La inmigración no es solo el número de habitantes representados en una escala que va en creciente. Es todo el proceso interno y externo por el cual un individuo debe pasar para dejar una estructura social y tratar de reinsertarse a una totalmente nueva.
Desde el proceso de luto donde llora todas las experiencias, personas y lugares conocidos, hasta el momento en el que forman parte de un pasado, la adaptación y la reinserción social tratando de encontrar un sentido de pertenencia en su nuevo sitio, aunque muy probablemente, esta necesidad nunca sea cien por ciento satisfecha.
Mucho se habla de la migración y aunque, actualmente sigue siendo un problema para los países en vías de desarrollo porque representa una fuga de cerebros y talentos; también es un problema sin control para países gigantes con economías sólidas. Sin duda cuando se habla de migrar especialmente en países tercermundistas es uno de los sueños más “codiciados”.
Empezar de nuevo en una ciudad, todo desde cero, ¡que idea más romántica! Independizarte, tomar vino en algún balcón de una singular ciudad, muebles nuevos, vida nueva… que idea tan fascinante como delirante. ¿No lo creen?
Sin embargo, va mucho más allá de vinos en copas con nuevas vistas, o una redecoración en tu apartamento, como muchos lo pintan, en especial dentro de mi generación, cuando la idea de migrar impulsada por el romanticismo que aportan los videos de Instagram con falta de realidad, se vuelve uno de los sueños por cumplir antes de formar una familia y establecerte como un adulto.
Inmigrar es la ingesta en bruto de realidad, tal vez el mudarte a un país donde el idioma que se habla sea el mismo que tu lengua madre lo haga un poco más llevadero, pero si ese no es el caso, paciencia, pues toca empezar de cero.
El dejar a tu país es mucho más que dejar a tus amigos y a tu familia, es el abandono inmediato a todo lo que eres y fuiste hasta el momento, o por lo menos lo que construiste; es el salto al abismo rogando que el éxito visualizado sea acertado.
Nunca entenderías la vida de un migrante hasta que por obligación o decisión propia te conviertes en uno.
No conoces esa parte de tu alma que nunca más o por lo menos que siente que nunca más va a tener ese sentido de pertenencia.
No importa la edad en la que te mudes y decidas rehacer tu vida en otro país; 30, 20 o 50 automáticamente el mundo se reinicia, empiezas a aprender de cero; el lenguaje, la forma de relacionarse, conducir e incluso cosas super básicas; por ejemplo, donde vivías la gente lava los platos a mano y donde te mudaste hay una lavadora de platos. Detalles tan tontos como el hecho que donde vivías las coca colas de vidrio solo te las podías llevar de la tienda a tu casa si dejabas una vacía a cambio, y donde te mudaste te llevas la botella de vidrio sin dejar una en remplazo.
Que las oraciones tengan sentido, hables medio fluido mientras piensas lo que quieres decir, que aprendas rápido a adaptarte porque sino te pasa el país por encima, y por si fuera poco, si no construyes relaciones te vas quedando atrás, pues nadie te va a ayudar
La comida, ¡que fastidio! Durante 27 años mis papilas gustativas han respondido al mismo estímulo sencillo de sabores y ahora debo encontrarle el gusto a las grasas sobresaturadas, los azúcares extradulces y las verduras poco reales.
Estoy segura, que este es un problema bastante común, sin importar que tanto te guste viajar y probar nuevos platos, cuando estos sabores se vuelven tus constantes, inevitablemente vas a llegar a extrañar ese gustito a casa, a lo seguro, el que te vuelve a tus raíces.
Pero tranquilos, hasta ahora todo suena medio negro, en realidad no es tan así, solo que muchas veces de las crisis sale la inspiración; bueno esta es una de ellas.
Volver a los teclados no fue fácil, y la inspiración no la agarraba de una linda tarde paseando por un mall, en realidad me la dio el coraje de una buena discusión.
Como todo, inmigrar tiene un lado bueno y otro malo, o tal vez, no malo, pero diría demasiado torpe, pues de un jalón te hace tocar una realidad que no entiendes y a la que eres externo, pero no te queda otra que recordar el por qué de tu decisión, y seguir jalando para adelante.
Mas allá del lado económico, de la posición privilegiada o no de cada inmigrante, creo que todos pasan por este proceso, pues al final del día la inmigración aunque si se la cuenta con números y cifras en cada país, los que están detrás de esos datos, son humanos con emociones, amigos y una vida a la cual por cualquier motivo decidieron dejar atrás.
Que hermoso artículo mostrando la realidad oculta detrás de la valentía de salir de tu país ????????