Investigación y redacción: Dayana Christ Martínez Carrasco
Ilustración: David Diez Canseco
Video: Arde Films
Fotografía: Archivo ANMI El Palmar y gentileza
El Palmar, hogar del oso jucumari y refugio de la palmera janchicoco, perdió un millar y medio de hectáreas en un furioso e inclemente incendio, el más grande que azoló el lugar en el último quinquenio. El santuario, fuente de alimentación y hábitat de este mamífero, quedó en cenizas y, dos meses después del hecho, aún se desconoce qué provocó las llamas y cuál es la cuantificación total de pérdidas. Menos se puede saber cómo se encaminará su prolongada restauración.
La hecatombe comenzó la madrugada del domingo 5 de septiembre, cuando una columna de humo se avistaba en El Palmarcito, una brecha de bosque colmada de palmeras, considerada la segunda en importancia dentro del Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) El Palmar.
Un campesino que como todos los días había salido a trabajar temprano, fue el primero en encontrarse ante el fuego cerca de las 8:30, por lo que dio una alerta.
Las indagaciones de las autoridades apuntan a que el incendio comenzó a las 2:00 de la mañana, cuando incluso en una zona como esta, considerada inaccesible por las quebradas y subidas que hacen a su topografía, es hora del descanso.
Aunque para los pobladores de este bosque seco las sendas son escabrosas, las llamaradas de fuego devoran todo a su paso: montañas, árboles y vidas.
El hogar ideal, en cenizas
El ANMI El Palmar tiene una superficie de 59.484 hectáreas, resguardadas legalmente para la protección y conservación de la palmera janchicoco, el pino de monte y fauna como el oso jucumari y la paraba de frente roja, que están en peligro de extinción y tienen un vínculo vital con esos enormes árboles.
De hecho, el lugar donde ocurrió el incendio era el preferido por los úrsidos andinos, tanto por la gran cantidad de alimento que proveían las palmeras, como por el refugio que estas le otorgaban para parir y resguardar a sus crías.
“La gente, guardaparques, comunarios, decían ‘el oso está donde están las palmeras’, y de cierta forma eso terminó siendo cierto. Hay una asociación entre estas dos especies y suponemos que es porque el oso se alimenta de la palmera que, además, está presente casi todo el año y es uno de sus alimentos favoritos”, explica el biólogo Mauricio Peñaranda, investigador dedicado al estudio del oso jucumari.
Esta relación es única en el mundo, debido a que se trata de una palmera endémica que prácticamente solo crece en Presto, y a que el animal ha cambiado su naturaleza migrante para convertirse en un residente casi permanente de este bosque seco ubicado al norte de Chuquisaca.
“Es un oso vagabundo, que no tiene residencia fija, pero aquí, (en El Palmarcito), sí. Tenían cuevas, madrigueras; toda esa zona era su hábitat. Ellos vivían y se reproducían ahí. Tenían a sus oseznos y el oso comía el coco y la pulpa de la palmera”, detalla Miguel Sardán, quien fue director del ANMI El Palmar entre 2016 y principios de 2021.
Es por ello que los incendios son como un golpe letal en la vida del oso de anteojos, pues acaban con su alimento y espacios aptos para su reproducción, algo indispensable si se habla de la conservación de esta especie vulnerable de extinción en Bolivia y el mundo.
Hasta antes del siniestro forestal, 18 osos adultos y cuatro oseznos contaban oficialmente como población de El Palmar. Estos datos salieron a la luz tras casi dos años del monitoreo con cámaras trampa instaladas en distintos puntos de toda el área protegida.
La cantidad total de osos dentro y fuera del área aún es un misterio, así como lo es cuántos de los animales ya registrados acabaron desplazados a causa del fuego.
Y es que el ciclo vital de las palmeras también depende del oso. Investigaciones externas han destacado el rol de este mamífero al diseminar semillas de la palmera y colaborar así a la expansión de la especie hacia más zonas.
Peligro, ¡fuego!
La catástrofe registrada en septiembre de este año en El Palmar es la más grande del lugar en el último quinquenio, y ha sido la segunda más devastadora del año en Chuquisaca, asegura la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosque y Tierra (ABT).
El fuego se desató a principios de septiembre en la parte profunda de El Palmarcito. La comunidad más cercana a este punto es La Joya Charal, ubicada a cinco o seis horas de caminata y sin ninguna otra vía de acceso.
Las llamas se expandieron rápidamente, tanto así que pasaron de la quebrada a las partes más altas del monte en pocas horas. El humo llegó a las puertas del cielo y encendió señales de alerta, pero el primer avistamiento sobre su magnitud sería a las 8:30 seis horas después de cuando se estima que comenzó a arder el lugar.
