Sea con los ojos abiertos o con los ojos cerrados, todo el mundo sueña. Pero hay quienes tienes la capacidad, o tal vez el don, de poder seguir los sueños que tienen de dormidos, para convertirlos en su realidad de despiertos.
En Asiria, una de las civilizaciones más antiguas del mundo, los habitantes tomaban los sueños como señales. Al igual que ellos, Karla Elizabeth Cárdenas Carrasco, decidió tomar su sueño como una señal y trabajó duro hasta materializarlo.
“La idea de la florería nació de un sueño y yo muchas veces le hice caso a los sueños”, relata la joven mujer de cabellera rizada. “Yo creo que en los sueños uno puede llegar a lo más profundo de su ser”, dice asegurando que muchas de las grandes cosas que hizo en la vida fue Soñando.
Karla había soñado con la florería y su instinto le decía que debía perseguir aquel sueño que se develaba en su mente casi como una premonición.
Motivos no le faltaban para hacer caso a su subconsciente. En el pasado, en un sueño, pudo descifrar sobre qué tema haría su tesis de arquitectura, logrando hacer un trabajo digno de su talento. Posteriormente, también gracias a un sueño, le vino la idea de poner una tienda de decoraciones, la cual durante muchos años rindió frutos en la ciudad de Tarija.

Pero este sueño, en el que las flores eran el epicentro del emprendimiento, le resultaba un tanto especial. Si bien ella siempre tuvo habilidad con los trabajos manuales, poco sabía de flores, sus cuidados y mucho menos de proveedores. Pero nada la iba a detener.
“Al día siguiente me desperté decidida a poner una florería y empecé a buscar locales en alquiler”, cuenta Karla, quien mantuvo su sueño en secreto hasta la noche, cuando decidió contarle a su marido aquella loca idea que con el pasar de las horas se consolidaba en su mente.
“Aquella misma noche pasamos por esta esquina- Bolívar y Santa Cruz- y sin haber hablado con el dueño ni nada, yo le dije a mi esposo que aquí sería la florería”.
Y así fue. Karla alquiló el local y conforme hacían las refacciones para prepararse para la apertura, viajó a Santa Cruz para hacer algunos cursos y buscar proveedores. En un mes y medio, KC Arte Floral habría sus puertas al público.
Karla cuenta que abrió la florería sin tener una noción real de cómo trabajar con las flores, pero estaba dispuesta a explotar aquella habilidad que tenía para el trabajo manual, y a aprender todo respecto al cuidado de las flores.
El negocio apoya a los productores de flores tanto a nivel local como a nivel nacional.
Para ella, cada uno de sus arreglos, como dice el nombre de la florería, es un arte. “No hay un ramo que sea igual a otro”, asegura. Esa es la forma de hacer sentir especiales a sus clientes; innovando con el arte. “Las flores las puedo regalar, lo que yo vendo es mi arte”, agrega.
En KC Arte Floral se esmeran en preparar un ramo adecuado para cada ocasión. Para ellos, cada arreglo expresa un sentimiento diferente. Hay ramos de amor, de reconciliación, de bienvenida, de despedida… y cada uno de ellos debe ser preparado cuidadosamente para ello.
“El arte puede estar en arreglar una sola rosa y los clientes igual se van felices”, dice refiriéndose a sus clientes más jóvenes, que aunque con poco presupuesto, buscan tener algún detalle con su enamorada. “El ramo no necesita ser enorme para ser perfecto”, comparte.
Sin duda alguna KC Arte floral, es la prueba de que los sueños se hacen realiad.