“Fue una respuesta al contrabando”, así empieza el relato de Roberto Ruiz Catoira, joven emprendedor de 25 años que ha ganado reconocimiento y visibilidad desde que lanzó el singani Bohemia 56, en marzo de 2022.
Esa “respuesta al contrabando” es un aceite de semilla de uva, cuya elaboración investiga desde hace más de cuatro años. Roberto explica que, mientras los vinos y singanis son considerados como derivados de la uva, el aceite es un subproducto. La afirmación se basa en que, tras elaborar las bebidas, grandes cantidades de semilla de uva son desechadas: grandes cantidades que pueden aprovecharse para hacer nuevos productos.
El afán y su premisa de “desperdicio cero” lo llevó a investigar a fondo cómo aprovechar las semillas que hasta entonces eran solo un desecho o residuo. “Me he enterado de que en otros países se aprovechan para hacer aceite y que este tiene muy buenas propiedades, como el ácido tartárico”.
Identificando que la mejor opción para un emprendedor que recién inicia es el prensado en frío, Roberto viajó hasta Cochabamba con sus semillas en mano, para hacer pruebas en una prensa ajena. Hoy tiene el orgullo de poseer una propia.
Aunque asegura que el consumo y usos gastronómicos del aceite de semilla de uva es “muy bueno”, él optó por incursionar en la industria de los cosméticos y promocionar su aceite para utilizarlo en la piel.
En diciembre de 2023, Roberto lanzó oficialmente Asua, la marca con la que comercializa el aceite de semilla de uva. Bajo el eslogan de “Belleza de altura”, promociona el producto en presentaciones de 30 ml y 10 ml. Con orgullo el joven emprendedor se afirma como el primer productor formal de aceite de semilla de uva.
Sobre la cantidad de producto por envase, recuerda: “Antes pensaba que podía hacer envases más grandes, pero es complicado separar las semillas. Además, con una sola gota del aceite se humecta toda la cara”.
Pero el interés de Roberto por los subproductos no termina con el aceite, pues ha podido indagar más mientras asesoraba a una estudiante en una investigación para elaborar harina a partir de la piel desechada de la uva. “Podríamos no desperdiciar absolutamente nada de la uva. Todo tiene un uso, pero nosotros lo votamos”, lamenta. Y es también a raíz de Asua que pudo dar forma a un jabón saponificado con aceite de uva y enriquecido con otros elementos.
Otra de las curiosidades que rodea al emprendedor, es que ni él ni su familia poseen viñedos de ningún tipo, lo que es la mejor evidencia de que se puede construir un negocio basado en lo que otros desperdician. Si pudiera, Roberto aprovecharía hasta el escobajo del racimo para no desperdiciar nada y exprimir tanto como pueda las posibilidades de estos aparentes desechos.
En un departamento cuya principal industria es la vitivinicultura, Roberto es el único hasta ahora que busca aprovechar lo que otros tiran a la basura.
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