Los nombres usados en esta nota son ficticios, pero las historias reales
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Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena
(Verdadcontinta-junio/2018) Es una reunión peculiar, silenciosa, pero con un fuerte contenido, donde los participantes se juntan, pero sus miradas apuntan hacia abajo, generalmente siendo esquivas, bastante tímidas.
Parece una reunión para jugar póker, pues todos traen algo tras sus manos, pero en realidad, el juego quedó atrás, porque los miembros de este encuentro, son personajes solitarios con historias que coinciden entre sí en la soledad y el abandono.
Suena irónico, pero su mejor forma de expresión es el silencio. La reunión es numerosa, tiene más de 500 participantes, pero nadie habla, es un silencio que atraviesa la parte más recóndita del ser.
“Soy el juguete de Anahí, ya no juega conmigo porque tiene que salir a trabajar, ¿te importa?”. Así se pronuncia “en silencio” con un pequeño letrero colgado de su pecho, uno de los más altos y fortachones participante, un tal Pooh.
Pooh esconde la historia de la nena que acompaña todos los días a su madre a vender caramelos, él ya no volvió a jugar con ella, quedó en el olvido.
Al revelar su problema, un osito se anima y cuenta la historia de su dueña que es algo similar. “Yo hablo por Lucía, ella quisiera volver al colegio, pero tiene que trabajar”, refleja mediante su pequeño letrero. La situación de la niña Paty es igual.
La madre de Lucía tiene 5 hijos, los menores se quedan en un centro asistencial y las mayores entre las que se encuentra ella, la ayudan con las ventas.
La historia de Lucía es compleja, ella vivía en la casa de sus padres, pero el papá, agredió a su madre a tal punto de poner en riesgo su vida.
La madre puso la denuncia ante la Policía, por lo que el hombre fue enviado a la prisión de Morros Blancos. Cuando este salió en libertad condicional, decidió echar de la casa a la madre como a sus propias hijas en represalia por la denuncia puesta en su contra.
Inmediatamente, otro de los participantes se pronuncia también con su pequeño letrero, contando la realidad de su dueña Matilda, una pequeña que fue regalada por su propia madre junto a sus ocho hermanos.
Tras una intervención del equipo de Aldeas Infantiles S.O.S, la familia pudo recuperarse, apoyando a la madre a que pueda tener su propia casa.
La mujer vivía en una carpa debajo de un árbol en la zona de Las Barrancas. “Ahora tiene su casita con cinco cuartos, no es espaciosa, pero es su casa”, cuenta Mónica Sánchez Fernández, encargada de comunicación de Aldeas, quien era una de las invitadas humanas en la reunión peluche.
“Yo protesto porque sus padres lloran”, cuenta otro pequeño osito por su dueña Magdalena. A ella, los problemas económicos de la familia le terminan por afectar a tal punto que cada salida es un respiro para evitar las peleas de sus padres.
En eso, un caballo de color fucsia se pronuncia con su letrero por su dueño, Renán, quien dejó el juego como su principal tarea, al esperar la hora del almuerzo con ansias.
El niño cree que sus padres volverán si él termina de comer toda la sopa, pero ellos no retornaron y es probable que no lo hagan, mientras tanto, vive en un hogar de acogida.
Uno tras otro, se van pronunciado. Un perrito de chocolate, cuenta la historia de Joaquín con su respectivo letrero, haciendo entrever que su dueño sufre porque hasta ahora no conoce a su padre.
De pronto, un gatito alza la voz de su dueño, Matías porque este se olvidó de jugar con él, al vivir con temor, porque su padre cuando se embriaga, empieza a golpearlo.
Un oso panda con la mirada cruzada protesta porque su dueña, Mariana ya no puede jugar. En este caso, la madre de la niña le riñe si hace ruido, por lo que se queda estática cuasi como una estatua, para no generar “molestias”.
El dato
Las plazas y parques principales de 19 ciudades, de 8 países diferentes, amanecieron llenas de peluches que narraron la historia de sus pequeños dueños en una campaña internacional de Aldeas Infantiles S.O.S. denominada: Me Importan.
La madre es trabajadora del hogar y vive con la niña en la casa de su jefa. La dueña de casa se enoja si hacen ruidos, por ende, la madre le reprocha a la niña.
Conforme pasan los días, la menor se olvida de aquellos días tan divertidos en los que corría abrazada de su oso panda.
Los partícipes son peluches, testigos silenciosos de realidades que se dan al interior de domicilios de esta ciudad, los que generalmente pasan desapercibidos, matando voces, matando sonrisas, matando la niñez.