura Infantil en 2012, el Concurso Municipal de Literatura Franz Tamayo 2018, y el más reciente, el Premio Nacional de la Novela 2019.
Pese a su extensa lista de galardones, Mamani expresa con humildad ante los medios de comunicación que “un premio no dice que eres bueno”.
Pero sin duda alguna, el haber estado en el podio de los premios más importantes de la literatura que otorga el país, habla por sí solo.
“Recuerdo que de niño, si bien me gustaba mucho el fútbol, también me gustaba mucho la lectura y el silencio”, cuenta el escritor en entrevista con Verdad con Tinta.
“Siempre andaba buscando el silencio… de ahí viene mi gusto por la lectura”, agrega reforzando sus palabras, como quien deja entrever que la lectura es la mejor manera de llenar la mente de sonidos.
La pequeña biblioteca que albergaba su casa en La Hoyada encendió en él una pequeña llama de pasión por la lectura, hasta convertirla en una hoguera que lo llevaría a escribir obras dignas de loas y laureles.
“Cuando en el colegio los profesores me pedían la lista de útiles, yo le aumentaba libros para que me compraran mis papás”, dice haciendo una pequeña pausa que deja ver cómo se dibuja una sonrisa en su rostro al otro lado de la línea telefónica.
Gabriel es la excepción humanística en su familia, pues tanto sus padres como sus hermanos menores son hijos de las ciencias exactas.
“Mi madre es auditora, mi padre es auditor, mi hermana es auditora y mi hermano arquitecto”, subraya.
El joven asumió así el reto de ser escritor bajo la mirada estupefacta de su familia, aunque resalta que siempre lo apoyaron.
“Yo he sido criado en ese ambiente de clase media que te dice que tienes que tener una vida formal”, continúa, “La Paz es una ciudad de corbatas, zapatos y tacones, donde el sinónimo de éxito por mucho tiempo fue trabajar en una oficina”, dice respecto al contexto en el que decidió hacer de la pluma y el papel su sustento.
Así, cuenta que empezó a escribir en papel a sus 20 años más o menos, aunque confiesa que ya antes escribía en su cabeza.
“Me gusta caminar mucho y en esas caminatas imaginaba relatos y protagonistas”, agrega, “pero no los trasladaba al papel”.
No fue hasta el 2008 que se animó a plasmar en la hoja en blanco aquellas historias que solo él y su mente conocían, para trabajarlas con mayor rigurosidad. Entonces empezó a escribir la crónica sobre el río Choqueyapu, la que lo llevaría a obtener su primer premio y reforzaría su pasión por las letras.
Oriundo de La Paz, vecino de la Avenida Vásquez y habitúe de la polvorosa cancha de fútbol de su barrio de infancia, Gabriel encuentra inspiración en los escenarios de la vida cotidiana, en sus propias experiencias y en las apreciaciones de su sentidos.
De hecho, la novela ganadora del Premio Nacional de la Novela 2019, fue inspirada en una vivencia que el joven tuvo en Brasil, cuando estudiaba la maestría en creación literaria en Rio de Janeiro, entre 2016 y 2018.
“Partí de una imagen que vi en Sao Paulo cuando estuve de visita en el barrio boliviano. Fue una imagen tan fuerte y poderosa, que merecía una historia”.
Según cuenta, la presencia de bolivianos en Sao Paulo es muy fuerte en comparación con otras ciudades de Brasil, lo cual llamó “mucho” su atención. Ante aquella realidad que de develaba ante sus ojos, decidió visitar la feria boliviana que había en aquella ciudad, quedando anonadado al encontrar un recorte de Bolivia en el corazón de la ciudad.
“Es como un pedazo de El Alto insertado en Sao Paulo”, describe Mamani, agregando que las costumbres, las características fisonómicas de la gente, la comida, olores, colores y sabores, eran elementos que evocaban a la Bolivia de occidente. “Había chicarrón, pollo frito, sajta…”, dice respecto a la gastronomía.
Aquella experiencia que merecía ser contada, se transformó inicialmente en un cuento, pero ante el desborde de imágenes y relatos que atravesaban su mente, Gabriel finalmente decidió convertirla en una novela.
“Seúl, Sao Paulo”, como titula el libro, cuenta la historia de la Bolivia migrante; la de los bolivianos que salen del país en busca de mejores oportunidades en la industria textil brasileña.
“En La Paz conozco a muy poca gente que no tenga familia en el extranjero”, explica el autor, quien buscó de forma intencionada que la migración sea una línea transversal en la novela, para reflejar aquella realidad boliviana. “Bolivia es una país que exporta a su gente”, agrega.
De modo anecdótico, Mamani cuenta que cuando se encontraba realizando los trámites para ir a Brasil para cursar su maestría en la embajada, los bolivianos que esperaban junto a él le preguntaban en que taller iba a trabajar. “Ellos tienen asumido que quien va a Brasil, va a trabajar de eso”, acota.
Encarnados en la piel de dos jóvenes de 17 años que realizan el servicio premilitar en la ciudad de El Alto, los personajes de Seúl, Sao Paulo prometen guiar al lector a lo largo de un viaje por la Bolivia emergente, sorprendiendo con la habilidad del autor de crear escenarios complejos con un lenguaje simple.
Mamani espera que el libro sea publicado en enero de 2020, fecha a partir de la que estará a disposición del público, gracias a la editorial 3600.
Muchas felicidades Gabriel. Te mereces el mundo entero.
que bueno leerte chico, abrazos des BAires