Este trabajo fue realizado con el apoyo de Internews Health Journalism Network
Violeta
Era un bebé buscado. Violeta (*) supo que estaba embarazada en la primera semana de embarazo, cuando un retraso en su menstruación anunciaba que en su vientre empezaba a desarrollarse una nueva vida.
Fueron seis semanas de incontenible felicidad, hasta que una mañana, cuando se levantaba para ir a trabajar, una mancha de sangre en la ropa interior se dispuso a amenazar aquella alegría.
El médico le ordenó reposo, pero aún así, el sangrado no paró. El aborto era inminente. Tras una serie de ecografías que confirmaban que el embrión no tenía vida, el médico privado le proporcionó unas pastillas que la ayudarían a expulsar los restos que aún permanecían dentro. Su bebé.
El aborto espontáneo es la muerte natural del embrión o feto antes de la semana 20.
Organización Mundial de la Salud
Su caso se manejó desde la intimidad de su hogar y nunca llegó a registrarse en el sistema de salud.
Como ella, cientos de mujeres atraviesan por abortos espontáneos en el primer trimestre e inclusive en las primeras semanas de embarazo, lo cual dificulta tener datos reales de cuál es el porcentaje de abortos espontáneos no solo en Bolivia, sino a nivel mundial.
Miles de las mujeres que atraviesan un aborto, ni siquiera llegan a enterarse que están embarazadas, pues consideran que fue un retraso en su ciclo menstrual o una menstruación con “un poco” de dolor.
A nivel internacional se estima que entre 10 y 20 de cada 100 embarazos terminan en un aborto espontáneo o retenido; otros cálculos hablan de 10 de cada 40 casos. En general, hay poca información al respecto.
En el caso de Bolivia, no hay información disponible públicamente por parte del Ministerio de Salud y Deportes. La solicitud debe hacerse de manera formal, escrita y según informan desde el área de comunicación de la propia oficina “tarda en llegar”. La información es casi un secreto, como si se tratara de un pecado.
Sin embargo, información solicitada al Servicio Departamental de Salud de Chuquisaca, evidencia que los casos registrados en este departamento entre enero de 2020 y noviembre de 2021, llegan al 10%, manteniéndose dentro de la estadística internacional, aunque la cifra podría inclusive duplicarse tomando en cuenta que muchos de estos casos nunca llegan a registrarse en el sistema de salud.
En el hospital gineco obstétrico “Dr. Jaime Sánchez Porcel” de la ciudad de Sucre, la psicóloga Irma Maldonado asegura que reciben casos de aborto espontáneo “prácticamente todos los días”, lo que indica que las cifras podrían ser más altas aún.
La falta de estadísticas, o su difícil acceso, habla de la invisibilización intencional o accidental de la problemática, lo cual impide no solo que las mujeres tengan acceso a información oportuna, sino también a una asistencia transversal, que vaya desde lo físico hasta lo emocional.
“Me hubiera gustado que un profesional me acompañe después de mi pérdida”, dice Violeta, quien tras casi un año, aún llora la pérdida de su bebé y afronta con ansiedad y miedo la posibilidad de quedar embarazada nuevamente.
Como ella, otras mujeres desean haber recibido atención psicológica tras sus pérdidas, pero en Bolivia no hay políticas orientadas a la salud mental de las mujeres que atraviesan por un aborto, ya sea espontáneo o voluntario y tampoco hay información sobre el tema en general.
Mariela
“Lo siento mucho, pero no hay latido; el embrión no tiene vida”, fueron las palabras del médico. Mariela (*) tenía ocho semanas de embarazo y acudía a su segundo control ecográfico, pero lejos de escuchar los primeros latidos del corazón de su bebé, recibió una noticia que paralizó el suyo por algunos segundos. Ese “no hay latido” aún retumba en su cabeza.
Su embarazo se había detenido al menos una semana antes, pero nunca tuvo sangrados y el cuello del cérvix estaba cerrado, por lo que se trataba de un aborto retenido.
