Cada semana el carro basurero recoge de las puertas de casa bolsas llenas de desperdicios. En ellas se encuentran también aparentes desechos, como latas, tápers, frascos, marcos, entre otros que, lejos de haber cumplido su vida útil, aún dan para algunos usos más.
Para Paola Castellanos el problema se encuentra en la mentalidad consumista y desechable de muchos tarijeños. “Cuando algo se nos rompe, lo botamos sin tratar de arreglarlo o darle un nuevo uso”, señala. Y es que objetos como las latas de leche condensada, simulan una vida útil efímera. Parece que ya no sirven cuando están vacías de su contenido original. Pero Paola sabe que ese vacío aún puede llenarse, ya sea con lápices, hilos, servilletas, u otros comestibles.
Es por eso por lo que desde la pandemia por covid-19, tanto Paola, como su hija Mishel, dedican parte de su tiempo a la restauración y reciclaje de todas aquellas cosas que aguantan una segunda oportunidad, sean pequeñas como frascos o grandes como una mesa de luz.
La restauración ya era un buen vicio que Paola practicaba en su hogar. Ella se autoproclama como una enemiga de botar y como una fan de lo rústico y vintage. Es una cazadora de lo dañado y obsoleto, una enfermera de lo antiguo y poco vistoso. Y en la cuarentena encontró el momento ideal para hurgar los rincones de su casa y encontrar materia prima de distracción. Pidiendo perdón de antemano, dice: “Para mí, la pandemia fue una bendición”.
Paola vive en la campiña tarijeña; Mishel, en la altura de La Paz. Durante esos días de incertidumbre y coronavirus, Paola aconsejó a su hija distraerse con alguna restauración. “Ella tiene un carácter diferente al mío y se lanza nomás”, señala. Así, Mishel se puso manos a la obra en el pasillo de su edificio, hasta que una vecina la vio y le pidió un trabajo. Charlando, madre e hija decidieron crear un emprendimiento basado en la restauración y reciclaje, pues la familia y amistades de Paola, ya se lo habían sugerido.
“Olivia” fue el nombre elegido para la marca. Como si de algo poético se tratara, es también un nombre reciclado, el que alguna vez Mishel hubiese querido ponerle a una hija. Así empezaron a operar entre Tarija y La Paz; Paola con mirada rústica, mientras que Mishel con una visión más minimalista. “La pandemia me ha enseñado a romper las distancias, a actualizarme con lo digital y a tomar cursos para mejorar el emprendimiento”, recuerda Paola.
Pero esta labor en beneficio del medioambiente no se detiene solo en esa segunda oportunidad para los objetos, pues Paola procura utilizar pinturas y barnices amigables con el ambiente.
Dependiendo de la dificultad del trabajo, y si necesita delegar una parte al carpintero, Paola puede entregar, por ejemplo, una mesa de luz restaurada en una semana. Sin embargo, el mayor éxito de Olivia, hasta ahora, son las cajas de té. “Parece que la gente no tiene dónde poner el té, es lo que más nos piden”, dice mientras ríe.
Según el tamaño del encargo, la pieza entregada puede costar entre Bs 80 y Bs 600. Una de las cosas que resalta Paola es que es difícil cobrar por el trabajo artesanal. Ella incluso tomó un curso para hacerlo de la mejor manera.
Finalmente, el mensaje que deja Paola es que todo se puede reciclar y llama a la gente a empezar a prestar atención a todo aquello que tira a la basura. “Debemos dejar el mundo un poco mejor para los que vienen después”, reflexiona.
Para conocer más sobre Olivia, puedes contactarlas haciendo clic en los siguientes enlaces:
Ubicación: cómo llegar.
Facebook: Olivia
Instagram: @oli.viabo