La cuarentena decretada el 22 de marzo de 2020 por la pandemia de COVID-19, ha detenido el ámbito laboral y económico, pero, además, la justicia también hizo una pausa desde ese entonces. Diferentes procesos que debieron tener una resolución se encuentran estancados hasta ahora, como resultado de ese tiempo en que el Poder Judicial se frenó.
Ese es el caso de Laila y Wilfried Seufert, una pareja que lleva casi tres años varada en Tarija, esperando la devolución de 450.000 dólares. Sí, dinero estafado.
Wilfried nació en Sinsheim, Alemania, en 1938, pero por su asma, a los dos años se mudó a Floresta Negra, en el suroeste alemán, donde vivía de la agricultura con su familia materna, lejos del humo de las industrias.
Se dice ahora que la pandemia es junto a la Segunda Guerra Mundial “lo peor” que le pasó a la humanidad en los últimos cien años, pues Wilfried ya ha vivido ambos.
A pesar de que las batallas no invadieron su aldea, su padre murió en la guerra. Dada la lejanía con la civilización, Wilfried tenía que recorrer 16 kilómetros cada día para llegar a la escuela, lo hacía en bicicleta durante el verano, en invierno debía hacerlo en tren o bus.
Estudió Geodesia, especializándose en fotogrametría, ya que era una carrera que le permitiría trabajar en la naturaleza y viajar por el mundo. Su oficio lo llevó incluso a la Antártida, donde investigó el movimiento del hielo y descubrió su progresiva reducción.
Laila nació en Recife, Brasil, en 1951, en una familia con un padre comerciante y ocho hermanos. Recuerda una infancia feliz, en la que asistió al “mejor colegio” del Estado. Posteriormente estudió Pedagogía y trabajó enseñando a niños en el colegio hasta 1972, cuando conoció a Wilfried. Él estaba ahí por trabajo. En noviembre de ese año Laila se fue con él a Alemania, donde llegaron en un nevado invierno que la impresionó. Tres meses después se casaron.
Dado el trabajo de Wilfred vivieron en Alemania, donde el idioma significó un problema para Laila; después en Arabia Saudita, donde ella tuvo que enfrentar a una sociedad “machista”; luego El Salvador, cuya inseguridad y violencia les hizo abandonarlo cuando pudieron; siguieron por Brasil, concretamente en Recife, Pernambuco, la ciudad natal de Laila; y finalmente Bolivia.
Primero, vivieron en Achumani en La Paz, mientras sus hijos asistían al colegio Alemán. Con la jubilación de Wilfried en el horizonte, se vieron en la situación de pensar cómo querían pasar la vida de jubilados, además de dónde querían hacerlo.
De ese modo, cuando sus hijos se fueron a estudiar a Alemania, ellos empezaron a pensar en Recife como un buen destino de retiro.
Pero antes emprendieron un viaje en vehículo a la capital argentina, Buenos Aires, parando en el camino para visitar a una amiga en la comunidad de Tolomosita, Tarija.
Cuando vieron que Tarija era un buen lugar para jubilados, y la amiga les contó que el terreno anexo estaba en venta; vendieron su casa en La Paz y empezaron a construir una en Tolomosita, mientras alquilaban otra en el centro de la capital tarijeña.
La construcción tardó dos años. La pareja se mudó en el año 2007 a su flamante casa a una distancia no mayor de dos kilómetros de la ciudad de Tarija.
Resaltan el cambio que significó empezar a vivir en el campo; sin embargo, se adaptaron bien a la comunidad, de la cual Wilfried llegó a ser tesorero.
Fueron “muy buenos” once años para ellos, Laila hizo un grupo de amigas grande y Wilfried se reunía una vez por semana con sus compatriotas alemanes.
Con la edad, la finca de cuatro hectáreas les empezaba a quedar grande, y sus hijos como nietos se encontraban muy lejos, por ello decidieron volver a Europa, concretamente a Portugal.
Laila y Wilfried en su hogar en Tarija.
“La estafa”
Tardaron un año en hallar un comprador para su casa. Finalmente, fue una familia argentina de tomateros que la compró y pagó 650.000 dólares en efectivo por ella.
Los nuevos dueños realizaron la transacción en las oficinas de la inmobiliaria, pero debido al gran monto, el propietario les aconsejó revisar los billetes en una casa de cambios.
Para ello, recurrieron a una conocida casa de cambios de la ciudad de Tarija. Así conocieron a J. Zeballos, el propietario.
Según el relato, al momento de recoger el dinero, el librecambista les dijo que era “riesgoso” llevar un monto “tan grande” por la calle, sobre todo para dos personas mayores, intimidándolos con el supuesto que su vida “correría peligro”.
