¿Y si en lugar de frías lápidas cada ser humano tuviese un árbol donde descansan sus restos?: esa es una de las preguntas que dio origen a Ecomarka, una empresa cochabambina dedicada a la creación y comercialización de urnas biodegradables para cenizas de restos humanos y servicios funerarios integrales.
La propuesta de Ecomarka es única en el país, porque se trata de una urna hecha con materiales orgánicos que guarda, tanto las cenizas del fallecido como al futuro árbol en que se convertirá. Para Herlan Prada, gerente y fundador de la empresa, la razón de ser de Ecomarka es puramente ecológica.

“Queremos reforestar, que cuando alguien fallezca dé vida a un nuevo árbol”.
Herlan sueña con bosques santos en los que cada árbol sea la evidencia del paso de una persona por el mundo, bosques que, a la par, sean una firme respuesta a la deforestación. “Queremos reforestar con esta opción única, que cuando alguien fallezca, o nosotros mismos, ayudemos a dar vida a un nuevo árbol”, explica.
Ecomarka nace en el año 2019 con la tarea de cambiar una mentalidad tradicional que se resistía a su propuesta. Según recuerda Herlan, si la gente ya era incluso reticente a la cremación, lo era aún más a la idea de inmortalizar los restos humanos con un árbol. Fue entonces que llegó la pandemia por covid-19 y la cremación pasó de ser una opción a una regla.
Desde entonces, la empresa fue creciendo árbol a árbol, los que suman ya 246 ejemplares a lo largo del continente. Estos se reparten entre Cochabamba, Trinidad, La Paz, Tarija, Sucre y Santa Cruz en Bolivia, Buenos Aires en Argentina y Estados Unidos. En Tarija hay seis a la fecha.
La urna biodegradable
El producto de Ecomarka está compuesto por cuatro características: los componentes orgánicos que luego alimentan al árbol creciente; las cenizas del fallecido; un árbol de un año de vida; y un código Qr para el sistema de georreferenciación. Los materiales de la urna se degradan con agua y son descritos por Herlan como un superabono para la planta.
Con este sistema se agregan los datos del finado, incluso sus cuentas en las redes sociales, y se lo ubica en el mapa. Una de las bondades que Herlan identifica en este sistema es la siguiente: “De aquí a cien o doscientos años los descendientes van a poder encontrar el árbol de tatarabuelo con el GPS”.
“Yo no voy a ver los bosques santos ni disfrutar del oxígeno de mi árbol, pero mis hijos y nietos sí lo harán”.
Sobre las cenizas, si bien la empresa también ofrece el servicio de cremación, no condiciona a sus clientes a contratarlo, sino que pueden presentarse ya con las mismas. Lo mismo sucede con el árbol. Ecomarka trabaja con aliados estratégicos para elegir el árbol apropiado para cada ecosistema; sin embargo, quien compra la urna, tiene la opción de llevar el suyo.
Herlan recuerda el caso de un ingeniero agrónomo que modificó y creó un árbol único. Ese mismo se encuentra hoy donde descansan sus cenizas.
La urna de Ecomarka tiene un costo de 350 dólares. Además, Ecomarka trabaja con un sistema de comisiones por venta, por lo que tiene las puertas abiertas a todo el que quiera sumarse a su causa vendiendo urnas.
Para Herlan se trata de una decisión basada sobre todo en la conciencia ambiental. “El mundo tiene que adaptarse, dentro de unos años esta opción va a ser la única”, sentencia. A pesar de la confianza que tiene en su producto, sabe que él no llegará a ver su sueño realizado, pues se trata de un regalo para el futuro. “No voy a ver los bosques santos ni disfrutar del oxígeno de mi árbol, pero mis hijos y nietos sí lo harán”.
Por su parte, Herlan ya tiene reservada tanto su urna como la especie de árbol: un chillijchi.
Hoy Herlan es testigo de cómo poco a poco más personas se suman a su idea, lo que para él es sinónimo de esperanza en un futuro verde y rebosante de oxígeno.