Abajo, la base está rodeada por un río de piedras grises y curvas, moldeadas por el agua que hace mucho no corre por sus venas. Arriba, la cima se corona también con piedras, pero estas son oscuras, negras y con vértices que hasta parecen filosos, como si todas hubiesen sido una misma placa que se rompió igual a un plato que cae al suelo. Las piedras, la aridez, el frío y el viento son las constantes en la subida al Morao.
El punto más alto de Tarija
Popularmente se dice que el cerro Chismuri es el más alto de Tarija, mientras que en Wikipedia el cerro Campanario se apropia de tal título. Pero la verdad es que hay uno que los supera en altura, con pocos metros, pero suficientes para ser el punto más alto del departamento de Tarija y un objetivo alcanzable a pie para los intrépidos.
Según la bibliografía que se consulte o el hablante al que se escuche, se habla del Morado o Morao, aunque los habitantes del distrito de Copacabana prefieren este último. Si bien la información en línea acerca del Morao y sus características es prácticamente inexistente, sí se tienen algunos trabajos —originalmente impresos, pero filtrados en la web— que lo mencionan en poco menos de una línea.
El Morao es un cerro bañado de paja brava, cactus, cuarzo y mucha piedra. Está oculto a simple vista junto a las dunas de Tajzara, por lo que todo el que las haya visitado al atardecer, seguro prestó atención a los matices purpúreos que le dan nombre.
La información del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) sobre la Reserva Biológica Cordillera de Sama identifica la altitud de la zona entre los 1900 y los 4700 metros sobre el nivel del mar (m. s. n. m.). En su libro Áreas protegidas del departamento de Tarija, Protección de Medio Ambiente Tarija (Prometa) ubica al punto más alto de la cordillera en el cerro Morao a 4706 m. s. n. m., dato que coincide con exactitud con la Hoja 6528 II del Instituto Geográfico Militar (IGM) y con la medida tomada por Verdad con Tinta en el propio cerro.
Los documentos citados son de los pocos que mencionan la existencia del cerro y su altura, ya que otros omiten su existencia e incluso señalan una altura máxima de la reserva inferior a 4700 m. s. n. m. En plataformas o herramientas digitales como Google Maps el Morao pasa desapercibido y no se señala su nombre.
El ascenso
El sábado 17 de junio a las 9:20 de la mañana la temperatura rodea los -1 °C; sin embargo, el termómetro de la vagoneta varía la cifra según se abren las puertas. Las únicas evidencias constantes del frío son los charcos congelados en el camino entre la comunidad de Copacabana —Municipio de Yunchará, provincia Avilés— y la base del Morao, separados por unos seis kilómetros.
Para llegar de la comunidad al río que custodia la base del cerro —a 3935 m. s. n. m.— hay que encontrar una apenas perceptible y pedregosa huella de llantas. En auto se llega solo hasta el límite del río, cuya única y escasa agua se encuentra en estado sólido.
Previo a iniciar el ascenso, se deben sortear hasta tres pircas de metro y medio, superarlas mientras se trata de no tirarlas al suelo. A partir de entonces, el camino es monótono y se resume en paja brava, piedras, uno que otro cactus oculto a la vista, liquen y yaretas. El liquen es un organismo que se extiende sobre las rocas o cortezas de los árboles en forma de hojuelas o costras.
El Morao se puede subir a pie, pero eso no implica que sea sencillo. Ascender la pendiente en línea recta cansa como subir las gradas de dos en dos escalones por horas. Los que saben suben en zigzag, estrategia que, aunque aparenta recorrer más camino, los mantiene menos cansados y a buen ritmo. Desde ese punto de partida la distancia es de tres kilómetros y medio, lo que un humano promedio recorre en una hora sin problema en una superficie plana. Sin embargo, la pendiente y la altura limitan la velocidad. Incluso, en la base se está a mayor altura que la ciudad de La Paz.
Inmediatamente, luego de las pircas se encuentran regados pedazos de cuarzo. La mayoría están rotos, pero los ojos de un paciente conocedor son capaces de encontrar los cristales completos.
El resto es lo ya escrito: la paja brava que se clava como agujas en las canillas y los gemelos; minicactus esperando a ser pisados; algunos muy escasos restos humanos como bolsas de yogurt; y mucha yareta, una planta con aspecto de musgo cuya raíz es de las pocas fuentes de madera en el altiplano.
Si hay un sendero, es imperceptible; el camino se hace con cada paso y la eficacia de estos dependen solo de la experiencia del caminante. Los matices son propios de un western, aridez color tierra casi por todas partes. Además del verde mate de las yaretas y algunos cactus, el único contraste lo protagonizan unas chillonas manchas de liquen naranja.