Los convenció de dejarlo ahí por la noche; así lo hicieron. Cuando fueron a recoger el dinero al día siguiente para depositarlo en el banco, el librecambista de nuevo los detuvo diciendo: “Ustedes van a perder mucho si hacen la transferencia por el banco”.
El cambista les dijo que en esa época había rumores de acciones del gobierno de controlar el movimiento de divisas. Iban a depositar su dinero en el Banco Nacional de Bolivia donde mantienen una cuenta en dólares, por que viven de la jubilación de Wilfried en Alemania.
Según el relato, el librecambista “aprovechó” esa aseveración para infundirles inseguridad y temor por el dinero que generaron en toda su vida.
Las víctimas cuentan a Verdad con Tinta que el propietario de esta casa de cambios se presentaba como un “buen cristiano”, les aseguró que “Dios los había enviado” a él para ayudarlos, a quien además vieron en la iglesia que asistían, dándoles más confianza.
Y así se ofreció a enviar su dinero a Europa él mismo, alegando que, por poseer la casa de cambios, estaba autorizado para hacer ese tipo de transacciones, incluso llegó a mostrarles ciertos documentos que, según él, lo probaban.
El librecambista enviaría el dinero -cobrando un pago acordado entre ellos-, mientras que por el banco sería “un riesgo”, según él.
Indican que los llevó donde su abogado “de confianza” de la casa de cambios y suscribieron un documento de préstamo de dinero.
Firmaron el documento con la confianza de haberse topado con un hombre dispuesto a ayudarlos; en él, el cambista se comprometía a llevar los 650.000 dólares en sesenta días, haciendo transferencias de 100.000 dólares hasta completar el total, el dinero sería depositado a la cuenta de Wilfried en Alemania.
De paso les ofreció invertir el dinero en el extranjero: “Mi hijo trabaja en la Bolsa de Valores en EE.UU.”, y les ofreció altas ganancias; pero ellos se negaron, relatan.
Cuando ya habían enviado todas sus pertenencias a La Paz, solo habían realizado dos depósitos, el resto se atrasaba. El cambista alegó que la Autoridad de Supervisión del Sistema Financiero (Asfi) estaba detrás de él y le había “congelado” sus cuentas, y por ello no había efectuado más depósitos. En ese momento, la pareja estaba únicamente con sus maletas, sin casa ni más pertenencias.
Así los hospedó una amiga en su casa de Tomatitas, en la que vivieron por unos meses. El incumplimiento por parte del cambista les obligó a tomar acciones legales.
Inicialmente procedieron con un proceso ejecutivo por tener un documento, pero ante el rechazo judicial en el que se les indica que no puede ser ejecutado por falta de plazo, se dieron cuenta de que habían sido estafados, pues ya no podían encontrar al propietario de la casa de cambios, “él se escondía”.
Tras solicitar una información de los procesos judiciales en contra de J. Zeballos, se dieron cuenta que este actuar es “reiterado” y que ellos fueron unas víctimas más de las estafas del cambista.
El cambista tiene demandas penales por estafa de once personas, divididas en tres grupos. El primero está conformado por seis miembros de la familia de su esposa. Su sobrino, el señor Genaro Vaca, habla de una buena, y expirada, amistad con él y sus hijos, pero lo describe como alguien solvente y “aparentador”. A Genaro le fueron estafados 10.000 dólares.
En un inicio, su tío le pidió prestados 20.000 dólares para la compra de divisas para su casa de cambios, prometiéndole una devolución con altos intereses. Genaro solo pudo recuperar la mitad de su dinero. Su tío dejó de pagarle cuando empezó hablar de un supuesto robo en su casa de cambios.
Pero Genaro sabe que eso “no lo justifica”, aún así haya ocurrido dicho robo, pues él sospecha que fue “planeado”.
Según la denuncia, el cambista vendió la casa de su esposa, que es tía de Genaro por 1.200.000 dólares, los que nunca vio el resto de la familia.
“Su hijo maneja un –auto- Mercedes 2018”, resalta. Las únicas respuestas que recibió del cambista eran “hijo paciencia” y una llamada para preguntar si lo iban a demandar.
Cuando hizo la demanda, el cambista se negó, alegando que los recibos que Genaro tiene como evidencia eran “falsificados”. Con el juicio avanzado lo admitió. “Se han roto las relaciones”, “en la calle ni nos saludamos”, dice Genaro en cuanto a su familia con el cambista y sus hijos, “causa tristeza”.
De la familia de Genaro, su padre, tío, cuñado y primos aseguran que fueron estafados, seis en total y alrededor de 200.000 dólares.
