La pequeña tienda ofrece productos saludables y conciencia ecológica
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Mercedes Bluske Moscoso
(VerdadconTinta/Septiembre2018) Bolsas de papel madera, cajas de verduras haciendo las veces de estantería y maderada de pallets en las principales piezas de la decoración, son algunas de las características superficiales del pequeño local, pero que ayudan a comprender su visión.
Prana no sólo es un negocio de alimentos saludables, sino que es un espacio de promoción de una conciencia medioambiental, salud y aprendizaje. Sus cuatro paredes tal vez albergan más vida y más naturaleza que muchos parques y jardines, inundados por químicos y contaminación.
“Prana significa fuerza de vida universal”, dice respecto al nombre la joven propietaria del emprendimiento, Sara Carolina Cuevas Gallardo. “El prana está en todo en el universo, pero yo lo traje al concepto de la alimentación, a lo que te mantiene vivo y sano”, agrega. Pues lejos de ser un local de productos dietéticos, Prana ofrece opciones saludables.

Bajo su lógica, los productos dietéticos pasaron por algún proceso industrial o químico para ser precisamente ‘dietéticos’, mientras que el negocio busca posicionarse como una alternativa que ofrezca productos en su estado más natural.
Entonces, ¿Cómo identificas que un producto es bueno? Para Sara la mejor forma es leyendo la etiqueta. «Si al leer la etiqueta puedes pronunciar todos los ingredientes, es saludable», dice con convicción.Y es que Sara pasó por un largo proceso de aprendizaje incorporando productos sanos a su alimentación, antes de convencerse de que necesitaba cambiar su estilo de vida y antes de que la idea de Prana llegara a su mente.
Prana, de una u otra forma, surgió a raíz de los intensos dolores de cabeza que aquejaban a la joven Sara, quien en aquel entonces estudiaba en Estados Unidos.
“Me dolía la cabeza religiosamente de 3 de la tarde a 10 de la noche”, dice ilustrando lo agudas que eran sus crisis. Entre risas, cuenta que pedía a sus compañeros de universidad que las reuniones de grupo fueran en las mañanas, pues en las tarde esperaba tener una migraña. Los dolores solían ser tan regulares y puntuales, que eran como un compromiso del que era imposible escapar.
Luego de varios intentos fallidos por controlar las migrañas con medicamentos, su médico de cabecera optó por probar cambiando los hábitos alimenticios de Sara, pues llevaba una vida muy desordenada.
Durante un tiempo probaron limitando la ingesta de carne de vaca y sus derivados, otros meses restringieron el gluten y otros la leche. Llevar una vida más ordenada y con mayor control sobre alimentación, empezó a dar resultados, aunque no necesariamente sobre los dolores de cabeza.
“Lo primero que noté es que perdía peso sin esfuerzo alguno”, reconoce Sara, y asegura que ese fue uno de los motivos que la impulsó a continuar con una alimentación saludable, aunque sin mayores restricciones. “Como de todo, para mí la clave está en el balance”.

Pero luego, el impacto de su alimentación en su salud empezó a dar frutos, pues los intensos y frecuentes dolores de cabeza comenzaron a dilatarse cada vez más. Ese fue el factor decisivo para convertir la alimentación sana que llevaba, en un estilo de vida.
En ese contexto la idea de Prana comenzó a gestarse en su cabeza, aunque fue mutando a lo largo del tiempo hasta convertirse en lo que es hoy.
Estando en Estados Unidos hizo varios cursos de nutrición, a raíz de los cuales le vino la idea de abrir una panadería en la que pudiera ofrecer productos alternativos a los horneados normales, aunque al llegar a Bolivia pronto descartó la idea, pues dedicarse a una panadería la alejaba de su profesión: la comunicación.
La idea nunca abandonó su cabeza, pero con el pasar de los años fue madurando con una visión diferente.
Finalmente, luego de haber postergado el proyecto más de lo que deseaba, el año pasado decidió ponerlo en marcha y no dejar que pasara más tiempo. Así, la vieja casa de campaña de su abuelo se convirtió en el espacio físico en el que Prana cobró vida, convirtiéndose en un lugar en el que más allá de la venta de productos, se promueve el apoyo a la industria nacional y al medio ambiente.
Pese a que en la ciudad hay otros lugares que venden productos naturales, la mayoría provienen de Argentina, mientras que en Prana encuentras una amplia oferta dentro de la industria nacional y local.
“No sólo es lucrar, sino tener responsabilidad social para con Tarija, nuestros productores y el medio ambiente”, dice resaltando algunos aspectos que caracterizan al emprendimiento.

Sus proveedores son de los más diversos lugares del país. “Me he dado vueltas por Bolivia”, dice con orgullo, pues su búsqueda de los mejores productos naturales del país la llevaron a Cochabamba, Sucre, Santa Cruz, Beni, La Paz, Yungas y, por supuesto, Tarija. “Tengo una lista de más de 300 productores en Bolivia”, cuenta aún sorprendida por la amplia oferta que encontró en el país dentro de los productos ecológicos tanto como orgánicos.
Prana promete ser mucho más que una eco-tienda. Un espacio de desarrollo para pequeños productores y un centro de aprendizaje sobre nutrición y medioambiente dentro de nuestra comunidad.
Te alentamos a visitarlos en la calle Santa Cruz entre Domingo Paz y Potosí.
Mil felicidades por el emprendimiento… desde ya son famosos…