La cuarentena por la pandemia de la COVID-19 ha obligado a diferentes organizaciones y trabajadores independientes que brindaban cursos y talleres en diferentes áreas, a integrarse a la modalidad virtual.
Los docentes y facilitadores hablan de una serie de ventajas que el entorno virtual les trajo, la principal: expandir su público a otros departamentos y, en algunos casos, fuera del país.
Antes de la pandemia, estos cursos y talleres eran de un carácter completamente local, pues la modalidad presencial así lo obligaba. Ahora cuentan con un alcance mayor, pudiendo llegar a todo el mundo, siendo el idioma el único limitante.
A más de 100 cocinas
Mariana Ramallo Angulo es chef, y hace nueve años que también trabaja dando cursos de pastelería y comida. Uno de sus principales problemas fue la informalidad de las personas que aseguraban asistir al taller y “nunca llegaban”.
“No me podía organizar bien, nunca me pagaban antes y se hacían anotar, pero muchas veces ni llegaban”.
Mariana tenía que comprar los ingredientes para hacer cierta receta, por lo que debía saber el número certero de participantes. Si estos no llegaban, todo el taller se veía afectado.
Además, se le pagaba al momento, en el mismo taller, por ende, las ganancias podían terminar afectadas dada la informalidad.
El número de participantes oscilaba entre las 6 y 10 personas, pues la limitación también era física, por el espacio.
Con el traslado de los talleres al entorno virtual, los inscritos se han multiplicado “por diez”.
“Cuando hacemos tortas podemos llegar a 100 personas, cuando son otras recetas se inscriben entre 60 y 70”.
Ahora la cantidad de potenciales inscritos no está limitada por el tamaño de la cocina, sino por los participantes que acepte determinada plataforma de videoconferencias.
Cada curso cuesta entre Bs 50 y Bs 70 y solo se puede participar haciendo el pago previo, mediante una transacción digital. Por lo general duran de uno a dos días.
La gente que “asiste” a los talleres de Mariana para aprender diversas recetas, lo hace desde todos los departamentos del país; para ella, no fue un hecho muy sorpresivo.
“Sí esperaba que llegaran de fuera -del departamento- tengo alumnas que se fueron a vivir a otras partes. Ellas toman los talleres y comparten la publicidad”, resalta.
También tiene alumnos de otros países, como Alemania, Chile o Ecuador.
La diversidad de los participantes no afecta en gran medida al taller. En ciertas ocasiones surgen dudas por las distintas marcas que ofrecen un mismo producto.
Mariana cocina desde Tarija y dicta una receta para todos, pero a los participantes de La Paz debe cambiarles las cantidades, para que la altura de esta ciudad no afecte el producto final.
La modalidad virtual le ha traído más ventajas que un público más amplio. Sus talleres suelen duran unas cuatro horas y se dan de manera sincrónica o asincrónica.
En la primera, todos los alumnos se conectan a una videoconferencia, y Mariana explica el procedimiento en vivo.
Mientras que en la segunda, los alumnos pueden reproducir la clase cuando lo deseen. Mariana graba todas las clases en vivo y luego las comparte por correo. Así, si alguien no pudo asistir, puede verla en otro momento, igual para un alumno que se haya quedado con dudas, tiene acceso al video.
Aunque este modo no es perfecto. “Algunas clases se han filtrado a gente que no tomó el taller”, confiesa Mariana, pues sabe que los videos de clases han sido difundidos fuera de los inscritos.
Respecto al futuro, Mariana no valora volver a dar un taller presencial. El amplio alcance y la certeza de tener el pago con anticipación, le hicieron decidir que mantendrá sus talleres en el entorno digital.
Además, pronto se mudará a Estados Unidos. En otro tiempo, hubiera abandonado los talleres que da hace nueve años, pero está segura de seguir dándolos: la distancia ya no le significa ningún problema.
Pasiones que se conectan por videoconferencia
Mauricio Murillo es escritor y docente universitario en La Paz. Además, da talleres de escritura creativa para el Club de Lectura La Paz. Durante la cuarentena fueron tres los talleres a los que asistió como facilitador.
Previo a la pandemia, los talleres de escritura contaban con veinte personas de promedio. Ahora la cifra ha aumentado, pero no es el único cambio.
