Daniela Santiváñez Limache eligió vivir sin que la encorsetaran los mandatos de la sociedad ni los roles de género. Para ella, el skate era un deporte, y para su disfrute no habían normas ni sexo: simplemente pasión y ganas.
Con el pelo suelto y zapatillas bien atadas, la “imilla” estaba dispuesta a hacer de la patineta su mejor amiga y su medio de transporte oficial para desplazarse por su Cochabamba natal.
Daniela decidió concretar su sueño de aprender a patinar en abril de 2019. Fue así que junto a su amiga Huara Molina, empezaron a buscar un grupo al que sumarse, sin mayor herramienta que su patineta y sin mayor experiencia que sus deseos para lograrlo.
Encontraron un grupo de “skaters” y se unieron a ellas para dar sus primeros pasos en aquel mundo que para ellas se pintaba “maravilloso”, a pesar de que para la sociedad estaba lleno de prejuicios.
Eso sí, confiesa que lo positivo del grupo es sentirse más tranquilas en la calle, pues, lamentablemente, continúa siendo un lugar inseguro para ellas; y eso sí tiene que ver con el género, porque las principales víctimas de acoso callejero son las mujeres.
“En la sociedad que vivimos te enseñan que la mujer no tiene que andar sola, que hay que tener cuidado con quienes te juntas”, continúa Daniela, “a mis papás les preocupaba mucho eso; los estereotipos que rondan a los skaters, porque andan en las calles”, confiesa la joven de 24 años, quien estaba dispuesta a romper con los prejuicios más allá de los peligros. Los prejuicios propios, los de su familia y los de la sociedad.
Si bien las jóvenes se reunían constantemente para pulir sus habilidades en manada, Daniela asegura que era un grupo separado, en el que cada quien “tiraba por su lado”.
Fue ahí cuando la muchacha les propuso formar un equipo de patinaje, para promover el deporte entre las mujeres y patinar no solo juntas, sino también unidas bajo una misma visión.
Una vez que consolidado el equipo, decidieron bautizarlo con un nombre que las identificara como patinadoras, pero que también resaltara la identidad cultural del país, de la que todas se sentían orgullosas. Fue así como surgió la idea de combinar la palabra aimara “imilla”, que significa muchacha o chica, con la inglesa “skate”, cuyo significado es patín o patinaje.
“Ese mismo año hicimos un evento que justamente se llamaba Imilla Skate. Era un evento público por el Día del Peatón, para mostrar que había una movida del skate femenino y que todas las chicas podían participar”, explica Daniela en entrevista con Verdad con Tinta.
En aquel mismo evento, Imilla Skate también hizo pública la imagen que de a poco les ha dado visibilidad, y que hizo del grupo un referente de la fusión entre la cultura urbana con la boliviana: la vestimenta de la chola cochabambina.
Aunque en sus prácticas diarias, como cualquier otro grupo de jóvenes, utilizan jeans, remeras y gorra, la vestimenta típica es su sello en las presentaciones oficiales.
Con pollera, blusa, sombrero y zapatillas, el grupo de jóvenes ha patinado el camino hacia la reivindicación de la pollera y revalorización de la identidad cultural boliviana en general, volviéndose un fenómeno internacional tras la publicación de su cortometraje, el pasado 14 de septiembre, en homenaje al aniversario de Cochabamba.
La misión del grupo no es solo consolidarse para salir a patinar en manada, protegiéndose unas a otras de los peligros de la calle, sino también, hacer de la enseñanza del deporte su cruzada colectiva, haciendo que crezca en el país.