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Mercedes Bluske Moscoso
No me digas qué me pongo, porque no tienes el monopolio del feminismo y porque al hacerlo, estás replicando el modelo dominante que tanto repudiamos.
No me digas que no use labial rojo, que me abstenga de escotes en la espalda o de zapatos de tacón, porque me gusta disfrutar de mi sensualidad y eso no tiene nada que ver con el género, el machismo, ni el marketing. Tiene que ver con mi libertad de decidir qué imagen quiero proyectar en el espejo y frente al mundo. Tiene que ver con que la lucha feminista va más allá de las apariencias físicas.
Y hablando de libertad, tampoco me pidas que proteste desnuda por la calle, porque lejos de los ideales que conlleva el manifestarse “en tetas”, los grandes, y sobretodo los chicos, tienen derecho a transitar la vía pública sin sentirse intimidados o vulnerados. Cubramos los cuerpos y desnudemos las mentes.
Tampoco me pidas que celebre el que se destruyan iglesias o se pegue a católicos, porque me resulta irónico exigir que respeten mi lucha, si yo no respeto su fe. Entonces, no me pidas que me ponga un pañuelo verde, cuando vos no estás dispuesta a sacar una bandera blanca.
No pienses que estar en contra del aborto me convierte en tu enemiga. Tampoco me hace menos mujer, ni menos feminista. Estar a favor de la despenalización tampoco te vuelve menos madre, menos hija, o peor humana. Simplemente nos hace lo que somos; diferentes.
No me digas cómo tengo que ejercer mi feminismo, porque al hacerlo, me atas a una nueva forma de sometimiento y estandarización del pensamiento; pasando del poder machista, al poder del monopolio feminista.
Dame la libertad de lanzar una bomba de tolerancia, levantar el pañuelo de la libertad y desnudar mi mente de prejuicios. Porque, compañera, la vida es un boomerang, y lo que tiras, vuelve.