Un canario llora desde una jaula, todos piensan que está feliz y es su forma de demostrarlo, un loro sin alas trata de ocultar su dolor, imitando lo que dicen sus dueños.
El maquillaje con el se pintan se ha hecho de sangre y sufrimiento de algún conejo o mono que ha nacido sentenciado a sufrir en laboratorios para terminar muriendo por vanidad, y mientras, alguien llama para denunciar maltrato animal por el caso de un perrito.
Esa misma persona, luego se sienta a comer la carne de alguna pobre vaca que antes de morir ha sufrido durante meses en silencio.
En Bolivia fue aprobada en 2015 la Ley 700, la cual vela en contra del maltrato animal, aunque a la fecha, esta no se cumple. Lo que se puede ver es que solo ampara algunos tipos de maltrato animal que existen.
Es fácil tomar el teléfono y hacer una denuncia para evitar que alguna mascota siga sufriendo, pero… ¿y que pasa con los demás animales?
Ahí está la gran diferencia entre el animalismo y el mascotismo, ya que uno de ellos solo defiende los derechos de las mascotas y vela por ellas, cosa que por supuesto está bien, pero el animalismo trata de velar por todos los animales, no solo los que parecen lindos y domesticables, sino también, por los que son vulnerados o quitados de su hábitat natural.
La diferencia entre una mascota y un animal que no es doméstico, es que la primera como el gato o el perro, se adapta a la convivencia con los humanos y es dependiente totalmente de ellos, mientras que el segundo, pertenece a un hábitat, no necesita de un hombre para sobrevivir.
Aunque las personas en diferentes ocasiones a las aves, las tortugas y monos, las vuelven mascotas, sacándolos de su hábitat, por lo general esto no se denuncia, aunque es considerado como “trata y tráfico de vida silvestre”.
También esta la cría industrial de animales, que generalmente se da en las granjas e industrias ganaderas, donde miles de vacas, gallinas, cerdos, entre otros, son sobreexplotados a diario.
Según una investigación realizada por la fundación “Mercy for Animals” los cerdos padecen de un continuo abuso desde el día en que nacen.
Les arrancan los testículos violentamente y les cortan la cola sin proporcionarles nada para mitigar su dolor.
Las cerdas mamás son confinadas durante casi toda su vida a jaulas de gestación, pequeñas y sucias, en las que ni siquiera pueden acostarse o voltearse con comodidad.
Dentro del mismo artículo publicado por esta fundación, se habla de todos los animales que sufren, entre ellos está el testimonio de lo que pasa con las gallinas antes de ser matadas:
“Las gallinas explotadas para poner huevos son confinadas por miles en cobertizos sin ventanas, les cortan el pico y muchas padecen dolorosas heridas que no son tratadas. Muchas de estas aves mueren debido a estas terribles condiciones y sus restos se pudren al lado de aquellas que continúan poniendo huevos destinados al consumo humano”.
En los años 70 en los países de habla inglesa, es donde empezaron a surgir los movimientos contra el maltrato animal, los que se han expandido a nivel mundial.
Estos movimientos “animalistas” justamente defienden a todos los animales y sus derechos, es por eso que incluso miles de personas dejan de consumir carne, porque no apoyan toda la industria que se esconde detrás de su consumo.
Los movimientos “mascotistas” velan y defienden los derechos de las “mascotas’”, sin desmerecer a estos, es importante tener lógica y coherencia, porque todos los animales, sin importar del tipo que sean, merecen una vida digna, así estos estén destinados a ser alimento para las personas.
Es muy fácil caer en esta trampa, pues el maltrato animal se puede ocultar tras la marca del rímel que se usa o de la prenda que vistes, como también en la demanda de carne de la que todos son parte.