A la hora de colorear los paisajes bolivianos, Dios usó un sinfín de colores y pinceles únicos, tanto que nos regaló lugares con una belleza encandílate, la cual no tiene similitud a otra igual en el mundo, siendo el salar de Uyuni uno de ellos.
El salar de Uyuni es el desierto de sal más grande del mundo con una superficie de 10 582 kilómetros cuadrados, además de ser también el que se encuentra en la mayor altitud, estando ubicado a 6500 metros de altura sobre el nivel del mar.
“Donde la tierra se encuentra con el cielo”, esta es una de las frases mas conocidas que describen el espectáculo que ofrece este lugar, porque durante época de lluvia, el piso salado se vuelve impermeable, permitiendo que el suelo se inunde, generando un efecto espejo, el que juega con nuestros ojos, maravillándolos con un encuentro con las nubes.
De pronto, las calles de este mágico lugar y los hoteles quedaron vacías, el frío abarcó de a poco el escenario salado, a costa del calor humano que ya no se paseaba por el lugar.
De un momento para otro, la pandemia del coronavirus paralizó todo aquello que estuviera a su alcance: tiendas, hoteles, restaurantes y guías turísticos de la zona, quedaron desolados en el desierto de sal que vivía del turismo.
Un artículo de “El Correo” publicado en 2017, asegura que el salar recibe alrededor de 60.000 turistas por año aproximadamente, todos atraídos por los majestuosos paisajes que ofrece el lugar.
“Nos hemos dedicado a trabajar en el campo más que todo, hemos cerrado todas las empresas de turismo porque los turistas dejaron de venir por la cuarentena”, comenta a Verdad con Tinta Rubén Condori, un guía turístico de la empresa “Sol Andino”.
Según Rubén, la época alta de turismo en este lugar es de enero a marzo, especialmente visitantes del extranjero. Los turistas nacionales, llegan especialmente en la época de invierno.
La desolación y el frío han sido los únicos turistas en época de cuarentena, pues hoteles y otros espacios se vieron obligados a cerrar sus puertas de manera indefinida, frenando así el motor económico de la zona.
“Han cerrado varios negocios, algunos de ellos vendieron hasta los vehículos que usaban para hacer recorridos turísticos, ahora se están dedicando al campo y no sé si volverán a sus actividades con el turismo”, confiesa el guía.
Uyuni es uno de los mayores atractivos turísticos de Bolivia, donde también se puede visitar la imponente reserva Eduardo Avaroa, que celosa esconde entre sus heladas cordilleras lagunas coloridas; como la negra, la colorada y la verde.
Esta reserva es testigo de la conquistadora “Pachamama” o Madre Tierra, como la denominan los pueblos nativos y lo maravillado que deja a todo aquel que pisa su suelo.
Entre los flamencos, llamas, vicuñas y lugares como el Silala y el árbol de piedra, dejan a cualquiera con los ojos encandilados de tanta belleza natural que posee.
A la orilla de la laguna colorada se encuentra doña Tomasa, con las manos talladas por el frío y el viento al que se enfrenta a diario por las bajas temperaturas del lugar en el que vive, pero con la mirada fuerte y acogedora, quien recibe en su pequeño albergue a cientos de turistas que van a conocer cada año el suroeste boliviano.
A lo lejos gritaba una pequeña oveja negra, que corría desesperada a los brazos de doña Tomasa, mientras esta le daba leche en un pequeño biberón al corderito “chullo” como lo llama, nos cuenta “lo duro” que ha sido sobrevivir la pandemia.
En un lugar que se encuentra a más o menos seis horas del pueblo más cercano, fue difícil abastecerse y contar con una selección de alimentos para el día, sin tomar en cuenta que el flujo económico con el que contaba gracias al turismo, quedó totalmente paralizado, dejándola a la deriva con unos “cuantos ahorros” y su fe en que “todo acabará pronto”.
El frío rosando la piel, la sal dura, y un sinfín de historias por contar, recibían cada año a cientos de turistas.
El salar es un lugar “único” en el mundo con una diversidad de paisajes que atraen a turistas que incluso vienen de otros continentes, solo para espectar “la maravilla del lugar”, como lo reflejaban cientos de turistas al contar sus experiencias en redes sociales tras conocer el lugar.
El salar ha sido uno de los lugares más afectados económicamente por la pandemia del covid- 19, porque este lugar se dedicaba casi en su totalidad al turismo.
En una visita a este sitio en el departamento de Potosí, pudo constatarse que se encuentra con las carreteras vacías y los vuelos ausentes.
De acuerdo con una investigación realizada por docentes de la Carrera de Administración de Hotelería y Turismo de Unifranz El Alto, el turismo en Bolivia perderá Bs 6200 millones en esta gestión por la pandemia del coronavirus que paralizó el sector.
El estudio refiere que las regiones más afectadas son el Salar de Uyuni en Potosí y Copacabana en el departamento de La Paz, donde el 100% de su economía depende del turismo.
La investigación asegura que estas regiones no se recuperarán hasta 2021.
Dado que el foco de las investigaciones suele estar firmemente ligado al valor economico de la sal, no es facil determinar el lugar definitivamente mas salado.