El silencio se apodera alrededor de esa gran carpa, donde resonaba el eco de risas y aplausos…
Las primeras tres funciones que lograron dar en la capital tarijeña, prometían miles de espectadores durante toda su estadía, pero, la realidad y el avance del coronavirus, arrebató esas expectativas al circo Hermanas Gasaui.
Hoy, bajo esa sombrilla gigantesca, solo el polvo sobre las sillas son los espectadores de un show que no tiene fecha ni hora.
La irrupción de la pandemia es violenta y continua; nos afecta, aunque de forma desigual, “a todos”; así inicia, Daniel Amenunge, director artístico de las Hermanas Gasaui para relatar la experiencia que les toca vivir a las treinta personas que integran este circo nacional.
Los artistas nómadas, llegaron a Tarija semanas antes de que se dicte la cuarentena total en todo el país.
Ya en el trascurso de su viaje la desgracia los acechaba, el tráiler que traía parte de la carpa y las luces del circo cayó a un precipicio de 30 metros, justo en la carretera al Chaco.
Pese a este mal comienzo, ellos se mantenían esperanzados en que su situación en Tarija cambiaría. “Teníamos buenas expectativas con Tarija y seguimos”, dice Daniel aún esperanzado.
Llegaron a la capital e inmediatamente armaron esa carpa gitanesca, considerada la más grande del país.
Alzar ese escenario les tomó casi un mes, pero finalmente ya estaba todo listo: el circo anunciaba la apertura de sus puertas.
El primer show fue un viernes, recuerda Daniel. El circo prácticamente estaba lleno, al siguiente día Tarija seguía sonriendo al circo y así fue hasta el domingo.
“Esos tres días logramos llenar todo el circo, la expectativa con Tarija continuaba creciendo”, cuenta el artista.
El siguiente martes 17 de marzo, después de la visita de cientos de espectadores; las alegrías comenzaron a tornase en preocupaciones, porque se anunciaba el cierre de toda actividad pública que concentre un número alto de personas.
“Esos tres días logramos llenar todo el circo, la expectativa con Tarija continuaba creciendo”.
Esta noticia, más la siguiente de la cuarentena total, bajó los ánimos de todos los miembros del elenco.
Daniel cuenta que fueron días que “nunca” hubiesen creído que pasarían. La cuarentena se alargaba y el dinero se achicaba, los pocos recursos que lograron ganar ya habían sido gastados en alimentos para los artistas.
“Nos quedaba un poco de dinero, porque también tuvimos que pagar para remolcar parte del tráiler que se había embarrancado”, recuerda.
Es así que se organizaron para salir a vender aquello que hacían cada función: manzanas acarameladas y pipocas.
Una pequeña luz
En medio de esta penumbra, una pequeña luz iluminó al circo, era la solidaridad de los tarijeños.
Daniel indica que durante la cuarentena han recibido visitas de personas que no conocían, gente solidaria que llegaba con los brazos “cargados de alimentos”.
Esta solidaridad también se reflejaba en aquellas personas que se acercaba para comprar las manzanas y pipocas a los artistas que recorrían las ferias de la ciudad.
Dos propuestas
Son conscientes del impacto del virus, por ello hicieron diferentes propuestas a las autoridades de Tarija para encontrar los mecanismos de ofrecer sus funciones al público.
La primera propuesta planteada fue que la Alcaldía les pueda auspiciar shows virtuales, pero hasta la fecha no han recibido respuesta alguna de la entidad municipal.
También han tocado las puertas de las autoridades departamentales, han sugerido al Servicio Departamental de Salud (Sedes) que les dé autorización para reabrir el circo, pero con un número reducido de espectadores; tampoco recibieron respuesta.
Daniel explica que sin recursos se agrava cada día su situación, no tienen ni siquiera la opción de marcharse, porque levantar la carpa implica una “enorme cantidad de dinero”, además que también deben arreglar el tráiler que se embarrancó.
Los integrantes de este circo hacen un llamando a la autoridades para que atiendan sus sugerencias.
Historia
Salek Gasaui Carrasco fue el encargado de fundar el primer circo en Bolivia, a mediados de la década de los años 70, con el nombre de «Circo Musical Moisés». Posteriormente este legado fue divido por los hijos de Salek, con el objetivo de llegar a más regiones, es así que se cambió de nombre a «Hermanas Gasaui» en honor a las tres hijas del tío Morocuá: Yara, Tamara y Salma.
Datos
Son alrededor de 30 personas que viven en este circo, entre ellos siete niños.
Además de los artistas, también hay personal técnico como soldadores, electricistas, choferes y cocineros, la mayoría de Santa Cruz. Dentro del elenco también hay artistas extranjeros procedentes de Argentina, Chile y Colombia.