(Verdadcontinta/febrero2018) Sin pensarlo, la pequeña cocina de su casa se convertiría en una fábrica de sabores, en la que decidiría enfocar sus esfuerzos en catapultar al éxito los sabores bolivianos con un giro original, a través de la mermelada de locoto.
Su casa, el lugar donde elabora cuidadosamente sus productos, es el escenario de la entrevista. En medio de frasquitos recién sellados y de un cálido ambiente familiar, transcurre la conversación que deriva en un viaje por su por su pasado.
Por circunstancias de la vida la mujer nacida en Oruro, pero que vive en Tarija hace más de 35 años, decidió que debía encontrar un trabajo o emprender para ganarse la vida. “Hasta ese entonces yo me había dedicado a ser ama de casa y a mis seis hijos”, cuenta modo de introducción.
Tras tomar la decisión de hacer algo por ella misma, Lily Alandia Cañipa se fue a vivir a Cochabamba, ciudad en la que vivía su padre y en la que decidió poner un restaurante de pastas al que llamó “Dolce Vita”. En el pasado, junto con el que fue su esposo, habían tenido éxito en la ciudad de Tarija con un restaurante de comida italiana, por lo que le pareció que el proyecto tenía potencial.
Su experiencia en la Llajta no fue lo que esperaba. “No me fue tan bien, había mucha competencia”, explica la mujer de tez morena y cautivadores ojos marrones.
Aunque el restaurante fracasó, le abrió los ojos a nuevos negocios, pues sus clientes eran fanáticos de los escabeches y conservas caseras que ofrecía en el bar de ensaladas. “Los clientes me encargaban frascos”, cuenta recordando a aquella mujer de 50 años que poco a poco, fue dando vida a un negocio.
La venta de conservas iba bien, pero extrañaba a sus hijos. Para poder estar cerca de sus afectos decidió trasladar el negocio, que mantuvo el nombre del restaurante, a Tarija.
Su visión respecto a Dolce Vita era ver sus productos en los más grandes supermercados y tiendas especializadas. “Yo sabía que si quería que crezca, tenía que tener todo en orden”. Por esta razón trabajó para obtener todos los certificados y licencias que exigen las instancias oficiales. Pero pese a sus esfuerzos el negocio no se movía como ella deseaba.
Todo cambió cuando un día una amiga le ofreció la receta de una mermelada de locoto. Lily no dudó en probarla.
Tras una degustación con amigos y familiares cercanos, todos llegaron a la conclusión de que la mermelada sería el producto estrella. La receta era un éxito.
Cual pólvora, la fama del sofisticado sabor de la mermelada, empezó a correr por la ciudad. Pronto, no sólo las tientas y supermercados locales deseaban tener el producto en sus repisas, sino que la curiosa mezcla de sabores dulces y picantes, empezaba a hacerse eco en el eje central.
“Aquí empezamos en la Roticería”, cuenta rememorando sus orígenes. Sin embargo, hoy en día la mermelada puede ser adquirida en La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, en prestigiosas cadenas de supermercados como el IC Norte, Hipermaxi y Ketal y en tiendas especializadas como Mercadito Gourmet y Delicatesen.
Para completar el panorama, hace poco se abrió la posibilidad de exportar la mermelada a otros países, aunque no se anima a dar mas detalles para no “kenchar” el proyecto.
Los resultados de su constancia y esfuerzo hablan por sí solos. Lily ganó en 2013 el concurso EmprendeIdeas, organizado por SOBOCE, en el cual recibió cursos y asesoría para su emprendimiento durante un año. “Eso me ayudó mucho para ver cómo se maneja un negocio”, asegura la mujer que pasó de emprendedora, a empresaria.
Además, ganó un concurso para asistir a la Fexpo Milano, llevada a cabo en la ciudad de Milán, en Italia, donde pudo presentar sus productos al mundo.
Mas allá del éxito conseguido tras siete años de arduo trabajo, para ella, lo más importante es haberse demostrado a ella misma, que podía lograr su objetivo. “Logré hacer de esta, mi actividad principal”, dice con emoción.
En aquella pequeña cocina en la que todo empezó, Dolce Vita continúa creciendo pese a las adversidades que ello implica. Con el mismo amor y sazón de siempre, Lily enfrasca cada uno de los productos, los etiqueta y les pone su característico “trapito” en la tapa, atado con un trozo de yute blanco.
Sus manos no sólo reivindican el trabajo de las mujeres, sino que revalorizan el valor de los sabores típicos bolivianos, como es el locoto, y enaltece la labor artesanal, con el sello especial de lo “hecho en casa”.
Lily Alandia en su fábrica: su cocina
Linda nota . felicitaciones¡¡