Si estás en busca de un autor, cuya escritura fluya entre las páginas como el caudal de un río, con pasajes serenos y también turbulentos, Gabriel Mamani Magne es una alternativa que no debes dejar pasar. Ganador del Premio Nacional de Novela 2019 con Seul, São Paulo, Gabriel se inscribe en la literatura boliviana como uno de sus mejores exponentes; utilizando un lenguaje claro y sencillo, nos acerca a la cotidianidad de nuestros barrios tradicionales narrando historias cargadas de emoción y conflicto.
Con 91 páginas, divididas en 11 capítulos, El rehén, es una novela breve que relata la historia del falso secuestro de dos niños, víctimas de una serie de acontecimientos que rodean la vida de sus padres. Los hermanos, son llevados fuera de la ciudad de La Paz para ser escondidos durante la ejecución del plan, en esta marginalidad se desarrolla la mayor parte de la historia junto a otros personajes infantiles y una gata, que jugará un inesperado papel.
Una primera lectura, da cuenta que el tema central no es el secuestro, sino la ruptura del núcleo familiar y la manera en la que afecta a cada uno de sus miembros. Por un lado, está el drama de la separación de los padres y la manera en la que estos la asumen; la madre abandona el hogar para reinventarse a través de un oficio tradicionalmente masculino y el padre sufre las consecuencias de la depresión que lo lleva a cometer un delito bajo los efectos del alcohol. Por otro lado, tenemos a dos niños (9 y 13), que asimilan de distintas maneras su nueva realidad; el narrador niño busca comprender la separación de sus padres y el abandono de su madre forzando su carácter para hacerse fuerte en el menor tiempo posible, así se convierte en el protector de su hermano, quien, a su vez, intenta cubrir sus necesidades afectivas proyectando su cariño hacia un pequeño animal.
Una segunda lectura, da cuenta de otros elementos que llevan a una comprensión distinta de la trama; probablemente, la ruptura del núcleo familiar tampoco sea el tema central, sino la violencia estremecedora que sufre uno de los personajes sin importar donde se encuentre. Las preguntas aparecen y las respuestas también, entonces, somos capaces de reconocer el verdadero drama, la historia debajo de la historia, casi invisible, un efecto que Ricardo Piglia destaca de las novelas bien escritas.
La historia se enriquece por una serie de desplazamientos narrativos, eventos que acercan y alejan a los personajes convirtiéndolos en reflejos que no terminan de hacerse visibles: el falso secuestro, secreto conocido por todos los personajes niños, se convierte en el gen del secuestro de una de las mascotas de la casa; las necesidades de afecto se convierten en tensión sexual entre algunos de los personajes, y aquello que empieza como un juego, va escalando en violencia, revelando distintos niveles de maldad en los personajes niños.
Por otro lado, existe un par de rupturas ficcionales en la trama, estas son provocadas por una voz que corresponde a la imagen proyectada del autor. Al inicio de la novela, la voz nos lanza dos advertencias: que su narrador no es omnisciente y que él no fue testigo de nada, este recurso narrativo es visible en autores como Milan Kundera, por dar un ejemplo. Esa voz, aparecerá nuevamente hacia el final de la novela para hablar de ciertos momentos de su vida, entre los que se encuentra el falso secuestro, lo cual resulta contradictorio si recordamos que él no estuvo allí; estas rupturas pueden confundir al lector, pero generan un buen efecto a través de su propia contradicción.
En un punto, cedimos a la provocación, ¿es esta una novela con matices autobiográficos? El autor deja en claro que no, pero reconoce que todas sus vivencias son material para su escritura, lo que inmediatamente trae a mi mente las palabras de Tom Wolfe: “nosotros somos la suma de todos los momentos de nuestras vidas; todo lo nuestro está en ellos: no podemos eludirlo ni ocultarlo. Si el escritor ha empleado la arcilla de la vida para crear su libro, no ha hecho más que emplear lo que todos los hombres deben usar, lo que nadie puede dejar de usar”.
El rehén es una historia que, desde la ficción, nos acerca a una realidad que lastima, nos llama a reflexionar sobre la violencia que no conoce de edades ni de clases sociales, sobre el silencio de las víctimas. El lector sabrá apreciar cada matiz de la trama, que además encierra un secreto, totalmente inesperado.
*Carlos Fuentes (Carlos Alberto Moreira Fuentes) es abogado y tesista de la Maestría en Literatura Boliviana y Latinoamericana de la Universidad Mayor de San Andrés.
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