Para el Fondo de Población de las Naciones Unidas -UNFPA- menstruar con dignidad es un derecho humano. Sin embargo, la falta de acceso a productos menstruales, a baños seguros y a agua, entre otros, restan la dignidad humana a este proceso natural que afrontan 1800 millones de mujeres alrededor del mundo, cada mes.
Así, el Proyecto Yawar, cuyo nombre significa “sangre” en aymara tanto como en quechua, busca devolver la dignidad al sangrado menstrual, a través de la provisión de productos que permitan hacer una correcta gestión de la menstruación, a quienes día a día afrontan la pobreza menstrual.
La pobreza menstrual es entendida como la falta de acceso a productos sanitarios así como a educación sobre salud menstrual. Aunque el concepto es relativamente nuevo, la problemática es tan vieja como la menstruación en sí, y afecta a millones de mujeres alrededor del mundo, pero con especial énfasis a las mujeres de Latinoamérica y El Caribe, donde la pobreza menstrual es una derivación de la pobreza económica, según un trabajo realizado por Plan Internacional.
Liliana Oropeza Acosta, quien se encuentra a la cabeza del Proyecto Yawar, explica que la idea surgió el año 2020, en el contexto de la pandemia, donde notaron que la atención a problemas de salud sexual y reproductiva fue “mermando”.
Yawar significa «Sangre» tanto en quechua como en aymara.
“Con un grupo de amigas hemos formado el colectivo Yawar, que está enfocado en la menstruación”, explica Liliana, quien agrega que su propósito es des estigmatizar la menstruación, así como luchar contra la pobreza menstrual en poblaciones económicamente vulnerables.
¿Por qué luchar contra la pobreza menstrual? Al margen de que una menstruación digna es un derecho humano, el hecho de que niñas y jóvenes no puedan acceder a productos menstruales repercute en otras esferas de su vida, como la educativa, ya que es sectores económicamente vulnerables, es una de las causas más frecuentes de la deserción escolar.
Según la Organización de Naciones Unidas -ONU- , 1 de cada 10 niñas faltan a la escuela durante la menstruación por falta de acceso a productos menstruales. Quienes asisten a clases, lo hacen con temor a mancharse o a sufrir acoso y burlas por parte de sus compañeros.
“En el colegio había una especie de tráfico de toallas higiénicas”, recuerda Liliana sobre sus años escolares donde, pese a tener una situación privilegiada en cuanto a acceso a productos para la menstruación, el miedo y la vergüenza eran moneda corriente, como si se tratase de algo negativo. Esa percepción errónea, es la que buscan eliminar, junto con la pobreza menstrual.
Ante la realidad de que cientos de mujeres deben elegir entre comer y comprar productos menstruales, el proyecto ha diseñado una serie de campañas y estrategias para recolectar productos y repartirlos en las zonas más vulnerables del país, aunque inicialmente trabajarán en la ciudad de El Alto.
“Hemos elegido El Alto porque es la ciudad con indicadores más altos de pobreza, pero a mediano y largo plazo queremos llegar a otras ciudades”, explica Liliana, «en el Alto, un paquete de toallas higiénicas puede llegar a costar lo mismo que comida para un día para una persona», agrega.
Así, el proyecto se prepara para lanzar su primera campaña de recolección en diciembre, cuya difusión se realizará en sus redes sociales. Si quieres recibir las notificaciones para sumarte a esta iniciativa, puedes empezar a seguirlas haciendo click en este enlace.