(Verdadcontinta-marzo2018) Aunque su historia es de película, lograr sus objetivos no fue un cuento de hadas, y conseguir lo que deseaba no fue cuestión de pócimas mágicas. Todo en su vida es fruto de su esfuerzo, sudor y lágrimas.
Los niños miran fijamente a Noelia mientras ella les habla y obedecen sus instrucciones en el patio. Aún son muy pequeños para comprender que son parte de un proceso significativo de inclusión social, y que su presencia en el aula cambió la vida de Noelia más de lo que ninguno de ellos es capaz de comprender.
Noe, como le dicen sus amigos, tiene un hablar pausado acompañado de la característica tonada cantada de los habitantes de Córdoba, Argentina. En su voz se puede sentir una confianza a prueba de prejuicios, y la dulzura que quienes la conocen dicen que la representa.
Su sueño de ser maestra empezó a gestarse en sus primeros años de vida. Noe recuerda que desde muy temprana edad, ya sabía que ese era su destino.
Pero la lucha para conseguir sus sueños fue una constante en su vida, no sólo por los desafíos que enfrentaría en el ámbito académico, sino también en lo social, pues tendría que lidiar con los prejuicios de una sociedad que, sobretodo en el pasado, no consideraba personas a los niños con Síndrome Down.
“Cuando la llevé a una guardería hace aproximadamente 30 años, me dijeron que no aceptaban a monstruos”, cuenta con dolor Mercedes Cabrera, la mamá de Noelia.

Lejos de la discriminación que sufrió de pequeña dentro y fuera del ámbito educativo, hoy el aula es su lugar en el mundo. Dentro de esas cuatro paredes ella se siente plena, útil y feliz.
“Me gusta sentir el amor de los niños”, dice Noe, quien trabaja con pequeños de 1 a 3 años.
“El apoyo de la familia es indispensable para chicos como Noe”, asegura Mercedes. Ella, junto a su esposo Delfor y su hija menor Romina, hicieron que los tropiezos fueran menos dolorosos. Sin ellos, la historia de Noelia tal vez no hubiera sido la misma.
“En la casa ella es una más, la tratamos como a cualquier persona”, cuenta Mercedes, quien no puede evitar sentir una gran admiración por su hija; pues ella fue testigo de las dificultades que tuvo que surcar, de sus largas noches de estudio y de las lágrimas que derramó cuando se sentía agobiada.
Aunque muchos chicos con Síndrome Down llegaron a realizar estudios universitarios o terciarios, pocos son los que logran ser insertados laboralmente a la sociedad. Los prejuicios son la principal limitante.
“Hay mucho prejuicio. Hay que luchar mucho. Yo lucho para que la gente apoye a los chicos especiales, para que puedan trabajar”, dice Noelia con convicción.
Tras cinco años como profesional desempleada, el 2012 su vida cambiaría completamente. Una dentista la invitó a ser parte de una campaña bucal que recorrería varios jardines de niños y escuelas de Córdoba y, sin saberlo, la experiencia le daría acceso a un mundo de posibilidades.
Cuando la campaña llegó al jardín Capullito, la directora y las maestras vieron algo especial en Noelia y no dudaron en contactarse con el Intendente Ramón Javier Mestre, para solicitar su incorporación a planilla de profesores.
Posteriormente, en 2016, sería trasladada al jardín Jeromito, para que pudiera desplazarse más cómodamente, puesto que el otro jardín quedaba a una hora de distancia de su casa.
“Me admiro de todo lo que consiguió Noelia porque cuando nació, no podíamos evitar cuestionarnos si podría caminar, hablar o tener una vida normal”, cuenta Mercedes, recordando dolorosos episodios del pasado.
Sin embargo, su mensaje para los padres que se encuentran asustados y en su misma situación es: “que no tengan miedo, que es duro, pero que se puede”.
Con 32 años, Noelia fue invitada a un sinfín de países para recibir galardones y compartir su experiencia, inspirando a jóvenes, mujeres y niños de todo el mundo y de todas las edades. Este año no será la excepción, pues en abril estará en Ecuador, donde recibirá un premio otorgado por la fundación Fidal. Este premio será uno más de la larga lista de galardones de la joven.