Su caso llegó a registrarse en el sistema de salud, pues tuvieron que practicarle un legrado o raspado de las paredes del útero para sacar los restos de aquel ser al que el sistema de salud se empeñaba por denominar como embrión, pero que para ella, era su bebé.
Aunque su caso fue registrado en el sistema de salud, nunca recibió un seguimiento psicológico y tampoco se lo ofrecieron.
“Me llamaron al menos tres veces de la clínica donde se llevó a cabo el procedimiento para preguntarme sobre las causas de mi aborto, querían saber si había sido espontáneo, por riesgo para mi salud o voluntario, pero nunca me preguntaron por mí, por cómo estaba yo después de aquella experiencia”, relata Mariela, evidenciando la priorización de la parte física y legal, pero no de la emocional.
Tanto Violeta como Mariela, aseguran haberse sentido solas en el proceso pese a la compañía de su familia. Aún hoy, confiesan tener sentimientos de culpa.
“A veces pienso que podría haber hecho algo que lo evitara. Tal vez hice mucho esfuerzo en ese tiempo, tal vez debería haber hecho reposo”, asegura Mariela.
Según explica el doctor José Antonio Aguilar Jiménez, director de la Sociedad Boliviana de Ginecología y Obstetricia, que pertenece a la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO), las causas del aborto espontáneo van desde factores genéticos, hormonales e infecciones. Sin embargo, el especialista resalta que en Bolivia los embarazos en adolescentes y una deficiente nutrición de la madre, son dos factores que provocan que la incidencia sea mayor.
Como sea, en la mayoría de los casos los abortos espontáneos son por causas que la madre no podría haber evitado, pero aún así carga con el sentimiento de culpa.

Ximena Montaño es psicóloga clínica con especialidad en psicología perinatal, salud mental materna y duelo. Aunque su experiencia profesional en la atención psicológica a mujeres que han atravesado por un aborto es vasta, ella misma ha pasado por esa situación, lo que además la torna más empática y humana con quienes acuden a ella por ayuda.
Su experiencia profesional, sumada a la poca atención psicológica que reciben las mujeres que experimentan un aborto en Bolivia, la ha llevado a formar el “Grupo de Apoyo Gratuito Comunidad Acompañarte”, desde donde brinda acompañamiento emocional de duelo a quienes han perdido a un hijo en cualquier etapa del embarazo.
Ximena sabe que hay más casos de lo que se piensa, pero es un tema del que se habla poco porque en Bolivia. Hablar del aborto, así sea un aborto natural, es tabú.
“Inconscientemente, desde el punto de vista del psicoanálisis, la mujer percibe muchas veces el aborto como una falla en ella”, dice la profesional sobre los sentimientos más recurrentes que suelen tener en estos casos.
Generalmente, las mujeres evitan hablar del tema, pues hay el temor de que asocie con una enfermedad o incapacidad, pese a que es algo frecuente y natural. Lo cierto, es que aquel temor está fundado en una realidad.
“Es importante saber que un aborto, en cualquier mujer, representa su maternidad también, pues la maternidad no es solo tener un bebé en brazos. La maternidad se da desde el momento uno, e inclusive desde el deseo previo de un embarazo”, explica la psicóloga perinatal.
Respecto a lo emocional, el impacto o las consecuencias psicológicas variarán según cómo haya sido cada experiencia y según las circunstancia.
Atreviéndose a compartir un fragmento de su propia experiencia, Ximena relata que cuando ella perdió a su bebé mientras vivía en Argentina, sufrió un sangrado muy fuerte que derivó en su desmayo y posterior traslado en ambulancia a un centro médico, convirtiéndose en una situación caótica para ella y su pareja, al margen del dolor emocional que ya de por sí atravesaban.
Laura
Laura (*), madre de un pequeño de seis años, tuvo un aborto espontáneo casi al mismo tiempo que Mariela, y las similitudes entre ambos son muchas. Se trataba de un aborto retenido y había la necesidad de realizar un legrado.