Mientras la tierra se cubría de hollín, las palmeras empezaban a caer como fichas de dominó de algún incendiario y perturbador juego.
Los guardaparques fueron los primeros en desplazarse al lugar. A ellos se sumaron después bomberos y voluntarios, incluso movilizados desde Sucre y Monteagudo.
“En total fuimos como 20 voluntarios forestales, no solo los que estaban operando en el lugar del incendio, sino también se incluye a las personas que coordinan en Monteagudo y Sucre”, rememora la jefa de Operaciones de la 1ra Compañía La Plata del grupo SAR Bolivia, Aurora Quentasi.
Los bomberos forestales debían salir a las 4:00 de la mañana y caminar por horas para tener al incendio cara a cara. Su base de operaciones fue la escuela de La Joya Charal, donde comunarios se organizaban para cocinarles sus raciones diarias de comida y luchar codo a codo contra las brasas.
“La preocupación de los comunarios por el área protegida era grande, ya que es un atractivo turístico, pero además ellos estaban en riesgo en sus comunidades al igual que sus animales. Hemos estado diez días en la zona, haciendo lo que sabemos hacer, con el corazón”, destaca.
Además de tener que abrirse paso con el filo de los machetes, la falta de agua cerca del lugar para abastecer sus mochilas fue otro de los contratiempos que tuvieron que sortear.
Los voluntarios se retiraron cuando aún faltaba apagar el fuego en una zona con tupida e inaccesible vegetación, pero continuaron monitoreando el desenlace de este holocausto forestal. “Se nos ha complicado el trabajo al no tener, por ejemplo, sierras eléctricas (…) Cuando ya estábamos por retirarnos del lugar ya teníamos la noticia de que iba a ingresar el Bambi Bucket (balde para sofocar incendios desde helicópteros)”, detalla Quentasi al dar su agradecimiento a los pobladores de La Joya Charal por todo su apoyo durante esos extenuantes días.
Sin embargo, los testimonios respecto al apoyo del Super Puma dispuesto por el Viceministerio de Defensa Civil, dan cuenta de que se trató básicamente de un sobrevuelo. Incluso, la directora del ANMI El Palmar, Carolina Martínez, dijo entonces ante los medios de comunicación que “no sirve de mucho la inspección, nosotros queremos algo efectivo para sofocar el fuego”.
El alcalde de Presto, Jaime Roque, quien también participó de las tareas de sofocación, recuerda que se llenó de esperanza cuando se dispuso el ingreso del «Super Puma» a la zona, pero que se desconcertó al saber que el helicóptero llegó y su balde tenía problemas, por lo que no pudo salir al lugar.
«Pasaron los días, yo pensé que una vez que entre se sofocaría, pero cuando fui, a la directora le dijeron que no era muy efectivo, era como un chisguetito”.
Roque agradece el apoyo del Gobierno central, pero remarca que el incendio se logró controlar con la fuerza de los comunarios movilizados con destreza por la zona y provistos con ramas verdes más machetes para acabar con el desastre.
“Nuevamente me movilicé y convoqué a los pobladores, eso fue más efectivo: la gente del lugar, los comunarios de Molani, Aramasi y Lomán que nos han apoyado para apagar cinco kilómetros en un día. No me pidieron ni machete ni coca, nada, todo el día batallaron unas 85 personas y apagaron casi todo alrededor”, dice orgullosa la autoridad edil.
Pese al gran avance, la inexperiencia pesó y el fuego se reavivó. “Como no somos especialistas, dejamos chispas y al día siguiente de nuevo brotó el fuego. Fueron unos dos días de quema y nos movilizamos de nuevo”, abunda y resalta de nuevo la entrega de los comunarios a la faena acompañada también por una quincena de funcionarios municipales de Presto como una veintena de la Gobernación de Chuquisaca.
Causa y efecto
A dos meses del incendio, las causas que los originaron aún se desconocen. Diferentes comunarios afirman que la noche del sábado 4 de septiembre se vieron «varios rayos» en la zona, por lo que creen que la misma naturaleza provocó este atentado a la vida de más de un centenar de especies que habitan El Palmar.
“Sonaba fuerte esa noche (los truenos). Se veían rayos en toda esa parte”, relatan al unísono Victoria Mendoza, Faustina Ortega y Santusa Roque, tres comunarias de La Joya Charal que ayudaron en las tareas de sofocación.
Afirman que las llamas comenzaron por causas naturales, porque nadie pudo haber estado recorriendo la zona de madrugada.
“Se ha presentado la denuncia a la Fiscalía y todavía no se sabe. Hemos indagado con comunarios y tenemos la hipótesis de que probablemente fue por una descarga eléctrica (…) Conozco el lugar y no hay zonas de pastoreo cerca de esa parte”, asegura, por su lado, el alcalde de Presto, oriundo de La Joya Charal.
