Su vida depende de lo que a la mayoría le estorba: los desechos. Son más de 65 personas que trabajan legalmente en la recolección de residuos, tanto en el relleno sanitario de Pampa Galana como en las calles de la ciudad de Tarija.
Botellas desechables de pet, bolsas de nylon, aluminio y cobre, son materiales que van acabando con la existencia del planeta, aunque para ellas, son motivo de vida.
Su lugar de trabajo es aquel donde nadie quiere ir: el relleno sanitario de Pampa Galana, conocido popularmente como el botadero, donde llegan por día unas 175 toneladas de residuos de diferente tipo.
De estas 175 toneladas que ingresan, las recicladoras sacan unas 30 toneladas al día, dándole más vida útil al relleno sanitario, pero especialmente un poco más de oxígeno al medioambiente.
El material que es sacado por las recicladoras es vendido a las dos únicas acopiadoras que hay en la ciudad de Tarija: Recicladora del Sur y Recicladora Cruz. También hay industrias como El Peregrino Soluciones Ambientales, que compran botellas pet para la fabricación de escobas y cepillos ecológicos.
Mujeres en Acción de Reciclaje por el Medio Ambiente Tarija (Marmat), es el nombre de la organización legalmente establecida que conforman estas mujeres.
Marmat cuenta desde el año 2012 con personería jurídica, conformada por 65 personas, 58 de ellas son mujeres.
Sin embargo, su trabajo en el relleno sanitario de Tarija se remonta a los años 90. La organización pasó desde sus inicios por una serie de problemas con la administración municipal.
“Nos tuvieron tres años sin dejarnos trabajar”, recuerda Justina Choque Huanaco de 68 años, que preside la organización.
El problema radicaba en que estas personas ingresaban al botadero municipal sin ningún tipo de protección, lo que ponía en riesgo su propia vida. “A mí me amenazaron con llevarme a Morros Blancos”, agrega Justina.
La Alcaldía afrontaba en ese tiempo un serio problema con el botadero municipal de Pampa Galana, que por no estar cerrado, se había convertido en un centro de alimentación para chanchos y perros.
Jhonny Mamani Rodríguez, en ese tiempo estaba a cargo de la gestión de residuos sólidos en la Entidad Municipal de Aseo de Tarija (EMAT), quien explica que la situación era compleja porque estaban afrontando procesos penales por el ingreso sin control de personas y animales, poniendo en riesgo la salud pública.
Con procesos penales encima, la administración municipal decidió prohibir el ingreso de cualquier particular al botadero, incluyendo las recicladoras. Fueron tres años y medio de peleas legales entre la Alcaldía y las trabajadoras de este sector.
La administración municipal se basaba en la prohibición del ingreso de cualquier particular a un relleno sanitario, con sustento en la ley ambiental que estaba vigente desde el año 1995.
Las recicladoras fueron advertidas con ser procesadas y encarceladas si insistían en ingresar al relleno sanitario.
La figura empezó a cambiar cuando estas mujeres se organizaron, sacaron su propio reglamento, consiguieron uniformes e implementos para este tipo de trabajo, apoyadas por organismos externos como el Equipo de Comunicación Alternativa de la Mujer (ECAM), además de recibir asesoría jurídica.
Es así que esta organización, en el año 2012 consiguió su personería jurídica otorgada por la Gobernación para operar legalmente en cualquier región del departamento de Tarija.
Las negociaciones avanzaron y la promulgación de la Ley 755 de gestión integral de los residuos sólidos en el año 2015, cambió totalmente el panorama.
El artículo 18 de esta ley nacional reconoce al recuperador o reciclador, además, el Estado debe promover el apoyo a este sector a través de programas de formalización y asistencia técnica, orientados a mejorar sus condiciones de trabajo, de salud como de generación de ingresos.
“La Ley 755 dejó atrás la norma en que se basaban ellos, pero no pudimos hacer entender a la Alcaldía”, recuerda Justina, entrecerrando los ojos al recordar los constantes roces con los funcionarios públicos.
El mal olor del botadero es ínfimo al desagradable momento que vivieron en ese tiempo.
Justina y sus compañeras no estaban dispuestas a rendirse, ella había sobrevivido duras batallas, cada una se marca en sus arrugas, entre ellas, perder a tres de sus ocho hijos, como a su propio esposo. “Cuando enviudé me tocó hacerme cargo de mi familia, siendo el reciclaje mi salida”.
