“Y que la inocencia te guarde”. Con esa frase terminan las bromas gastadas el 28 de diciembre alrededor del mundo. Medios de comunicación e importantes empresas aprovechan esta fecha para dejar la seriedad de lado y tomar las cosas con mofa o humor. Sin embargo, el origen de esta divertida tradición, en la que los bromistas sacan a relucir su creatividad e ingenio, no es para nada juguetón.
Madres desesperadas llorando en medio de un encierro más parecido al infierno, mientras la sangre iba inundando el suelo y tiñendo sus sandalias, vieron cómo les cortaban las cabezas a sus bebés, tras haber sido engañadas y burladas por las autoridades.
No hay certeza de la fecha, pero la Iglesia Católica recuerda este evento el 28 de diciembre, sólo 3 días después de la fecha destinada para el nacimiento de Jesús. Esta fecha fue denominada como Día de los Inocentes.
“Yo, Herodes, rey de Judea, gobernador general de las doce tribus de Israel, por el presente edicto, mando y ordeno: Que todas cuantas madres de Belén y sus cercanías que tuvieren hijos varones de dos años abajo, se presenten con sus hijos en los brazos el atrio de la piscina grande de Belén, mañana durante la vigilia matutina a recibir el premio que me place concederles por el presente don de primogenitura que el Dios de Sión les concede para honra de sus nombres, y aumento y gloria de su raza. La madre que, desobedeciendo este edicto, faltare a la hora y lugar citados, será castigada con la separación de su hijo. Cúmplase mi real voluntad- Yo, Herodes”.
Estas palabras recorrieron la ciudad de David y sus cercanías, llenando de alegría a todas las madres, quienes agradecían el brillante futuro que les auguraba el rey.
“¿Cómo faltar al llamamiento, cuando la puntualidad era premiada y la falta castigada de una manera tan dura?”, es la interrogante que lanza Enrique Pérez Escrich, autor del libro ‘El Mártir de Gólgota’, respecto al edicto de Herodes.
El sitio destinado para la horrible matanza era un ancho patio rodeado de muros. Según el libro El Mártir de Gólgota, Cingo fue el encargado de ejecutar las órdenes secretas del rey romano.
Ante la mirada pasiva de los verdugos, las madres iban llegando poco a poco al lugar con sus niños en brazos, mostrándoles orgullosas a los esclavos romanos.
Los esclavos esperaban una señal de Cingo para ejecutar la orden, misma que se dio cuando una de las madres se acercó al hombre para preguntarle en qué momento entregarían los premios. La mujer llevaba dos niños en brazos, uno todavía seguía lactando.
“¿Cuándo se distribuyen los premios señor? Tengo prisa, los quehaceres de la casa me aguardan”, fue la pregunta de la inocente mujer.
“Ahora mismo quedarás libre y dueña de tu voluntad”, le respondió Cingo, un esclavo negro procedente de África, el más cercano a Herodes. En ese momento el hombre jaló a uno de los niños de la mujer que estaba en sus brazos y lo estrelló contra el ángulo de un muro, siendo ésta la señal que los demás verdugos esperaban. Las cabezas fueron cortadas, otros lanzados contra el suelo, mientras las mujeres trataban de luchar contra la fuerza de aquellos musculosos esclavos.
“A uno buscáis y a muchos destruís, y a ese uno que buscáis, jamás lo encontrareis”, decía una madre afligida, según el texto de San Agustín sobre este episodio.
Más de 60 niños fueron asesinados aquella mañana. Hubo madres que se desmayaron, otras que trataban de luchar con los verdugos y aquellas que se quedaban impotentes llorando en el río de sangre.
Los verdugos de Belén llegaron a Jerusalén caída la tarde. Cingo distribuyó a sus feroces compañeros el precio de su asesinato “y aquellos miserables se desparramaron por diferentes lugares, ansiosos de ahogar con los vapores del vino el remordimiento del crimen que acababan de perpetrar”, según el relato del libro el Mártir de Golgota.
“Aquella noche los habitantes de Jerusalén, a cuyos oídos había llegado la noticia del sangriento drama, presenciaron escenas de increíble cinismo”.
“Yo he cortado veinte cabezas, ved aquí clavados los dientes de las madres”, decía según el relato uno de los hombres que mostraba su brazo a sus amistades.
En Belén el ambiente era catastrófico, habían madres que no se movían del lugar de la matanza, otras, llorosas llegaban a sus casas para el encuentro con sus maridos, quienes volvían al anochecer después de una jornada de trabajo en el campo.
Los hombres incrédulos escuchaban la historia de cómo habían asesinado a sus hijos, con la impotencia que no podían hacer nada ante la tiranía de Herodes.
Se dice que Cingo fue hasta el palacio de Herodes, donde le mostró como prueba una de las cabezas de los inocentes asesinados. Hay relatos como en el libro del español, Pérez Escrich que refieren que incluso, uno de los hijos de Herodes habría sido sacrificado, debido que éste le había dejado a su pequeño a una cuidadora llamada Raquel, quien vivía en Belén.
Esos 60 o más niños fueron los primeros mártires de Cristo, como también las primeras víctimas de un engaño en el día de los inocentes, siendo quizás, la broma más pesada de la historia.
A causa de este hecho, y por la inocencia de las madres y de los niños fallecidos, el 28 de diciembre fue nombrado como el día de los inocentes. A lo largo del mundo las personas, mofándose de la ingenuidad de sus amigos, gastan bromas de todo tipo.
La foto.- La muerte de los primogénitos tras el engaño del emperador Herodes, dio inicio a la celebración católica del 28 de diciembre.