En el mundo, en el continente, en el país, existen niñas y niños invisibles porque su anonimato está causado por la violencia, la carencia, el adultocentrismo y la desigualdad social. Ya son 66 años del Día del Niño y de la Niña en Bolivia, pero todavía miles de niñas y niños no pueden sentirse seguros, protegidos o respetados. Y, encima, la pandemia del Covid19 agrava su realidad cada día.
En nuestro país, en un departamento, en un municipio, existen niñas y niños que no pueden ir a la escuela, que no tienen acceso a internet, que han perdido el contacto con sus amigos y que además se agobian en el encierro. Según la Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de la Información y Comunicación, en el país solo el 42 % tiene una computadora y apenas el 10 % internet fijo.
En un barrio, en una casa, en un cuarto oscuro, existen niñas y niños que no pueden ver la luz ni el amor porque viven constantes episodios de violencia. El gobierno indica que en el 2020 Bolivia cerró con 3.900 casos de violencia infantil, casos atroces, duros y la mayoría sucedieron en la familia. El 2021 no parece mejorar, en los primeros tres meses el Estado ya ha registrado 7.634 casos de violencia, de los cuales 282 son directamente a niñas y niños.
En una casa, una cocina, una mesa, existen niñas y niños que no pueden comer adecuadamente porque son muchos hermanos y sus familias no pueden cubrirlo. Las campañas de prevención del Covid19 les repiten cada día que deben lavarse las manos y alimentarse bien, pero no cuentan con agua ni tres comidas al día. Un estudio del INE indica que, en Bolivia, hasta 2016, el 16% de niñas y niños entre 0 y 5 años tenían desnutrición crónica.
En una mesa, unos ojos y el corazón de una niña, surge el miedo de perder a su familia porque están casi desintegrándose. El estudio Cada Niña y Niño Cuenta, indica que en Bolivia hay 190 mil niñas y niños que ya no viven con sus familias biológicas, sino con familias ampliadas y otros 85.000 que viven con otras personas.
Ya son 66 años conmemorativos a la niñez boliviana y se reconocen los grandes esfuerzos de gobiernos, ciudadanos y organizaciones, pero todavía miles de niñas y niños no ejercen sus derechos ni se desarrollan adecuadamente. Ahora, la pandemia y la ausencia efectiva de protección social los están arrinconado hacia la vulnerabilidad.
En una persona, una mente, un corazón, nace aquella convicción de creer y actuar para que cada niña y niño en Bolivia crezca ejerciendo sus derechos. En un latido, una mirada, una sonrisa, existe una infancia queriendo crecer feliz ¿podemos hacer algo más? y ¿podemos comprometernos con ellos y asumir esta responsabilidad?
*Alfonso Lupo es director nacional de Aldeas Infantiles SOS Bolivia.