El segundo grupo de estafados está compuesto por tres personas. Uno de ellos es el exfutbolista Milton Maygua, quien fue amigo del cambista desde que fueron compañeros en el club Unión Central en 1998, cuando ascendieron a la Liga Profesional del Fútbol Boliviano.
Para Milton “era una amistad grande”. Cuando el cambista le pidió dinero prestado, también para comprar divisas para la casa de cambios, confió por la amistad y porque la casa “aparentaba buen flujo y clientes importantes en Tarija”.
Le prestó 20.000 dólares, que no ha vuelto a ver “nada”. Cuando el hermano de Milton tuvo en enero de 2009 un accidente que lo dejó en terapia intensiva, le pidió al cambista 1.000 dólares de todo lo que le debía para pagar los gastos hospitalarios, pero la respuesta de este fue sarcástica e indignante: “¿Quieres que robe un banco?”, según el relato de la víctima.
Antes de pedir el préstamo, recuerda Milton, que el cambista “hablaba de terrenos y edificios; pero ahora no hay nada”.
Milton dice que al librecambista “no le gusta que le cobren”, “se enoja y se hace el guapo”. Él solo pide su dinero de vuelta, asegura que si le devuelven sus ahorros para el futuro “levanta todo”. Su esperanza está en la “conciencia profesional de los abogados de Zeballos”.
A este grupo también pertenece una señora a la que estafaron 8.000 dólares. Liliana es una mujer que vende dulces al lado de la casa de cambios, desde que era niña ayudaba a su mamá en el mismo trabajo.
Este oficio lo mantiene hasta sus 39 años. Un día se le acercó el cambista para ofrecerle ser socia de la casa; pero se negó en un inicio, pues el dinero ahorrado por ella y su marido estaba destinado a comprar un auto.
Su esposo es ayudante en construcciones desde los nueve años, con el tiempo, el trabajo ha desgastado su cuerpo, por lo que ese auto iba a ser comprado para que pueda cambiar de rubro y dedicarse a alguna actividad de menor exigencia física.
Recuerda que el cambista la convenció de que podría ganar el 3% de intereses si le daba su dinero. “¿No quieres ser socia? debes tener alguito”, son las palabras que recuerda.
Así que le pareció una “buena idea” a Liliana, porque además el cambista “salía con los bolsillos llenos”, y en más de una ocasión le encargó que le “eche un ojo” a su vehículo diciendo: “te encargo mi auto, solo el espejo vale doscientos dólares”.
Liliana valoró la oferta con su marido y aceptaron, entregaron todos sus ahorros, 8.000 dólares junto la posibilidad de una nueva vida para ambos. Lamentablemente no vieron nada de su dinero en todo un año, en el que repetidas veces le reclamaban y el cambista aseguraba que cualquier momento podía devolverlo.
Hasta que pasó el supuesto robo en la casa de cambios y Liliana vio todo perdido, además de tener a su esposo con su familia contra ella.
En una ocasión que su madre intentó hablar con el cambista, este la llamó furioso “no te voy a dar un peso, me hiciste quedar mal con mi esposa”, recuerda que le recriminó.
Liliana se siente culpable, “quisiera sufrir sola”, porque su marido se enoja cada vez que recuerda y sus hijos también sufren por ello. Se siente humillada “se hace la burla, (el cambista) se ríe” y “su hijo pasa en su movilidad y se ríe de mí”.
De vuelta al primer caso
El tercer grupo es la pareja, Laila y Wilfried, a la que debe 450.000 dólares. Ambos dicen que solo piden “justicia”, para irse a vivir cerca a sus hijos, con el dinero que generaron en cuarenta años de trabajo.
Una ocasión que Laila lo encontró en la casa de cambios, le increpó reclamando el dinero, el cambista le respondió con una crítica, cuestionando cómo ella podía apegarse tanto a lo económico siendo cristiana; parece que para él, un buen cristiano no se apega a su dinero, “sino al ajeno”, analiza la mujer.
Al principio, dicen, estaban “muy angustiados” y afectados de salud, pero con el apoyo de sus amigos se sienten “algo mejor”, a pesar de que llevan casi tres años exigiendo justicia.
En ese tiempo han podido cultivar una relación de amistad y confianza con la dueña de la casa que alquilan. Afirman, además, que aman Bolivia. Aún no saben qué puede pasar, porque “la justicia es lenta en Bolivia”.
Los tres grupos coinciden en que todo el dinero como las propiedades -de las que el cambista hablaba a Milton- están repartidos entre sus hijos, familiares y terceros.
El cambista no tiene nada a su nombre, sus cuentas están vacías y no tiene residencia fija. Creen que una parte la tiene su hijo que vive en Estados Unidos y trabaja en la Bolsa de Valores, sospechan que él invierte el dinero ahí.
