El 30 de marzo de 2020, el país empezó a darse cuenta de que el virus lo estaba cambiando todo: incluyendo los rituales más tradicionales y arraigados en el país.
Aquel día se llevó a cabo el entierro de Richard Sandoval Krust, una de las primeras víctimas del coronavirus en Bolivia. Lejos de los multitudinarios y tradicionales velatorios, seguido de una misa llena de gente y un entierro en el que familiares y amigos hubiesen tenido la oportunidad de darle el último adiós, apenas una decena de personas pudieron asistir a la ceremonia. Ni su esposa, ni sus hijos, se encontraban entre aquel puñado de asistentes.
“Ha sido tan triste, porque ha sido enterrado con diez personas como máximo o siete, porque no te dejan que haya más gente. Yo he seguido este entierro mirando a través de mi computadora junto a mi hija de doce años, mi hijo en Estados Unidos lo propio y la familia lo mismo. Todos viendo el entierro de Richard a través de un video porque no podíamos estar en el lugar”, declaró su esposa al portal de noticias Erbol unos días después del entierro.
Aquel día cambiaron una serie de factores para aquella familia, pero también para millones de bolivianos, que abrían los ojos a la nueva realidad.
La pandemia ha cambiado el mundo como lo conocíamos hasta ahora. Ha cambiado cosas tan superficiales como el tener que salir de casa portando un barbijo, pero también cosas profundas, como nuestros ritos y costumbres.
El despedirse de los difuntos, uno de los rituales más significativos para los bolivianos, no ha quedado exento. Sin velatorios, sin iglesias llenas y sin entierros masivos, los ritos de muerte han cambiado y con ellos, el duelo.
Según la psicología, el impacto emocional de una pérdida que no ha sido resuelta por falta de una despedida adecuada, podría impedir superarla. Así, la pandemia ha obligado a buscar nuevos rituales y nuevos cierres, en pro de un duelo saludable.
Eduardo Velasco, psicólogo especializado en enfermedades terminales, convive con la muerte y el duelo muy de cerca en su día a día. Para él, lo primero, es dejar en claro que el duelo no es una enfermedad, sino mas bien un proceso.
“La gente busca la forma de aliviarlo, de tratarlo y de que mejore lo antes posible”, dice sobre la reacción de quien lleva adelante el duelo, así como de su entorno. “Intentan no sentirlo”, agrega. Sin embargo, cuando se trata del duelo, poder sentir es importante y tener tiempo para estar triste se transforma en un bien necesario. En otras palabras, la única manera de resolver el duelo es sintiendo el dolor de la pérdida, no evitándolo.
El duelo, definido desde la psicología, es una respuesta emocional, psicológica y espiritual, que se presenta luego de haber experimentado una pérdida.
Visto así, el duelo no solo se da tras un fallecimiento, sino que también se puede experimentar al finalizar una etapa que no se volverá a recuperar: como el colegio, o como cuando se migra a otra ciudad, perdiendo amigos y familia.
Más allá de las circunstancias, para Eduardo lo importante es que las personas que han sufrido una pérdida, puedan vivir un duelo saludable, experimentando sus emociones a su propio ritmo, pues a lo largo de ese tiempo el doliente reorganizará su mundo.
“El duelo es la reconstrucción de la realidad, porque el mundo va a ser diferente después de la pérdida”, explica el psicólogo cruceño, quien reconoce que esta etapa es un proceso doloroso y difícil.
En este camino, los rituales juegan un papel importante, ya sean misas, novenas entierros u otro tipo de ceremonias. Sin embargo, en tiempos de coronavirus, ante la imposibilidad de efectuar los arraigados ritos y ceremonias fúnebres que forman parte del imaginario social boliviano, es importante encontrar nuevos mecanismos que ayuden al duelo.
En Bolivia, el Decreto Supremo 4228 prohíbe cualquier tipo de velatorio con el cuerpo en el ataúd, como suelen ser lo velatorios en el país. Además, limita a dos el número de familiares que podrán asistir a la inhumación o cremación del cuerpo.
Las restricciones han impulsado a echar mano de la tecnología, para adaptar aquellos rituales que forman parte del duelo y ayudan a llevarlo de forma saludable. Aquellos rituales en los que se llora, se recuerda y, sobretodo, se siente.
“En este último tiempo hemos visto que las personas también hacen uso de las redes sociales, suben sus fotos, escriben textos o cartas”, dice Eduardo.
Con la pandemia, la tecnología y las redes sociales se han vuelto parte fundamental del duelo, pues la mayoría de los rituales de despedida han migrado al mundo digital.
En tiempos de coronavirus, las misas de los difuntos se transmiten por Facebook Live, los entierros se comparten por video llamadas y las novenas se rezan por WhatsApp. Los ritos más arraigados prevalecen, pero en un escenario 2.0.
“Son formas de manifestar las emociones y ayudan mucho al duelo”, continúa, “estamos viendo la importancia de la virtualidad en las ceremonias”, agrega.
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