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Mercedes Bluske Moscoso y Jesús Vargas Villena
(VerdadconTinta-agosto2017) A 36 años de la última dictadura que vivió el país, la socióloga y analista, ofrece su visión sobre las dos Bolivias. La de hoy y la de ayer.
El ayer
La primera diferencia que ella ve, es obvia. “Ya no tenemos que andar con el testamento bajo el brazo”, asegura mientras recuerda los duros momentos que le tocó vivir en el tan lejano, y tan cercano, 1982.
Gracias a aquellas libertades conquistadas y arrancadas de la dictadura, lo gobernantes, “para bien o para mal, son fruto de la voluntad popular”, por lo que Ardaya también espera que las autoridades también respeten la voluntad del pueblo, expresada en el referéndum del 21 de febrero de 2016, en el que los ciudadanos se negaron a una nueva reelección.
De una u otra forma, respetar la democracia es respetar la memoria de quienes dieron su vida para lograr un verdadero proceso de cambio. Pues, en los ochentas, la democracia llegó en medio de una izquierda fragmentada entre el socialismo y la democracia, costándole la vida a cientos de personas, como los masacrados de la calle Harrington, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Gualberto Vega y Carlos Flores.
Pese a las muertes y los sacrificios, ajenos y propios, Ardaya asegura con orgullo y convicción: “el logro más importante de mi generación, es la democracia”.
En la Bolivia del pasado, la democracia no fue el único proceso de revolución. Por aquellos tiempos, las reivindicaciones de los derechos de las mujeres se hacían más fuertes y populares. Los movimientos feministas cobraban fuerzas, buscando la igualdad de las mujeres ante los hombres, una lucha que continúa hasta la actualidad en distintas esferas.
“Mi abuela no tuvo cédula de identidad, no pudo estudiar más que la primaria y no pudo disponer de su herencia, pese a que la que heredaba era ella”, cuenta Ardaya respecto a la situación de las mujeres en los años treinta. La reivindicación de aquellos tiempos respecto a la condición de la mujer, era tener una cédula, algo inimaginable en la Bolivia de hoy.

El hoy
El desafío de la política en la actualidad, es pensar en los nuevos actores sociales y en la necesidad de institucionalizar al Estado, lo cual, según Ardaya, se dará con la creación y consolidación de políticas públicas
Desde su punto de vista, las instituciones tienen que volver a estar al servicio de los ciudadanos y no de un partido político.
“El país ha cambiado, por lo tanto tenemos que pensar en ese nuevo país que ha emergido para bien o para mal. Hay un nuevo país y nuevos actores”.
“En la época de la transición a la democracia”, continúa la socióloga, “los cocaleros no existían, los cooperativistas mineros no existían y el contrabando y el narcotráfico eran, si se quiere, actores emergentes”.
En la actualidad, la carencia de políticas públicas o su temporalidad, es uno de los puntos débiles del país, puesto que con el gobierno de turno, cambian las denominadas políticas públicas.
Según los expertos que fueron consultados por Ardaya, la política pública más arraigada en el país, es la ley de participación popular; la cual, entre otras cosas, articula a las comunidades indígenas, campesinas y urbanas, en la vida jurídica, política y económica del país.
“No hablaríamos de Evo presidente sin considerar esa ley”. Paradójicamente dicha ley misma fue promovida por el neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada.
Desde su perspectiva, crear políticas públicas que disminuyan la desigualdad, debería ser el centro del nuevo debate político, debido a las nuevas necesidades y escenarios que van surgiendo, porque ha disminuido la pobreza, pero ha aumentado la desigualdad.
La Bolivia de hoy es fruto de la Bolivia de ayer. Para construir la Bolivia del futuro, hay que trabajar en la Bolivia del presente.