“No me lo esperaba, no tanto al menos. Hemos tenido que aumentar los cupos y abrir paralelos. No me imaginé esta respuesta y tampoco que llegara tanta gente de fuera de La Paz”, resalta el intelectual.
Los talleres de Mauricio llegaron a tener entre 30 a 35 inscritos.
Por ser un taller de escritura, los alumnos suelen presentar un producto al final, un cuento en este caso. Ello implica que Mauricio debe tener el tiempo para revisar cada uno, por ese motivo, hubo personas que no lograron inscribirse, puesto que, si son “muchos participantes”, no se alcanza a revisar todos los cuentos, o no con toda la atención debida.
Cada taller tiene un costo de inscripción de Bs 100 y una media de cinco clases. Entre sesiones, los alumnos deben leer un determinado material.
“Los cursos son relativamente baratos, se nota un interés bien marcado en su trabajo, la gran mayoría no entra a la ligera”, agrega.
En el trabajo de los participantes, Mauricio ve “que la calidad se mantiene”.
En cuanto a la interacción con personas de otros lugares, “la virtualidad nos da cierta cercanía (…) lo rico es compartir ciertas miradas sobre lo social y la realidad, que cambian de ciudad en ciudad”, destaca.
Sin embargo, no considera que el lugar donde se encuentra la persona se evidencie en su trabajo.
“Creo que al momento de escribir no importa tanto de dónde vengas, el entorno no significa una diferencia sustancial, como sí lo es qué has leído. Ha habido trabajos muy rigurosos y otros menos trabajados”, confiesa.
Mauricio cree que estos talleres virtuales permiten ampliar los círculos de determinados ámbitos.
“Lo virtual es una oportunidad genial, lo bueno de esto es que se puede abrir a más personas que tengan interés”, dice.
El escritor cree que, como todo círculo artístico o creativo, el literario en La Paz es igual “pequeño”, como en otras ciudades del país.
“La cuarentena nos ha fregado a todos, pero ha sido rico abrir estos espacios para llegar a otras personas”, dice Mauricio.
Él no piensa que este fenómeno sea pasajero. “Creo que va a quedar (la modalidad virtual). Lo bueno es que puedan tomarlo personas de todo lado; algo que la ‘dictadura de lo presencial’ lo impedía”.
Una oportunidad para profundizar en hobbies y aficiones
Hendrick Flores Cossío cuenta que durante la cuarentena tomó alrededor de seis cursos virtuales.
Él es informático y tiene su empresa hace dos años, pero sus aficiones se encuentran en el mundo del arte, el literario principalmente.
“He tomado talleres de literatura y pintura, y algunos relacionados a mi profesión”.
La modalidad virtual le parece la más práctica, porque le permite aprovechar mejor su tiempo.
“Mi trabajo es virtual desde hace tiempo, ahora con los talleres virtuales también he podido profundizar en mis hobbies”, cuenta el joven.
Hendrick también hace énfasis en cómo se enriquecen estas actividades al interactuar con gente de “todas partes”.
“La experiencia de gente de otros lugares es distinta, los talleres en los que hay que interactuar más se enriquecen mucho”.
“En los conservatorios, por ejemplo, las visiones de gente de Santa Cruz o Potosí son muy diferentes. Todo se enriquece, la diversidad ayuda a crecer mucho”.
En “algunos casos”, los talleres o conservatorios no terminaron en la fecha de la última sesión. Hendrick cuenta que, en un conversatorio sobre la obra de Lovecraft, el grupo decidió continuar compartiendo tertulias, por más que oficialmente había acabado.
No es un hecho aislado, se incribió también a un taller de lectura, con gente de toda Bolivia y de México.
Una vez terminado, una parte de los participantes, junto con la facilitadora, optaron por consolidarse como un grupo de lectura. Se reúnen cada dos semanas en videoconferencia desde La Paz, Tarija y México.
Para Hendrick la pandemia no ha arrastrado puras tragedias únicamente, siente que también trajo cosas buenas. Para él, la oportunidad de aprender más sobre sus aficiones y conectarse con personas de otras partes que también las comparten, son el lado “positivo”.