A diferencia de Mariela, Laura fue atendida en un hospital público de la ciudad de Tarija y el procedimiento se realizó sin sedación. Durante varios minutos, con dolor físico y emocional, ella sintió cómo succionaban a su bebé de su interior.
Pese a la traumática experiencia, al igual que Violeta y Mariela, nunca recibió atención psicológica.
Según explica la doctora Irma Maldonado, quien trabaja en el área de psicología del hospital gineco obstétrico “Dr. Jaime Sánchez Porce” de la ciudad de Sucre, el abordaje psicológico a los pacientes en los centros de salud queda relegado a la iniciativa y capacidad de cada centro, ante la falta de políticas transversales que contemplen la salud mental de los pacientes.
En el caso del Gineco Obstétrico, el hospital actúa de “oficio”, realizando una evaluación diaria a cargo de un equipo multidisciplinario a todas las pacientes ingresadas en el centro, según su protocolo. En ese equipo, se encuentran las profesionales de psicología.
“El servicio de psicología brinda una atención en relación a la necesidad de cada paciente con el fin de precautelar la salud mental y la paciente recibe atención emocional”, asegura Maldonado, quien explica que estos casos se registran diariamente.
Aunque su protocolo es fácil de replicar en otros establecimientos, el Gineco Obstétrico de Sucre es una excepción dentro de una regla marcada por la indiferencia y frialdad en cuanto a la atención psicológica a las mujeres que han atravesado por un aborto en el sistema de salud.
En general, para las mujeres el duelo de la pérdida de un bebé es un camino marcado por la culpa y la soledad, puesto que muchas veces ni los propios familiares tienen las herramientas necesarias para ayudarlas a transitar por su pérdida.
De acuerdo a la teoría de la psiquiatra suiza estadounidense Elisabeth Kübler-Ross las fases son: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.

Si bien estas fases no son lineales y se pueden presentar en distinto orden y etapas, es común experimentarlas todas a lo largo del proceso de duelo; y es positivo.
“Es importante entender que para tener un duelo saludable, hay que pasar por estas cinco etapas, aunque el tiempo que dure cada una de ellas puede ser relativo”, explica la psicóloga perinatal Ximena Montaño.
Pese a lo saludable de esto, e diferentes ocasiones son los propios familiares quienes inhiben el duelo con la intención de evitar ver sufrir a sus seres queridos en ese momento, pero generan un efecto negativo.
“Sentía que querían minimizar lo que yo sentía, me decían cosas como ‘era muy chiquito, no tenía formado ni el corazoncito’, pero lo que para ellos era casi un coágulo, para mí era mi bebé”, dice Mariela, quien inclusive llegó a sentirse culpable de su propia tristeza a causa de comentarios de esa índole, lo que le generaba aún más ansiedad.
Para Montaño, si la expectativa del embarazo es alta, es sano que la mujer pueda manifestar una tristeza acorde al deseo que ella sentía de ser madre, sin que sea minimizado. Por el contrario, frases como “podría haber nacido enfermo” o “ese bebé no estaba bien formado”, no contribuyen a un duelo positivo.
En el caso de un aborto, el duelo puede ser más desafiante, pues a diferencia de cuando se pierde a un padre, un hermano o a cualquier familiar, aquí no hay recuerdos buenos a los que aferrarse ni un lugar físico para llorar a los seres queridos, como el cementerio.
Los rituales, como el velatorio y el posterior entierro, ayudan con el duelo, por eso, en estos casos, es bueno realizar algún tipo de ritual para integrar esa pérdida a nivel psicológico.
Escribir una carta, plantar una flor o resignificar su pérdida llevando la ropa que tenían comprada a una maternidad, para donación, son acciones que pueden ayudar en ese proceso.
Violeta, Laura y Mariela aún cargan con una profunda angustia por su pérdida, sin haber recibido ayuda emocional en los centros en los que fueron atendidas, ya sean públicos o privados.
(*) El nombre de estas mujeres fue cambiado para proteger su privacidad.