En un informe extraoficial de fuentes fiables, se conoce que la Fiscalía tomó unas 15 declaraciones de testigos y todos afirman que un rayo cayó en el lugar. Por ahora, la investigación continúa y ha sido ampliada de 20 a 60 días.
El caso fue rotulado como «Incendio II», porque otro ocurrido en 2020 aún está bajo investigación, aunque en este caso, se tiene a una persona procesada como supuesta autora del hecho y posiblemente se someta a un proceso abreviado o a una salida alternativa. El fuego habría sido provocado accidentalmente por una colilla de cigarro encendida.
Según el exdirector de El Palmar, Miguel Sardán, el incendio ocurrido el año pasado que fue derivado a la Fiscalía contaba con declaraciones de cuatro personas que habían afirmado que propiciaron el fuego cerca del área y que no pudieron controlarlo. En este siniestro se perdieron 70 hectáreas.
También difiere respecto a que el desastre de este año hubiese sido a causa de un efecto natural. Para él, es un intento de ampliar zonas de pastoreo de ganado o para la agricultura.
“En cinco años, jamás cayó un rayo que deje incendios. Estoy seguro de que el incendio ha sido provocado. El lugar es cerca (al frente) del otro incendio, (pienso) que han ido a prender fuego cerca, ahí perdieron la capacidad de reacción cuando se descontroló con los vientos de la zona”, sentencia.
El director interino de la ABT, Esteban Andrés Morales, remarca que aún no se conocen las causas reales del incendio y que se barajan ambas opciones: la mano del hombre o un efecto de la naturaleza; sin embargo, comenta que “es muy extraño (pensar en el rayo) porque en esa temporada no había descargas eléctricas».
Morales acota que de todas maneras, se siguen haciendo las indagaciones a través de la dirección del área protegida. «Ellos nos informaron hace un momento que están en reuniones comunales y haciendo la indagaciones con las autoridades para poder dar con la persona o personas que iniciaron el fuego conforme a normativa y procedimiento del área”.
La ABT registró en dos semanas de incendio un daño de 1.499 hectáreas con 4.384 metros cuadrados.
El Sernap guarda silencio
El cómo avanza el trabajo de la Dirección del ANMI El Palmar en la investigación de estos casos y en los planes para reforestar la zona, es un misterio. Desde los trabajos de sofocación, no hay registro de entrevistas con periodistas en voz de la directora Carolina Martínez, tampoco se ha emitido un informe sobre lo ocurrido en el portal oficial del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) y menos aún se han respondido las consultas planteadas en la ejecución de este reportaje.
Durante más de dos semanas se conversó con la directora para solicitar una entrevista y acceso al lugar, ambos denegados bajo distintas excusas y postergaciones. Luego de indicar que no se podía ingresar al área natural ni tomar imágenes sin entregar una solicitud en sus oficinas en El Palmar que posteriormente serían derivadas al Sernap en La Paz, Martínez había accedido a una entrevista, primero en persona, luego escrita y, tras varios aplazamientos, a un boletín, que no fue entregado hasta la publicación de esta investigación.
Para este trabajo también se enviaron por courier solicitudes de ingreso y cuestionarios al Sernap en la Sede de Gobierno, oficina desde la que se informó que cualquier respuesta pasa antes por su despacho legal y es evacuada de forma escrita. Tampoco hubo respuestas.
La Alcaldía de Presto no accedió a la fecha a ningún informe de daños de parte de la Dirección del ANMI El Palmar.
Las autoridades municipales no conocen la cantidad de especies perdidas de flora o fauna, aunque estimaron tras sus visitas para ayudar a controlar el fuego, que el 80% de las palmeras de El Palmarcito se quemó.
“Ahora -por el tiempo transcurrido- no podemos hablar de planes a corto plazo, serán a mediano plazo, pero confiamos en que nos entregarán los informes”, afirma el alcalde que anticipa que buscan acceder a fondos forestales como gobierno municipal.
Sequía y la acción del hombre: una bomba molotov
Los prolongados periodos de sequía son un efecto del cambio climático que impactan seriamente al mundo y esta área natural no está excluida.
En sus tierras, las lluvias son cada vez más escasas y el fenómeno castiga por igual a la fauna y flora, pero también a las comunidades, principalmente agrícolas.
Fernando del Moral, investigador argentino que es parte del “Proyecto Jucu”, una iniciativa binacional que aún espera la venia de las autoridades forestales de El Palmar para llevar adelante sus actividades –entre ellas la necesaria tarea de monitoreo del jucumari–, remarca que especialmente en tiempo seco, el oso encuentra en esta zona una fuente segura de alimentos, pero que lamentablemente esa temporada coincide en ser también la de mayor incidencia de quemas.