Luego de la primera hora y media de caminata se llega a la parte complicada. Un manto de piedras negras y en apariencia afiladas cubre todo. Las hay desde el tamaño de un dedo hasta de metro y medio o más. Las chicas están sueltas y los pasos resbalan en ellas, como si cada tres pasos se diera uno atrás. Las grandes suelen estar firmes, pero cada tanto hay una traicionera que atenta contra el equilibrio. A partir de esa zona hay lugares más y menos pedregosos, pero nunca libres de su dureza.
En ese punto se superan los 4300 m. s. n. m. Para entonces, la punta se oculta detrás de la pendiente, por lo que es difícil saber cuánto falta a simple vista, pero hacia abajo se nota la distancia recorrida. El auto parece de juguete y el río, una mancha gris.
El siguiente tramo depende completamente de la destreza y estado físico de los caminantes. En él se deja en claro quien sabe lo que hace y quien improvisa, porque los experimentados empiezan a sacar ventaja y los otros quedan rezagados. Sin embargo, la única posibilidad es seguir subiendo.
Poco después del mediodía se llega la cima. Para entonces, las piernas queman y el estómago pide combustible. La cumbre del Morao guarda algunos secretos. Hay en ella piedras amontonadas, sinónimo de que otros ya estuvieron allí. También se encuentran algunos trozos de cerámica.
La vista hacia la comunidad de Copacabana es altiplano puro. Una planicie que solo acaba donde comienzan los cerros en el horizonte. Las dunas de Tajzara se ven por completo, así como las lagunas. Es imposible encontrar la vagoneta donde empezó el viaje, desde esa altura es una piedra más en el río.
Por el otro lado, la vista es de un paisaje montañoso. Inmediatamente al frente está el cerro Campanario, el impostor que roba el título del «más alto» de Tarija en Wikipedia. Junto a él, la laguna Brava es una pista de hielo.
La vista no es el único sentido susceptible a la cumbre. Sin más superficies que el suelo, el viento tiene rienda libre para hacer lo que quiera y con él arrastra al frío. Es mediodía y no hay nubes, pero, sin importar las capas de abrigo, el frío penetra hasta los huesos.
Los altímetros de los teléfonos celulares, relojes y de un ciclocomputador varían por pocos metros, pero en promedio se acercan a la medida oficial: 4706 m. s. n. m.
Ya no se puede ir más alto. A partir de entonces, cualquier dirección es hacia abajo. El descenso es más corto, naturalmente, pero no por ello sencillo. Las piedras sueltas son ahora un peligro extra por la inercia de la bajada. La cautela y, sobre todo, la paciencia garantizan una excursión exitosa.
El sol y el viento pegan en la cara. La estrategia debería ser la misma: avanzar en zigzag para no cansarse y evitar accidentes. Son unas dos horas hasta reencontrarse con las pircas, las piedras curvas, el río y, finalmente, la vagoneta.
Los otros y sus medidas
– El cerro Campanario, que a la fecha figura en Wikipedia como el «más alto de Tarija», está a unos tres kilómetros del Morao y en la Hoja 6528 II del Instituto Geográfico Militar (IGM) se apunta una altura máxima de 4682 m. s. n. m.
– Popularmente se conoce que el cerro Chismuri es el más alto de Tarija. Sin embargo, existen dos problemas con este: por un lado, el cerro que figura con tal nombre en los mapas del IGM, si bien no está acompañado por su altura, sí se entiende que es inferior a los 3826 m. s. n. m. por la relación en el mapa con uno contiguo. El “otro” Chismuri, llamado Cerro Negro del Chiquira en el mapa, cuenta con una altura de 4614 m. s. n. m. en el documento cartográfico. Ambos cerros se encuentran en la Hoja 6629 III del IGM.
– También existe otro cerro llamado Morao con una altura de 4407 m. s. n. m. Como su homónimo, está en la hoja Hoja 6528 II del IGM.
Apuntes
– Si bien llegar a la cima del Morao no es imposible para las personas sin entrenamiento en montañismo, es importante contar con la compañía de alguien experimentado. Tanto la altura como las condiciones descritas del suelo pueden ser un potencial peligro y, una vez arriba, solo se puede bajar a pie.
– El Instituto Geográfico Militar (IGM), ubicado en la avenida Víctor Paz entre Colón y Padilla, cuenta con mapas del año 1970, en los que se encuentran datos inexistentes en internet. Cualquier persona puede adquirir los mapas físicos por Bs 50.
*Este trabajo fue posible gracias a la ayuda de Diego Ávila, Gustavo Vacaflores, Diego Fossati, Herbert Kolhberg y Prometa.