El aire se impregnaba de un fresco aroma a óleo y pinturas recién destapadas, cuidadosamente dispuestas sobre un lienzo que, en cuestión de minutos, se inundaría con la tibieza del aceite de linaza. Los trazos, todavía vírgenes y delicados, oscilaban entre los danzantes tonos rojos y las tonalidades azules, tan tenues como misteriosas.
Sobre el lienzo, bañado por reflectores dorados que destilaban un brillo único, se desplegaban con ternura los tonos morados que Naara Arnold Ávila había plasmado con destreza. Su exposición artística, bajo el título de Trascendencia: Más allá de lo visible, que había comenzado el 12 de septiembre.
La audiencia abarcaba desde estudiantes hasta apasionados por el arte, todos atentos a la declamación de la artista de fragmentos de textos de Rainer María Rilke sobre la esencia estética y la profundidad del arte. Este era solo el inicio de lo que se convertiría en una obra artística en vivo.
Cada pincelada, cada trazo, desafiaba la efímera naturaleza del tiempo y exploraba la trascendencia. Lo que en un principio parecía ser la representación de una estudiante de diseño gráfico se transformaba ante los ojos en una obra artística en constante evolución.
La captura del momento
Naara, desde sus primeros pasos en el arte brilló en galerías nacionales y su pasión se impregnaba en cada uno de sus trazos.
Con un lápiz de carbón en mano, su pulso firme y, al mismo tiempo, suave y libre, comenzaba a plasmar el rostro de la joven. En los primeros instantes, tanto la artista como los espectadores aguardaban con expectación.
Incertidumbre e intriga se reflejaban en los rostros de los observadores, quienes eran testigos de un abrazo de realismo mágico impartido por la artista.
El proceso se desarrollaba con confianza en su estilo. La pintora retiraba el papel film que protegía la frescura de los cuatro acrílicos, los que en breves minutos cobrarían vida en su obra. La mezcla de rojo con blanco daba lugar a una piel suave, mientras que la fusión de verde con azul creaba un tono oscuro y enigmático, capturando así la esencia viva de su retrato.
Al margen de toda su exposición que acompaña en la realización del retrato, ella se plantea descubrir la belleza en la oscuridad, la sutileza en lo perturbador, y la misma esencia que acompaña en una captura de momentos efímeros que pasan desapercibidos en la rutina diaria.
Para ello, utilizó una combinación de materiales que transportaron a los espectadores a un reino donde lo cotidiano se convertía en lo sublime. Las pinturas al óleo y el papel trupán desempeñaron un papel fundamental en el desarrollo de su exposición como en la realización de su retrato.
Primeras pinceladas: descifrando el enigma de una expresión anhelante
»Lo secreto», ―Quiero estar con aquellos que conocen cosas secretas. O sino, solo»―. Rainer María Rilke.
Las primeras pinceladas, un enigma en desarrollo, comenzaron a dar vida a la obra en Los Altos del Marqués. Un baile romántico entre luces y sombras fusionaba dando voz a los trazos, proclamando la presencia de la joven en el lienzo. Un tono rojizo con matices rosados y morados tomaba forma, con una mano delicadamente posada en el rostro de la modelo, quien posaba como una musa sentada sobre los rayos dorados del sol, infundiendo al lienzo frescura y juventud.
Sin embargo, un intruso amarillo se inmiscuía en los matices oscuros. La artista afirmaba que la pintura es un proceso; “si te equivocas, puedes empezar de nuevo», mientras limpiaba el trazo con un paño de tela con delicadeza.
Lo sublime de lo estético está en los detalles
La verdadera belleza residía en los detalles, según las palabras de Leonardo Da Vinci, y Naara los incorporaba con maestría. Mientras trabajaba en los detalles más complejos, manos y ojos, la pintora compartía sus reflexiones, como también sus fuentes de inspiración; en particular, una cita de Rainer María Rilke que la había guiado:
«La belleza no es sino el comienzo de lo terrible; apenas la soportamos y si a admiramos es porque desdeñosamente no se preocupa por destruirnos»
Tan sutil como una pincelada y delicada como una acuarela, acompañando con destreza y precisión, la artista mezclaba tonalidades aún más oscuras, solo para fusionarlas con tonos vivos. Esta fusión y armonía entre los llamados «cálidos» y los distantes «fríos» creaba un dinamismo impactante en la obra. El lienzo estaba en constante evolución, capturando la atención de todos los presentes.
La esencia de la autora
Un flequillo entre pequeños trazos y una mirada fija, fueron los últimos detalles de la autora, quien deja sus materiales en la mesa, se limpia las manos y mira con orgullo su obra, un pedacito leíble inmortalizado en el tiempo y espacio de esa exposición.
La joven modelo, llena de esperanza y una leve macurca se levanta de la silla, se ve a sí misma con emoción, pues la intriga por ver el resultado había terminado.
Así, acompañada de amigos, estudiantes y familiares, Naara dejaba de ser la autora del retrato para sentir la vitalidad de la joven que representaba. El lienzo era un reflejo de emoción y delicadeza, mientras la modelo reflejaba la intriga que sentía al verse inmortalizada.
Las paredes de la galería de Los Altos del Marqués se llenaron de obras que desafiaban la mirada convencional. La exposición estuvo inspirada por las palabras de Rainer María Rilke, quien fue tomada por la pintora, para llevarnos con ella en un viaje artístico que iba más allá de lo evidente.
Rainer María Rilke (1875-1926) fue un poeta checo que se convirtió en el más relevante e influyente de la primera mitad del siglo XX en la lengua alemana; amplió los límites de expresión de la lírica y extendió su influencia a toda la poesía europea.
En palabras de la artista, su exposición Trascendencia: Más allá de lo visible fue un viaje más allá de lo evidente, un viaje hacia lo sublime. Un viaje que aportaría al arte en Tarija, dejando una huella profunda y duradera.
La galería quedó en silencio, impregnada de la trascendencia que Naara había capturado en su lienzo. Así, en aquel rincón del casco viejo tarijeño, el arte cobraba una nueva dimensión, explorando las profundidades de lo estético y lo hermoso, como un eco eterno en el corazón de quienes habían sido testigos de esa obra en evolución.