Ante la COVID-19, todos somos iguales. No hay poder ni dinero que nos pueda salvar del virus mortal.
A pesar de que se ha empezado a vacunar para salvar al mundo y reactivar la economía, probablemente los primeros años de esta década sigan siendo perdidos ya que la pandemia tira para largo y han surgido nuevas cepas.
Si no somos mejores personas después del sufrimiento que nos ha causado, no habremos aprendido nada.
Desde hace un año, estamos viviendo en un encierro asfixiante con miedo e incertidumbre porque la muerte nos sigue rondando a pesar de las medidas de seguridad.
Esta pandemia ha aflorado lo mejor y lo peor de la condición humana. ¿Qué hemos aprendido? Hemos sido resilientes tras ver morir a seres queridos y superar con resignación dicha pena.
Como la pandemia impactó a la economía mundial, bajó la producción y muchas empresas, así como hoteles, restaurantes y líneas aéreas, despidieron a sus empleados creando mucha cesantía; esto provocó desasosiego por la falta de ingresos.
Muchos se reinventaron. La imaginación y el esfuerzo afloraron. Los jóvenes crearon emprendimientos principalmente de alimentos que vendían a través de las redes. Otros se dedicaron al “delivery”. También hicieron productos para la pandemia. Otros ofrecían clases de todo a través de zoom. Y los que mantuvieron sus trabajos, siguen trabajando desde su casa vía internet.
Durante la cuarentena hemos valorado pequeñas cosas, como una buena conversación en un café, pero principalmente la importancia de la comunidad, la compañía de los familiares y amigos.
Hemos apreciado la libertad de movimiento y hacer una vida normal que dábamos por sentada.
De igual manera, fuimos empáticos con los solitarios y vecinos. También nos dimos cuenta que podemos vivir con lo necesario. Y, los héroes, siguen siendo el personal sanitario, que da su vida para salvar a los contagiados.
Todo esto nos tiene que haber hecho crecer como personas. Aunque, probablemente, cuando volvamos a la normalidad, seamos los mismos consumistas y materialistas. La única beneficiada fue la madre tierra que se liberó de nosotros, los depredadores.
También afloró lo peor de la condición humana. Muchas farmacéuticas especularon con el precio de los medicamentos y objetos y vimos la corrupción con la importación de respiradores.
Los propietarios de inmuebles tuvieron que bajar los alquileres para obtener ingresos. Incluso muchos siguen vacíos. Algunos bancos siguen cobraron préstamos e intereses a los desempleados. Y, personas en el poder, se han hecho vacunar.
También pudimos ver las deficiencias mundiales para enfrentar la pandemia. Francis Fukuyama dijo que ni las potencias están preparadas para enfrentarla.
En el caso de Bolivia, el sistema sanitario colapsó e incluso muchos murieron por falta de oxígeno por unos bloqueos organizados por el MAS en la anterior gestión.
Comprobamos que el gobierno socialista de Evo Morales, compró helicópteros, aviones y mandó a hacer un museo que ensalza su figura, algo innecesario, cuando debió invertir en salud y educación que es una prioridad y obligación del Estado con sus habitantes. Su gestión fue un fracaso. Bolivia supervivió por los altos precios por las ventas de gas.
¿Seremos los mismos después de la pandemia? La dinámica entre seres humanos cambiará. La gente será menos cálida para evitar los contagios, y trabajaremos y estudiaremos parte del tiempo desde nuestras casas por la revolución de tecnologías de la información y comunicación (TIC) donde la distancia no es un impedimento.