Al quedarse sin sustento para su familia, cerca del año 2000, una amiga de Potosí la invitó a ingresar al mundo del reciclaje, aunque reconoce que en ese entonces, no sabía que este trabajo beneficiaba al medio ambiente, sino que era una salida a su economía.
Con la vigencia de la Ley 755, las recicladoras accedieron a capacitaciones técnicas a cargo del Ministerio de Medio Ambiente sobre el manejo de residuos.
En el tema de la salud, cada trabajador de esta organización recibió las vacunas antitetánicas, de hepatitis, de fiebre amarilla y de sarampión, entre las principales.
También fueron capacitadas sobre el cuidado de su salud ante posibles riesgos de intoxicación. “En las capacitaciones vinieron nutricionistas para decirnos cómo alimentarnos”.
Cada trabajador toma su ración de leche después del trabajo, una media hora después consumen un vaso de jugo de naranja. “Eso te desintoxica de todo lo que has absorbido”, asegura.
El conflicto se terminó de destrabar con la realización de un reglamento de ingreso de trabajo en el relleno sanitario de Pampa Galana.
Mamani recuerda que el reglamento fue elaborado por las mujeres de esta organización y aprobado por la Entidad Municipal de Aseo de Tarija (EMAT).
Si bien se solucionó el conflicto, la relación con la administración municipal se mantuvo tensa, especialmente porque las trabajadoras de este sector no recibieron el apoyo esperado como indica la ley.
“Tenemos protección, botas de seguridad, mandiles, barbijos, guantes y ganchos, todo el material nosotras nos compramos”, agrega Justina al referir que ahora pretenden conseguir dos prensas compactadoras.
Johnny Mamani finalmente dejó la Alcaldía y pasó al lado de los recicladores, al crear una industria dedicada a la producción de productos en base a material reciclado como las botellas pet.
Las botellas pet son las plásticas, las cuales llevan ese nombre por la sigla de su composición en inglés, que es el tereftalato de polietileno. “No es por la marca de una de las gaseosas distribuidas en la ciudad”, aclara Johnny entre risas.
“Somos parte de esta familia del reciclaje. Creo que hacemos un gran aporte al medio ambiente y a la población en general”, dice Johnny Mamani, mientras mira con admiración a Justina.
Mamani recuerda que el relleno sanitario de la ciudad de Tarija entró en funcionamiento el año 1995, cuando ingresaron las primeras 40 toneladas, había botellas plásticas de gaseosas.
“Una de esas botellas todavía sigue igual, incluso mantiene la etiqueta intacta, porque no ha llegado ni al 5% de su proceso de degradación”, explica el empresario.
La realidad es que una botella de plástico tiene un largo proceso de degradación que dura más de 500 años, generando un grave daño ambiental. “Si Marmat no las saca esas botellas de ahí, estarán por 500 años”, indica.
Estas acciones hacen que el relleno sanitario de Tarija todavía mantenga su vida útil, pues los materiales que no son biodegradables como las botellas pet o las bolsas de plástico no sigan acumulando montañas de basura, sino que vayan a un proceso de reciclaje, de forma que vuelvan al sector industrial, aunque claro, el número de trabajadores de este sector, es todavía reducido para la cantidad de desechos que se tienen en el lugar.
Las mujeres de Marmat también levantan los desechos que son botados en las calles de la ciudad de Tarija o que se encuentran en diferentes basureros en los barrios.
Una vida en el reciclaje
Con este trabajo Justina y otras mujeres en Tarija encontraron un sustento de vida para mantener a sus familias. “A quienes no somos profesionales no nos abren muy fácil las puertas”, reconoce.
Se dedica a este trabajo desde los años 90, en Tarija desde el año 2000, pero legalmente desde el 2012, con la vigencia de la personería jurídica que reconoce a esta organización.
Una de sus hijas le siguió los pasos y también se dedicó al reciclaje, que le permitió generar sus primeras ganancias, las que usó para estudiar. Su hija es ahora profesora y trabaja en un colegio en el municipio de Villa Montes.
Justina Choque agrega que uno de sus compañeros se encuentra estudiando en China, tras conseguir una beca mediante el Gobierno Nacional para especializarse en el área del reciclaje.
“Muchas mujeres hemos educado a nuestros hijos con el reciclaje”, dice Justina antes de despedirse del periodista…la realidad, es que están educando a toda una sociedad.