En esta época, el pan, un alimento básico que forma parte de nuestra vida cotidiana, pasa a ser un símbolo de amistad inquebrantable y arraigada tradición.
Decenas de familias pasan los días horneando las populares tortas de compadres y comadres, dando vida no solo a una inquebrantable tradición tarijeña, sino aquellas pequeñas tradiciones familiares que fueron creciendo al calor del horno, gracias a este oficio que fue heredado de padres a hijos como de hijos a nietos.
Cada rincón del mercado y cada puesto de venta en el que encontramos aquel pan dulce al que denominamos torta de comadres, encierra una historia familiar digna de contar.
Tal es el caso de Ana María Aguilera, una mujer cuyo puesto ubicado en el Mercado Central ofrece una amplia variedad de bollería y, por supuesto, las tradicionales tortas.
Rodeada de panes y con una tímida sonrisa, Ana María empieza a contar su historia. “Heredé este oficio de mis abuelos, que eran quienes hacían los panes, masitas y rosquetes frente a la casa del Moto Méndez”.
La familia proveniente de San Lorenzo hizo del horno y la masa su medio de vida. Ana María fue quien decidió continuar con el oficio de sus abuelos y hace más de 20 años que hornea las tortas para la época de carnaval.
Hornear es recordar su infancia junto a sus abuelos en su San Lorenzo natal. “Yo los ayudaba a preparar la masa y las tortas”, recuerda, mientras se traslada mentalmente a ese lugar en el que tuvo una infancia feliz.
Su secreto para lograr que la torta de comadres salga esponjosa y suave, es amasar con cariño y usando ingredientes de calidad. “Todo lo que hago es casero, no uso bromato ni mejoradores”, dice con orgullo, segura de que su receta no tiene igual.
“No sé quién quedará después de mí, pero me gusta hacer lo que hago”, dice respecto al incierto futuro del negocio. Sin embargo, pese a lo que el tiempo decida, ella disfruta cada segundo que pasa en la cocina preparando cada una de sus recetas.
Sus abuelos, Martín Aguilera y María de Aguilera, sin duda alguna contemplan desde donde se encuentren los pasos que siguió su nieta en el negocio, incorporando nuevos sabores, pero sobretodo manteniendo vivo el negocio familiar como la tradición tarijeña.
- Celia, la dulce mujer tras las tortas
Ana María y Celia tienen mucho en común, no solo pasan el día frente al horno, sino que sus puestos de venta están uno frente al otro y sus horas de sueño son limitadas. “Me levanto a las tres de la mañana todos los días”, cuenta la mujer de casi 70 años, pero cuya tersa piel no refleja su edad.
El trabajo del panadero es sacrificado, pero ella lo hace casi de forma automática, pues tras de haber pasado más de 50 años frente al horno, tiene una rutina bien implementada.
Cómoda, en el patio de su casa, que hace las veces de fábrica y donde tiene un gigantesco horno en el que caben alrededor de 15 latas, Celia Armeya Hoyos, empieza a rememorar los orígenes de su vida en el mundo de la panadería.
Ella aprendió todos los secretos que esconden las masas de su madre, quien la hizo parte del mundo de la cocina desde muy temprana edad. Ya desde aquel entonces, cuando era solo una niña, la venta de tortas de comadres era esperada durante las festividades.
Las semanas de carnaval, el trabajo se centra casi de manera exclusiva en las tortas, ya que los clientes saben que su pan dulce es suave, fresco y esperan adquirirlo en el Mercado Central.
El trabajo de los días previos a las fiestas es evidente, pues Celia hornea aproximadamente tres quintales de tortas en sólo 2 días, para mantener el pan fresco y esponjoso.
Sus tortas de comadres son enviadas a La Paz y Cochabamba en carnaval
Aunque los mercados Central y Campesino son sus principales puntos de venta, la mujer contó que tiene clientas que le piden entre 50 y 100 tortas las semanas de carnaval para enviarlos a Cochabamba, ciudad en la que gracias a los residentes tarijeños, fue creciendo la fiesta de comadres, principalmente.
Celia, como tantas otras mujeres tarijeñas, es heredera de un oficio que se transformó en una tradición familiar, que fue creciendo con los años y que promete pasar de generación en generación.