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Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta-octubre/2017) La venta callejera se ha transformado en el negocio más rentable de los últimos tiempos en la ciudad. La creciente oferta gastronómica en las diferentes vías de Tarija, así lo demuestra. Pastelitos, anticuchos, pollos, pizzas, quesos, fruta y hasta elaborados platos, son parte de lo que podemos encontrar en las principales calles de la ciudad.
Libres de impuestos, sin normativa que los regule, sin necesidad de tramitar una licencia de funcionamiento y sin cumplir con normas. Así operan estos negocios gastronómicos ambulantes.
Por su parte, si bien en otros países los carros ambulantes están permitidos, estos necesitan una licencia de funcionamiento y cumplir con ciertos requisitos que garantizan la sanidad de los productos para el consumidor final. Hay lugares exclusivos para este tipo de comidas.
En Tarija reina el caos. No solo que los carros de comida y puestos ambulantes proliferan por toda la ciudad sin restricción alguna, sino que tampoco son sometidos al cumplimiento de ninguna norma de salubridad, porque no existe ley alguna que regule su actividad.
Los restaurantes legalmente establecidos lo consideran una competencia desleal, puesto que ellos deben pagar impuestos, renovar licencias y someterse a una serie de regulaciones que, al final del día, terminan reduciendo su margen de ganancia al extremo de que la mayoría de los negocios legales se ven obligados a cerrar.
El tema laboral es un mundo aparte, mientras unos deben cumplir con todas las responsabilidades que conlleva, el mundo paralelo de la informalidad cumple con tan solo pagar un salario, que generalmente no llega ni a la mitad del mínimo nacional.
Así, la informalidad se apropia de las calles. Un negocio caóticamente rentable.