La falta de lluvias hace de los bosques secos, como de El Palmar, material de fácil combustión cuando llegan chispas de un fuego intencional o accidentalmente provocado.
Los incendios en Bolivia han aumentado peligrosamente en los últimos años, en especial en áreas protegidas o reservas naturales cada vez más acorraladas por la ampliación de la frontera agrícola, quemas controladas/autorizadas y/o chaqueos.
Según un reciente informe de Global Forest Watch, solo el año pasado el país perdió casi 300.000 hectáreas de bosque tropical, la cuarta cifra más alta del mundo.
Los hechos son sistemáticos, de 2002 a 2020, se perdieron 3,02 millones de hectáreas de bosque primario húmedo en todo el país, el 51% de los 6,11 millones de hectáreas de cobertura arbórea que se perdió en total en ese periodo.
Estas cifras derivan en 2,67 gigatoneladas de emisiones de dióxido de carbono.
Incertidumbre
Se desconoce por ahora el paradero y situación de los osos jucumaris que habitaban en El Palmarcito antes del incendio. Lo que sí se sabe es que huyeron del fuego y eso puede derivar en que se acerquen a zonas pobladas, donde estarían expuestos al ataque de comunarios que los consideran una amenaza.
“Lo que ha pasado es que el oso ha perdido parte de su hábitat, las fotos e imágenes nos hacen suponer que sí se ha perdido esa parte del hábitat porque se han quedado sin los posibles refugios que tenían. Han perdido la alimentación que había en todo ese sector”, lamenta el biólogo Mauricio Peñaranda.
Indica que las hipótesis que se maneja es que, en su afán de alimentarse, el oso se aproxime a sembradíos de maíz o ataque al ganado y “se acerque a comunidades donde la gente lo persiga y lo mate”.
La recuperación del hábitat del oso requiere de largos años y proyectos con fuerte financiamiento, porque solo reforestar las palmeras tomará entre 50 a 80 años hasta que estas logren su madurez, mientras tanto, el oso debe buscar alimento y refugio: debe armar un nuevo hogar.
RENACER DE LAS CENIZAS
Los altos troncos y la sombra de las amplias ramas de la palmera janchicoco han desaparecido con el fuego que azotó en septiembre El Palmar, pero lo que se perdió en unos días no se recuperará ni en medio siglo.
Parajubaea torallyi es el nombre científico de la palmera endémica que caracteriza al lugar, por lo que su preservación es importante para su fauna y paisaje.
Estas palmeras requieren de «varios años» para llegar a la madurez. “Pasan 30, 50, 80 años para tener una palmera de buen ajuste. Imagínese qué tiempo debemos esperar para ver los bosques nuevamente como estaban”, explica David Torres, decano de la Facultad de Agronomía de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca.
¿Qué es lo que se necesita?
El ingeniero remarca la importancia de comenzar un plan para el repoblamiento de la palmera y otras especies con el fin de recuperar todas las características del bosque del Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) El Palmar.
Tras el incendio, la casa de estudios comenzó a dar los primeros pasos para recobrar lo perdido. Se implementó un vivero en la Facultad de Ciencias Agracias en Sucre para trabajar en el cultivo de plantines que le devuelvan el verdor a las zonas que se hicieron cenizas.
Posteriormente, con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se contempla instalar más viveros, al menos uno de ellos en El Palmar.
Todo este trabajo requiere de personal capacitado, equipos, lugares e insumos suficientes para garantizar el cultivo de esta especie única.
“También vamos a utilizar el laboratorio de la Facultad de Ciencias Agrarias, donde se acelera -el cultivo- por clonación de especies y se usa una serie de elementos para acelerar el crecimiento, prendimiento y contar con más plantas disponibles”, explica Torres.
Si bien se buscará reponer otras especies florísticas que estaban presentes en la zona del incendio, la palmera es prioridad, al ser también parte importante de la alimentación de los osos jucumaris del área natural.
“Mucha fauna escapa -por el fuego- y se queda sin lugares -para habitar- es mucho más difícil repoblar fauna porque no hay lugares de crianza de animales silvestres».
El académico indica que debe repoblarse el ecosistema, de manera de que eso ayude a que la fauna también se pueda reproducir en nuevos nichos, y se pueda aumentar la fauna y repoblar estas especies.
Para el decano, es importante plantear el desarrollo de un modelo de gestión de incendios y repoblamiento de flora, porque cada año, de manera fortuita o provocada, el fuego deja en ruinas el hogar de especies en amenaza o riesgo de extinción: hacer un plan para renacer de las cenizas.
Esta investigación fue realizada en el marco del Fondo Concursable Spotlight XI de Apoyo a la Investigación Periodística.
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