Laila y Wilfried llegaron a tener algún contacto con él. En cuanto al cambista, no da respuestas y no se le puede encontrar. Los trabajadores de la casa de cambios no pueden dar su número “a cualquiera”, porque requieren de la autorización personal de él para hacerlo; en lugar de ello, piden el número de la persona que lo busca, diciendo que “él los contactará”.
El estado procesal, el laberinto infinito
Si bien los casos de la pareja y las otras nueve personas son todos estafas, hay unas diferencias entre los casos.
Fernando Valverde, abogado de los grupos uno y dos, señala que “la diferencia está en la teoría fáctica”, es decir, la manera en que las víctimas han sido engañadas.
Mientras a Laila y Wilfried se les prometió enviar su dinero a Europa, a los dos primeros grupos lo hizo “persona por persona”, dinero prestado para la compra de divisas para la casa de cambios, prometiendo una ganancia del 3%.
“Así es la puesta en escena del cambista: luce casas, autos y dinero para aparentar ser un próspero empresario”.
De esta manera, indica que “la gente le confiará su dinero, además de que la mayoría son conocidos y muy cercanos a él”.
Según la explicación del abogado, con la casa de cambios logra que su propuesta de inversión luzca “legal”, pues entrega recibos con el logo de la empresa, más estos no tienen ningún valor.
La Ley de Bancos establece también las formas en que una casa de cambios puede financiar sus actividades, y es únicamente a través de préstamos de dinero de entidades financieras. “Están prohibidos de prestarse dinero de particulares”.
En un principio, estos nueve estafados -grupos uno y dos- lo demandaban por el incumplimiento de la inversión, algo que no puede ser calificado como estafa, por lo que faltaba el sustento legal para pasar la demanda de la vía civil a la penal. Ahora sí tienen ese sustento, apegándose a la Ley de Bancos.
Cuando los estafados le hablaron al cambista de una demanda penal, él, según sus relatos, les respondió que “no importa”, en el peor de los casos, iría cinco años a prisión y al salir no pagaría “nada a nadie”.
Parece también que no sabe que se enfrenta a tres o diez años de cárcel, más cien a quinientos días de multas, por el delito de estafa múltiple, además de la demanda de Laila y Wilfried, que se apega al artículo 335 del Código Penal Boliviano, que impone uno a cinco años de cárcel más multas.
A ellos les ha llegado a decir que él “tiene muchos amigos influyentes” y esa es una de sus razones para no temer, relatan.
El cambista consiguió la libertad, y las víctimas esperan el juicio sin conocer su paradero.
La abogada de esta pareja, Kattya Ocampo, explica que el proceso está “truncado” a la espera de que el Ministerio Público “dé celeridad” para la acusación.
Pudo conocerse que la Fiscalía imputó a uno de los hijos del librecambista, pero en un proceso paralelo por estafa.
Para la abogada Ocampo esta figura no tiene sentido, pues no se encuentra dentro de ese proceso el principal acusado. “Lo correcto sería una ampliación de la imputación en el mismo proceso por estafa múltiple”, explica.
El Ministerio Público debe resolver una conminatoria que le remitió el juez de la causa por la situación mencionada, lo que retrasa la presentación de la acusación formal para ir a un juicio.
Verdad con Tinta se comunicó con el abogado Iván Vaca Parrado, quien es parte de la defensa del librecambista, para conocer su versión sobre estos casos.
El abogado respondió que los procesos ya se están resolviendo por la vía civil y que devolvería la llamada para confirmar o no si el aludido quiere dar a conocer su postura. La llamada no llegó.
“Las víctimas sienten desazón, están desprotegidas por la justicia”, agrega el abogado Valverde.
Laila y Wilfried tras dos largos años de espera, decidieron ir a ver sus hijos hasta Alemania, pero tienen un nexo ineludible en Tarija por el que deben volver: todos los ahorros de su vida se encuentran en este lugar. Mientras no resuelvan este caso seguirán truncados en este sitio.
Así es como aguardan que la justicia recupere su patrimonio de 40 años.
Mi papá fue estafado por mi «madre» por más de un cuarto de millón de dólares. Mi papá también es extranjero y las leyes en Bolivia no avanza. Ya estamos más de 10años en la pelea. Nos embargo la casa y auto, nos dejo sin nada.
Confianza en nadie, también es una historia como para contarla.
Mi madre compró en preventa a valor de 260000 dólares el 2016 dos departamentos que nunca se entregaron . Metió un juicio penal y otro civil. Ya está terminando 2023 y todavía no hay definición. Me da enojo e impotencia.